San Juan Crisóstomo
supuesto que procuro sacarle de su error.
No declaro yo la guerra a la criatura, que es obra de Dios, sino que trabajo por sanar una alma, que el demonio ha corrompido."
San Juan Crisóstomo
Francés, arzobispo de Rouen, fue elegido el 7 de mayo y consagrado el 19 del mismo mes de 1342. Continuó la residencia en Aviñón a pesar de la insistencia de los romanos, y adquirió la soberanía de aquella ciudad.
Fue tenaz en la defensa de los derechos del papa en la cuestión de las investiduras, especialmente contra Eduardo II de Inglaterra.
Depuso al emperador Luis de Baviera e hizo elegir a Carlos IV de Luxemburgo.
Hombre docto, protegió al Petrarca y a Villani; hizo decorar el palacio de los Papas en Aviñón y favoreció las artes.
Quiso que se celebrase el jubileo en períodos de cincuenta y cien años.
Bajo su pontificado, Cola de Rienzi intentó restablecer la república en Roma.
Por más que sean de elogiar sus desvelos durante una peste que asoló a Europa, y sus abundantes socorros morales y materiales, no se puede justificar la excesiva prodigalidad con que derrochó el dinero de la Iglesia ni su facilidad en distribuir los beneficios eclesiásticos a unos parientes muchas veces indignos.
Murió en Villenueve de Aviñón el 6 de diciembre de 1352.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
Nació en Cahors (Francia). Fué obispo de Fréjus y arzobispo de Aviñón y Porto; su elección se celebró en Lyón después de una sede vacante de casi dos años. A pesar de ser francés, era de tendencias y educación italiana, habiendo sido antes profesor de derecho en Nápoles y preceptor de los hijos de Carlos II. Estableció definitivamente su sede en Aviñón, y no la abandonó nunca a pesar de las continuas solicitudes que le hacían desde 'Italia para que volviese a Roma.
Puso paz en la orden de los Franciscanos, que estaba dividida en dos partidos.
Habiendo quedado vacante la corona imperial en Alemania, se la disputaban Luis de Baviera y Federico de Austria, y Juan XXII se reservó el derecho de decidir entre los dos contrincantes. Federico depuso las armas; pero Luis, sin esperar la aprobación del papa, tomó el título de rey de Roma. Al ser excomulgado, por este hecho y por la hostilidad que demostraba contra la Iglesia protegiendo a los herejes, Luis entró en Italia, ocupó Roma y se hizo coronar por algunos obispos destituídos. Opuso a Juan XXII el fraile hereje Pedro Rinalducci de Corvara, que tomó el nombre de Nicolás V, siendo elegido por los gibelinos de Lombardía. Eran partidarios de los gibelinos, Castruccio Castracani, Cane de la Escala, los vizcondes de Milán y los Colonna de Roma; Roberto de Nápoles se puso del lado de los güelfos y del papa Juan. El emperador bávaro, derrotado por Roberto de Nápoles, tuvo que retirarse de Italia, y con él se eclipsó también el antipapa, que fué luego perdonado por Juan XXII, y los legados del papa fueron readmitidos en Roma.
Juntó a su vasta ciencia un celo infatigable por la salvación de las almas, una piedad eximia y una actividad prodigiosa, y dejó numerosísimas cartas.
En los momentos más duros de la lucha contra los bávaros, Juan murió en Aviñón, el 4 de diciembre de 1334.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
Nació en Villandraut, cerca de Burdeos. Era arzobispo de esta ciudad cuando fue elegido Sumo Pontífice, el 5 de junio, y consagrado, el 14 de noviembre de 1305. Decidieron su elección los cardenales partidarios de Francia. En vez de ir a Roma para ser consagrado quiso que esta ceremonia se celebrase en Lyón.
Fué partidario de Felipe el Hermoso, y satisfizo a este rey en casi todo lo que le pidió, anulando todas las disposiciones que Bonifacio había tomado contra él. De los diez cardenales que nombró, nueve eran franceses.
Hizo reconocer a Cariberto, rey de Hungría; excomulgó a Venecia por haber invadido los territorios de la Iglesia, y de ella recuperó después Ferrara. Envió misioneros a Tartaria; durante su estancia en Aviñón, reconoció emperador a Enrique VII de Luxemburgo y le rogó que fuera a Italia como pacificador, mas esta misión tuvo un resultado desastroso por la incapacidad del emperador.
En Vienne celebró un concilio general (XV Ecuménico) en el que se abolió la orden de los Templarios, se estudió la reforma de las costumbres y la Cruzada, se condenó a los Beguardos, a los Feguinos y a los Fraticelli, así como las doctrinas de Pedro Oliva y de Joaquín de Fiore. Es de observar que D. Jaime II de Aragón fué uno de los asistentes a este concilio, en el que fueron examinados unos escritos presentados por Raimundo Lulio. Felipe el Hermoso deseaba que en este concilio fuese condenada la memoria de Bonifacio VIII; pero esta vez el papa se mantuvo firme y no cedió a la voluntad del rey.
Clemente murió en Roquemare durante el mes de abril de 1314.
