PÍO XII (1939-1958)
EUGENIO PACELLI
Nació en Roma el 2 de mayo de 1876, hijo del abogado Felipe y de Virginia Graziosi. En marzo de 1899 fué consagrado sacerdote; doctor en teología y en derecho canónico y civil, fue llamado en seguida a la secretaría de Asuntos extraordinarios eclesiásticos. De 1909 a 1914 fue profesor de la Academia Pontificia de los Nobles eclesiásticos; el cardenal Gasparri, entonces substituto en la secretaría de Estado, lo tuvo a su lado como a un valioso colaborador. El 21 de abril de 1917 Benedicto XV le nombró Nuncio en Munich, elevándolo a la sede arzobispal de Sardi. Su labor como Nuncio, dificultada por la guerra, que arreciaba, fue realizada por él con tal dignidad, tacto e inteligencia, que impuso el universal respeto. Durante la guerra ejerció con su intensa actividad diplomática, un apostolado humanitario y cristiano, especialmente a favor de los soldados italianos que estaban en campos de concentración, donde iba él personalmente a llevarles el consuelo de su palabra y la generosidad de sus socorros.
Cuando después de la guerra estalló en Alemania el vendaval comunista, y mientras el cuerpo diplomático abandonaba Munich, él solo permaneció, oponiéndose con dignidad y energía a las violencias de los bolcheviques.
Al volver la paz en Alemania, Benedicto XV, con la intención de reanudar las relaciones con el nuevo Reich, instituyó en 1920 la Nunciatura de Berlín, nombrando para ella al mismo Pacelli, quien, después de haber concluido satisfactoriamente el concordato con Baviera, en 1926 marchaba a aquella ciudad para inaugurar la nueva Nunciatura. Su obra culminó en la realización de un "acuerdo" por el cual era reconocida la religión católica y le era devuelta la libertad de que había sido privada públicamente.
En 1929, Pio XI, en reconocimiento de tan grandes méritos, le elevaba a la dignidad cardenalicia y en 1930 le nombraba su secretario de Estado en lugar del cardenal Gasparri, que había renunciado a este alto cargo. Grande fue la actividad que aportó a la obra de Pio XI.
La situación político-religiosa en el Reich con el advenimiento del nacional-socialismo había cambiado profundamente.
Trató, pues, con Von Papen para realizar un nuevo concordato que substituyese a los viejos firmados con Baviera y el Reich, concordato que desdichadamente encontró muchas dificultades, suscitando dolorosas controversias.
Asimismo se deben también a él los concordatos con Baden, Austria, Yugoslavia y Rumania. A pesar de su intensa actividad diplomática y de atender a los innumerables cargos que le habían sido confiados, encontraba todavía tiempo para seguir asiduamente el movimiento de los estudios y participar directa y personalmente en los más importantes acontecimientos religiosos, haciendo oír su palabra clara y elocuente.
Al morir Pío XI, el 10 de febrero de 1939, como Cardenal Camarlengo, abrió el conclave para la elección del nuevo Pontifice el 1 de marzo, y el día siguiente, al tercer escrutinio, fue elegido papa por el voto unánime de los cardenales; tomó el nombre de Pio XII.
También él, como ya había hecho Pio XI, impartió desde la galería exterior del palacio pontificio la bendición apostólica a la muchedumbre que se apiñaba en la Plaza de San Pedro.
Después de tomar posesión del alto cargo, ante los cardenales reunidos para la tercera adoración ritual, su primera palabra fue una invitación a los pueblos a la paz. Y la paz es su principal cuidado, por la que ruega, sufre y trabaja; no se ha apagado todavía el eco de su afligido mensaje del 24 de agosto a los pueblos y a los jefes de las naciones de Europa, exhortándoles a que llegasen a un acuerdo basado en la justicia y la equidad; no es tampoco ignorada su obra activa y constante que desenvuelve en la actualidad, 1945, para la realización de este bien supremo de los pueblos; y no menos significativa fue la elección que hizo de San Francisco de Asís y de Santa Catalina de Sena, heraldos de paz en los tumultos de la Edad Media, como protectores de Italia.
El 20 de octubre dirigía al mundo católico su primera encíclica Summi pontificatus, en la cual, después de una exposición minuciosa de los errores modernos y de la doctrina católica, invita a todos a unirse alrededor de Cristo Rey, invocando para Europa y para el mundo una paz permanente y verdadera.
Los principios expuestos en esta encíclica, que suscitó vasto eco en el mundo, Pio XII los confirmaba más tarde en la alocución que hizo el 24 de diciembre en contestación a la felicitación del Santo Colegio de los Cardenales, señalando en la doctrina del Sermón de la Montaña la garantía de una reconstrucción moral del mundo y anunciando los puntos fundamentales de una paz honrosa y justa.
El 21 de diciembre recibió solemnemente en el Vaticano a los Soberanos de Italia, que le hicieron una visita de homenaje filial; visita que el Pontífice devolvió paternalmente el 28 de aquel mismo mes trasladándose al Quirinal, donde fue acogido con honores reales entre el júbilo del pueblo romano y de toda Italia espiritualmente presente, que así veía confirmados los frutos de los Pactos Lateranenses.
Elevemos al Altísimo por Pio XII, y con afecto filial hagámosla nuestra, la plegaria del Salmista: "El Señor lo conserve, y le de vida, y lo haga feliz sobre la tierra, y no lo entregue en poder de sus enemigos" (Salmo XL, 2).
[El 1 de noviembre de 1950 y mediante la constitución apostólica Munificentissimus Deus promulgó la doctrina de la Asunción de la Virgen como dogma de fe católica.
Pio XII falleció el 9 de octubre de 1958 en la villa papal de Castel Gandolfo y fue sepultado en las grutas vaticanas.]
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
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