León Carbonero y Sol
DIRECTOR Y EDITOR DE LA REVISTA CATÓLICA "LA CRUZ"
Recibió el título pontificio de conde de Sol por concesión del Papa Pío IX en 1870
La dignidad propia del hombre, su verdadera grandeza, se halla en las relaciones de su alma con el mundo invisible. Él es espíritu, y como tal le arrastra un deseo indestructible hacia las sublimes regiones de la eternidad; y el conjunto de los medios que Dios ha revelado para mantener estas relaciones con el mismo, es lo que forma la verdadera Religión.
Permanecer indiferente a ello, es buscar el soberano Bien sobre la tierra; es rivalizar durante su vida con los seres materiales; es hacerse más miserable que estos, puesto que quien vive sin tomar los caminos para ir con seguridad al orden divino de su destino, vive en una contradicción eterna con las necesidades de su naturaleza espiritual. «El que no está conmigo, está contra Mí,» dice la Verdad eterna; quiere decir, que el que no se decide por la doctrina de aquel Maestro divino, es enemigo de sí mismo; porque al decirnos que le sigamos como camino y Verdad, no ha tenido otro objeto que nuestra dicha.
Ahora bien: pues si la Religión católica, tanto en sus dogmas y moral, como en las prácticas de su culto, nos enseña esta misma doctrina que Dios le ha revelado para su gloria y nuestra santificación; el que cree puede conseguirlo y agradar a Dios en cualquiera otra religión, se pone en lucha con las exigencias de la razón y la palabra divina, porque las revelaciones de Jesucristo se hallan en la más perfecta armonía con la voz de la razón, con la voz de la naturaleza y de la conciencia, que es el órgano de la Providencia. La razón ilustrada por la fe, la conciencia, la naturaleza y el destino llaman las miradas del hombre hacia el mundo invisible, objeto esencial de la Religión; es necesario, pues, reconocer que solo puede y debe decidirse por aquella que lleve el carácter de la divina Verdad, que es única. La indiferencia en esta materia es un crimen de lesa majestad del alma humana; es un contrasentido, un atentado contra nuestro verdadero honor, y principalmente contra el que Dios se merece.
En efecto: si todas las creencias y prácticas religiosas, sean verdaderas o falsas, nos mantienen en relación con el Creador; si todo le es indiferente en orden al culto que se le tributa, entonces es preciso sostener que es igual en sí ofrecer a la divinidad una hostia inocente, o inmolarle víctimas humanas; sacrificarle, como los chinos, los niños recién nacidos, o consagrarlos a su servicio por el bautismo; autorizar la esclavitud, o proscribirla; quemarse sobre el sepulcro del esposo, o llorarle; imponerse privaciones que sin dañar a la salud sujetan los sentidos a la templanza y el corazón a la docilidad, o entregarse como los bonzos a los tormentos prolongados que ellos miran como una virtud, y que la humanidad se guardará muy bien de imponer en castigo de los más grandes crímenes. Tales son las consecuencias que se deducen del principio que supone indiferentes todas las religiones.
REVISTA LA CRUZ 1869
TOMO I
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BerGOGlio
Sucesor del Anticristo Montini
"Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sijs, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes. Understood?
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