"La historia de todos los siglos es testimonio de esto, la Sede Apostólica, que ha recibido no solo el magisterio sino el gobierno supremo de la Iglesia, ha mantenido siempre el mismo dogma, el mismo sentido y la misma fórmula; por otra parte, siempre ha regulado la disciplina, sin tocar lo que es de derecho divino, para tener en cuenta las costumbres y exigencias de las naciones tan diversas que la Iglesia une en medio de ella. ¿Y quién puede dudar de que éste está dispuesto a actuar de la misma manera aún hoy si la salvación de las almas lo exige? Sin embargo, no es la voluntad de los individuos, fácilmente engañados por las apariencias del bien, que la cuestión debe resolverse; pero le corresponde a la Iglesia emitir un juicio, y todos deben estar de acuerdo con él, bajo pena de incurrir en la censura llevada a cabo por Nuestro predecesor Pío VI. Éste declaró la proposición LVXXVIII del Sínodo de Pistoia “perjudicial para la Iglesia y para el Espíritu de Dios que la gobierna, en cuanto somete a discusión la disciplina establecida y aprobada por la Iglesia, como si la Iglesia pudiera establecer una disciplina innecesaria y demasiado pesada para la libertad cristiana ."
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