Dejó algunas constituciones que fueron recogidas por Juan XXII y que figuran en el séptimo libro de las Decretales con el nombre de Clementinas.
Con Clemente V empieza para el papado el período llamado "el cautiverio de Aviñón". Por espacio de setenta años Roma no verá al papa residir dentro de sus murallas, sino en la sede de Ayiñón.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
"Violentar al soberano poder de la Sede Apostólica, separar su poder temporal de su poder espiritual, romper el lazo que une el cargo de príncipe con el de pastor, es pisotear y destruir la obra de Dios, lastimar profundamente la Religión, privarle de su más eficaz garantía, y poner al Pastor Sumo, al Vicario de Dios, en la imposibilidad de llevar a todos los católicos esparcidos por el globo los auxilios que piden á su poder espiritual, y cuya acción nadie tiene derecho a impedir"
Trevisano, general de la orden de los Dominicos y cardenal obispo de Ostia, fue elegido papa el 22 de octubre de 1303 y murió el 7 de julio del año 1304.
Poseía un carácter sumamente afable, y trató de suavizar las controversias surgidas" entre Bonifacio VIII y Felipe el Hermoso, quien le había enviado cartas muy respetuosas. Absolvió a cuantos hablan sido excomulgados por Bonifacio, fuesen clérigos o seglares; moderó la bula Clericis laicos y absolvió a los Colonna de las censuras, aunque no quiso readmitirles al cardenalato.
Con la bula del 7 de junio Flagitiosum scelus atacó a los autores del sacrilegio de Anagni, espe cialmente a Sciarra y a Nogaret.
Se esforzó en poner paz entre las facciones de Italia, y aprobó la orden de los Siervos de María.
Pero las esperanzas que su pontificado había hecho nacer fueron desvanecidas por la muerte que, después de ocho meses de gobierno, le arrebató en Perusa. Murió envenenado, aunque no se sabe por quién: se sospechó de los Colonna y los Orsini, pero especialmente de Nogaret.
Fué sepultado en la iglesia de los Dominicos, en Perusa. Más tarde fué beatificado por su virtud por el papa Benedicto XIV.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
Y si bien los pueblos van desarrollando formas más perfectas de civilización y, de acuerdo con las condiciones de vida y de medio, se van diferenciando unos de otros, no por esto deben romper la unidad de la familia humana, sino más bien enriquecerla con la comunicación mutua de sus peculiares dotes espirituales y con el recíproco intercambio de bienes, que solamente puede ser eficaz cuando una viva y ardiente caridad cohesiona fraternalmente a todos los hijos de un mismo Padre y a todos los hombres redimidos por una misma sangre divina.
S.S. San Pío X
Vehementer Nos
"Que sea necesario separar al Estado de la Iglesia es una tesis absolutamente falsa y sumamente nociva.
Porque, en primer lugar, al apoyarse en el principio fundamental de que el Estado no debe cuidar para nada de la religión, infiere una gran injuria a Dios, que es el único fundador y conservador tanto del hombre como de las sociedades humanas, ya que en materia de culto a Dios es necesario no solamente el culto privado, sino también el culto público.
En segundo lugar, la tesis de que hablamos constituye una verdadera negación del orden sobrenatural, porque limita la acción del Estado a la prosperidad pública de esta vida mortal, que es, en efecto, la causa próxima de toda sociedad política, y se despreocupa completamente de la razón última del ciudadano, que es la eterna bienaventuranza propuesta al hombre para cuando haya terminado la brevedad de esta vida, como si fuera cosa ajena por completo al Estado. Tesis completamente falsa, porque, así como el orden de la vida presente está todo él ordenado a la consecución de aquel sumo y absoluto bien, así también es verdad evidente que el Estado no sólo no debe ser obstáculo para esta consecución, sino que, además, debe necesariamente favorecerla todo lo posible.
En tercer lugar, esta tesis niega el orden de la vida humana sabiamente establecido por Dios, orden que exige una verdadera concordia entre las dos sociedades, la religiosa y la civil. Porque ambas sociedades, aunque cada una dentro de su esfera, ejercen su autoridad sobre las mismas personas, y de aquí proviene necesariamente la frecuente existencia de cuestiones entre ellas, cuyo reconocimiento y resolución pertenece a la competencia de la Iglesia y del Estado.
Ahora bien, si el Estado no vive de acuerdo con la Iglesia, fácilmente surgirán de las materias referidas motivos de discusiones muy dañosas para entrambas potestades y que perturbarán el juicio objetivo de la verdad, con grave daño y ansiedad de las almas.
Finalmente, esta tesis inflige un daño gravísimo al propio Estado, porque éste no puede prosperar ni lograr estabilidad prolongada si desprecia a la religión, que es la regla y la maestra suprema del hombre para conservar sagradamente los derechos y las obligaciones".
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Nació en Anagni, y ascendió al trono pontificio el 24 de diciembre de 1294, después de la abdicación de Celestino V.
Hombre eruditísimo en derecho, apenas elegido llevó la sede a Roma, donde con el asentimiento de los cardenales revocó todas las gracias y privilegios que el papa Celestino había concedido; este acto, necesario en realidad porque muchas de estas gracias habían sido arrancadas al ingenuo Celestino, le granjeó muchas enemistades.
