19 de octubre del Año del Señor
SAN PEDRO DE ALCÁNTARA,
Confesor
Traemos siempre y por todas partes en nuestro cuerpo
la mortificación de Jesucristo, a fin de que la vida de J esús
se manifieste también en nuestro cuerpo.
(2 Corintios, 4, 10).
San Pedro de Alcántara, siendo aun niño abandonó todas las esperanzas que le daban su nacimiento ilustre y sus raras cualidades, para entrar en la Orden los Recoletos. Animado del espíritu de San Francisco, trabajó con mucho fruto por la salvación de las almas, mediante sus predicaciones y numerosos milagros que Dios obró a sus ruegos. Santa Teresa mucho lo admiraba y asegura que Dios nada le había rehusado de lo que ella le había pedido por su intermedio. Murió en 1562.
ORACIÓN
Oh Dios, que os dignasteis hacer ilustre al bienaventurado Pedro, vuestro confesor, mediante los dones de una admirable penitencia y sublime contemplación, conceded a nuestros ruegos que, mortificando nuestra carne siguiendo su ejemplo y ayudados por sus méritos, comprendamos más fácilmente las cosas celestiales. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE LA VIDA DE
SAN PEDRO DE ALCÁNTARA
I. Este gran santo tenía tanto amor por los sufrimientos que a las austeridades prescritas por la regla de su Orden, añadió también otras más rigurosas. Comienza tú por practicar las mortificaciones que te impone tu estado de vida; haz después algunas penitencias supererogatorias. Es la manera de evitar el pecado. ¡Al que renuncia a las cosas permitidas, qué fácil le resulta evitar las prohibidas! (Tertuliano).
II. Su espíritu siempre estaba ocupado por el pensamiento de Dios. ¿Qué te impide a ti elevar de vez en cuando tu corazón a Dios? Lo puedes hacer en medio de tus más importantes ocupaciones. Ofrece al Señor, en cada hora del día, lo que haces y lo que sufres. Un acto de amor o de contrición se hace muy pronto.
III. Este santo tenía tanta caridad para con el prójimo que trabajaba sin descanso en su conversión. Comenzó reformando su Orden en España, después en Portugal, y enseguida mediante sus predicaciones se ocupó de la conversión de los pecadores. Comienza tú, asimismo, trabajando por la conversión de aquellos con quienes vives; para esto, tu buen ejemplo será más poderoso que tus palabras. Es preciso que pueda decirse del cristiano lo que Tertuliano decía del filósofo, que su exterior es un lenguaje y su conducta una enseñanza.
*En efecto, mis queridos hermanos. Estamos obligados a dar ejemplo de nuestra Fe y amor de Dios mediante nuestra conducta, que debe ser edificante y modesta, de modo que los demás, al vernos, puedan decir que desprendemos esa paz interior que sólo Dios puede dar. El alma que está en estado de gracia sólo quiere dar testimonio de cuán bueno y amable es el Señor, cuyo pensamiento la tiene ocupada durante todo el día. Los actos frecuentes de contrición y amor de Dios son fáciles de realizar para cualquier alma, así que no tenemos excusa para no confesar la Fe que nos ha sido dada desde lo alto. A quienes no tienen el espíritu de Dios les molesta mucho que se pregonen las alabanzas del Altísimo, no pueden soportar que alguien les hable de la Fe en Dios y la necesidad que hay de buscarlo mientras se deja encontrar, pero nosotros no debemos dejarnos intimidar por esas pobres personas erradas, sino que debemos continuar manteniendo encendida la llama de la Fe en un mundo que ya ha sido juzgado y sentenciado por Dios Uno y Trino por haber apostatado miserablemente de la Santa Fe Católica, Apostólica y Romana. La mayor penitencia que tenemos hoy es no poder contar con un Papa que nos guíe y proteja contra los embates de los enemigos desatados por todos lados; como consecuencia directa de no haber Papa, tampoco tenemos ya a la Esposa santa e inmaculada de N.S.J.C., nuestra madre la Iglesia, que está eclipsada, sí, pero permanecen firmemente en su lugar con el ejercicio preexistente del primado de Pedro, en la disciplina infalible que dejó S.S.Pío XII para estos tiempos; Cristo pues está perpetuamente con sus discípulos, cuando hace que estén perpetuamente unidos con su centro,el Papa; por lo que debemos refugiarnos en las catacumbas y el desierto de nuestros propios hogares para practicar nuestra bendita Fe, siendo alimentados milagrosamente por el Espíritu Santo Paráclito durante esta espantosa gran tribulación espiritual que debe durar hasta la Parusía del Hijo de Dios. Ofrezcamos esta inmensa tristeza de vernos privados del Padre (el Papa) y la Madre (la Iglesia) de la Fe Católica como una penitencia agradable a Dios Uno y Trino, trabajando con ardor en la santificación de nuestras almas, mientras aguardamos a que llegue la santa hora en la que Dios intervenga para destruir a quienes persiguen la buena semilla de la Verdad. San Pedro de Alcántara, ruega por nosotros.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
SAN PEDRO
DE ALCÁNTARA
Confesor
n. 1499 en Alcántara (Extremadura), España;
† 18 de octubre de 1562 en Extremadura, España
Patrono de guardias; serenos; Brasil.
Traemos siempre y por todas partes en nuestro cuerpo la mortificación de Jesucristo, a fin de que la vida de Jesús se manifieste también en nuestro cuerpo. (2 Corintios 4, 10)
+ San Pedro de Alcántara, Sacerdote de la Orden de Menores y Confesor, que pasó al cielo el día de ayer.
+ En Roma, el triunfo de los santos Mártires Tolomeo y Lucio, en tiempo de Marco Antonino. Tolomeo, según escribe el Mártir san Justino, por haber convertido una mujer impúdica a la fe de Cristo y enseñádola a vivir castamente, acusado por su impuro marido ante el Prefecto Urbicio, fue largo tiempo maltratado en una inmunda prisión, y al cabo, declarándose públicamente discípulo de Cristo, fue condenado al último suplicio. Lucio también, por reprobar la sentencia de Urbicio y confesar libremente que era Cristiano, recibió la misma sentencia. Juntóse a los dos otro tercer Cristiano que con ellos sufrió la misma pena capital.
+ En Antioquía, los santos Mártires Beronico, Pelagia, Virgen, y otros cuarenta y nueve.
+ En Egipto, san Varo, soldado, el cual, en tiempo del Emperador Maximino, visitando y llevando de comer a siete santos Monjes que estaban presos en la cárcel, hallando muerto uno de ellos, quiso quedarse en su lugar, y así, después de sufrir en compañía de los otros cruelísimos tormentos, consiguió la palma del martirio.
+ En Evreux de Francia, san Aquilino, Obispo y Confesor.
+ En territorio de Orleáns, la dichosa muerte de san Verano, Obispo.
+ En Salerno, san Eusterio, Obispo.
+ En el monasterio de Taurac, en Irlanda, san Etbino, Abad.
+ En Oxford de Inglaterra, santa Fredeswinda, Virgen.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.