Santo Tomás de Aquino
SEGUNDO PUNTOEntonces considera cuántas gracias Dios se ha dignado añadir a los regalos de la naturaleza. Es únicamente para amarle y servirle que nos ha colocado en el seno de la Iglesia y como en el centro de la Religión. Allí recibimos tal abundancia de gracias que verdaderamente, según los principios de Santo Tomás (1), el uso de un solo sacramento nos enriquece con más gracias de las que jamás hemos recibido o jamás recibirán los infieles que han existido desde el nacimiento del mundo, o que existirán hasta su consumación. Y, de hecho, ninguna ayuda disponible para los infieles es capaz de justificarlos. De modo que debemos entrar en los sentimientos de aquella alma santa de los Cantares que dijo: “Dilectus meus mihi, et ego illi (2). » ¿No es por un exceso de amor que Dios se entregó enteramente a mí, y no es justo, a cambio, que yo me entregue enteramente a él? Si -como continúa haciéndole hablar un Padre- es por un exceso de amor que quiso preferirme a todo el mundo (3), a todos los que alguna vez vivieron fuera de la Iglesia y de la verdadera religión, Dios sólo tuvo esta preferencia y tomó esta decisión de formar un pueblo que lo honraría con dignidad, un pueblo que siempre estaría en su presencia, siempre caminaría delante de Él y le serviría en justicia y santidad. (4).
(1) D. Th. 2-2. Q. 10. A. 4. — (2). Cant. 2, 16. — (3) Quia me toti orbi praetulit. Ex Theod. — (4) In sanctitate et justitia coram ipso. Luc. 1, 75.
Continuará...