Trató de poner paz entre Génova y Venecia; pero las negociaciones no dieron resultado por la mala voluntad de Génova. Se interesó por los asuntos de Sicilia, y procuró poner fin a la lucha entre aragoneses y anjevinos por medio de un acuerdo. En Roma tuvo que luchar contra los dos cardenales Jaime y Pedro Colonna, los cuales se rebelaron y provocaron su deposición y excomunión, hasta que, después de nuevas tentativas de sedición, que fueron inmediatamente reprimidas, huyeron a Francia, refugiándose en la corte de Felipe el Hermoso. En Alemania reconoció emperador a Alberto de Austria.
Pero la lucha más dura para Bonifacio fué la que sostuvo con Felipe el Hermoso. La causa fué la famosa bula Clericis laicos, con la cual Bonifacio prohibía a los eclesiásticos pagar impuestos extraordinarios sobre las rentas de la Iglesia sin el permiso de la Santa Sede, prohibiendo a los seglares imponerlos o hacerlos efectivos. En aquellos momentos ardía una guerra encarnizada entre Francia e Inglaterra, y los dos soberanos, para sostenerla, habían aplicado impuestos enormes sobre las rentas eclesiásticas. La bula, que fué recibida en todas partes más o menos respetuosamente, en Francia encontró la oposición de Felipe el Hermoso, quien para obtener dinero había llegado al punto de falsificar la moneda. De aquí una larga serie de malversaciones por parte del rey, el cual llegó a impedir el ejercicio de la autoridad pontificia en el reino.
Bonifacio, por medio de mensajes y diversas bulas, trató de hacerle rectificar; mas Felipe, instigado por sus pérfidos consejeros y por los dos Colonna, se mostró cada vez más intransigente. Al reunirse los Estados Generales, Felipe llevó su odio a hacer declarar depuesto al Pontífice y a reunir un concilio para la elección de un nuevo papa. Mientras Bonifacio, después de un consistorio, preparaba la bula Super Petri soli, en la que excomulgaba al rey y desligaba a sus súbditos del juramento de fidelidad, el 7 de septiembre de 1303, una banda de asesinos mandada por Guillermo Nogaret y por Sciarra Colonna, que había sido enviado a Italia para luchar contra el papa, penetraron en Anagni, irrumpieron en el palacio Apostólico y se apoderaron de Bonifacio, a quien injuriaron y tuvieron en la cárcel durante tres días, hasta que fué libertado por la multitud. Volvió a Roma entre el regocijo del pueblo; mas no cesaron las intrigas de sus enemigos, hasta que, bajo el peso de los años y más aún de los ultrajes sufridos, murió el 11 de octubre de 1303.
Se hicieron muchos comentarios alrededor de su muerte, y hasta se dijo que le habían dejado morir desesperado; más en 1605, cuando fué descubierto su cadáver en San Pedro, éste permanecía casi incorrupto y sin traza alguna de violencia.
Durante el pontificado de Bonifacio, en 1300 fue abierto el gran jubileo que atrajo a Roma a gente de todas las partes del mundo, y que inspiró a Dante su Comedia.
Fundó las Universidades de Roma, Fermo y Aviñón, y compiló el sexto libro de las Decretales, que envió a la Universidad de Salamanca, para que se explicase y por él se procediera jurídicamente. Cúpole el honor de haber canonizado a San Luis, rey de Francia.
Sobre este papa se han emitido los juicios más contradictorios, según el punto de vista bajo el cual lo juzgan los historiadores y los partidismos. A nosotros nos basta citar el juicio de un protestante y el de un santo. "Bonifacio VIII no fué un hombre sin importancia. Casi octogenario, nunca mostró durante su gobierno el más pequeño rasgo de debilidad; así como fué inflexible en sú voluntad, también sus ideas fueron claras y consecuentes. No en vano era gran jurista y quiso sobre todo la supremacía de la corte papal. En esto nos recuerda a Gregorio VII, aunque no mostró la elevación de espíritu de aquel" (Herzog-Enciclopedia).
"Bonifacio VIII fué hombre sabio y prudente, de fuerte espíritu y defensor de los derechos de la Iglesia" (San Antonino de Florencia).
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945
157, 158
"Los contactos cada vez más frecuentes y la promiscuidad de las diversas confesiones religiosas dentro de los confines de un mismo pueblo han conducido a los tribunales civiles a seguir el principio de la «tolerancia» y de la «libertad de conciencia». Existe incluso una tolerancia política, civil y social hacia los seguidores de las demás confesiones, que en tales circunstancias es también para los católicos un deber moral."
"I sempre più frequenti contatti e la promiscuità delle diverse confessioni religiose entro i confini di un medesimo popolo hanno condotto i tribunali civili a seguire il principio della «toleranza» e della «libertá di coscienza». Anzi vi è una tolleranza politica, civile e sociale verso i seguaci delle altre confessioni, che in tali circostanze è anche per i cattolici un dovere morale."
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