La meridiana, o siesta que se hace en Italia, mi muy amado, y R. P., no le había de admirar á V. P. si se acuerda, que el que está en Roma es preciso que viva como los Romanos.
¿Pues qué es un escándalo, o una gran desdicha que un pobre Religioso haga media hora de siesta para volver después á sus exercicios con mas actividad, y más en un país donde se ve abrumado del excesivo calor? Contemple V. P. que ese mismo es el instante en que se observa mejor el silencio, y mas quando V. P. que pone en el número de los pecados capitales una sola palabra que se profirió, cuando no se había de hablar. Vea V. P. á Jesu-Cristo cuando haya dormidos á sus Apóstoles: !Ay; les dice con la mayor bondad, Pues qué no habéis podido velar una hora conmigo?
¿Pero cómo pondremos de acuerdo la obediencia que V. P. quiere de sus Religiosos, con la que V. P. niega al Sumo Pontífice?
No puede ignorar V. P. que todas las Reglas Claustrales no tienen vigor sino porque las aprobaron los Papas; y que, si el que reina ahora (S.S. Benedicto XIV) con tanta prudencia, y discreción, quiere dispensar á sus Religiosos de algunos exercicios, es absolutamente dueño de poder hacerlo.
Nadie le disputará jamás al Legislador el derecho de moderar la ley.
El modificar algunas austeridades que dependen del tiempo, del lugar, y de las circunstancias, no es herir la esencia de los votos. La letra mata y el espíritu vivifica; pero hay Superiores que, siempre inquietos, temen que se omita una sílaba de las Constituciones.
Hágame V. P. el favor de tranquilizarse, para el bien de sus Religiosos, y para su propia salud. Mientras V. P. me consultare, le responderé en este tono: no basta alegar la conciencia, es me- nester aclararla. Yo abrazo á V. P. con todo mi corazón, siendo, &c.
Roma á 12 de Septiembre de 1754
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