22 de octubre del Año del Señor
SANTA MARÍA SALOMÉ
Pedid y se os dará; buscad y hallaréis;
llamad y se os abrirá.
(Mateo, 7,7).
Santa María Salomé tenía tanto amor por Jesucristo, que le siguió hasta el Calvario, con Santa María Magdalena y María, madre de Santiago. Así, en el momento en que los discípulos abandonaban al Salvador, esta santa mujer le permaneció fiel. Ella proporcionó perfumes para ungir el cuerpo de Jesucristo y, el domingo, fue al santo sepulcro muy de mañana con sus dos compañeras. Allí, encontraron a un ángel que les anunció la resurrección de Jesucristo.
ORACIÓN
Escuchadnos, oh Dios Salvador nuestro, y que la fiesta de la bienaventurada María Salomé, al mismo tiempo que regocija nuestra alma la enriquezca con los sentimientos de una tierna devoción. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN CÓMO SE HA DE BUSCAR
A DIOS PARA ENCONTRARLO
I. Hay que buscar a Dios en todos nuestros actos, siguiendo el ejemplo de María Salomé que lo siguió durante su vida, lo buscó en el Calvario y lo honró en la tumba. Fuera de Dios, ¿hay acaso algo en este mundo que merezca tus cuidados y afanes? Todo el resto pasa; todo el resto ha sido creado para tu uso y no para ser tu último fin. Los bienes del mundo son vanos y falaces, sólo sus males son verdaderos.
II. Estas santas mujeres fueron con prontitud y muy de mañana al santo sepulcro para buscar en él a Jesús. Imítalas, conságrate a Dios desde tu juventud, o, si por desgracia has dado al mundo los más hermosos días de tu vida, di con David: Señor, no te acuerdes de las faltas e ignorancias de mi juventud. ¡Ay! son grandes y numerosas, porque no usé sino para ofenderos la inteligencia y la libertad que me disteis para conoceros y para amaros. Desde que pude ofenderos, no he cesado de cometer pecados y realizar obras malas. (San Bernardo).
III. ¿Quieres encontrar a Jesús y gozar de los consuelos de su divina presencia? Búscalo en el Calvario y en la tumba; búscalo con lágrimas y gemidos, porque lo has perdido entregándote a los placeres prohibidos. Mundanos, regocijaos tanto como os plazca, yo quiero buscar a Jesús en los sufrimientos; porque si lo busco en las aflicciones durante mi vida, lo encontraré en la gloria después de mi muerte. Si nos regocijamos con el siglo, es de temer que lloremos igualmente con él. (Tertuliano).
*Ciertamente, mis queridos hermanos y hermanas. Santa María Salomé y las otras mujeres santas que la acompañaron hasta el Calvario para ver expirar a Nuestro Señor Jesucristo en el madero de la Cruz nos ofrecen un testimonio ejemplar a todos los que queremos imitar las virtudes de los Santos. En efecto, pues en la hora más crítica, cuando prácticamente todos habían abandonado al Salvador y Redentor de la humanidad, escandalizados por el cobarde respeto humano y por otras miserias propias de la flaqueza humana, tan sólo unas pocas mujeres piadosas y sufridas permanecieron fieles junto al divino Crucificado para llorar su muerte y acompañar a la Santísima Virgen María Madre de Dios en su inmensa tristeza por ver morir a su querido Hijo. Este hecho debería infundir confusión y vergüenza en muchos varones que se llenan la boca hablando de amor y fidelidad a Jesús, pero en cuanto llega la hora de la prueba y de dar testimonio de su Fe, huyen y le abandonan miserablemente, mientras que estas pobres mujeres soportaron valientemente las burlas e invectivas de los judíos y los jefes de la sinagoga, pues el amor que sentían por Cristo era más fuerte que cualquier miedo o escrúpulo. Como representante del género masculino, en la hora más oscura de la Pasión de N.S.J.C., sólo estuvo presente San Juan Apóstol y Evangelista, el Discípulo Amado, mientras que el resto de discípulos le habían abandonado y se habían escondido por miedo. El testimonio de Santa María Salomé nos enseña que nuestro amor por Dios debe ser tan fuerte y sincero, que nada nos haga retroceder cuando llegue el momento de confesar nuestra Fe ante el mundo entero y ante el mismísimo infierno si es preciso. A Dios se le encuentra en el dolor y la desolación, pues cuando toda esperanza humana parece inútil, es entonces cuando Él se revela y nos muestra cuán cierto y profundo es Su amor por nosotros, pobres pecadores. Santa María Salomé, ora pro nobis.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
SANTA MARÍA SALOMÉ
Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá.
(Mateo 7, 7)
+ En Jerusalén, santa María Salomé, madre de los santos Santiago y Juan Apóstoles, de la cual se lee en el Evangelio que anduvo solícita en la sepultura del Señor.
+ En Jerusalén, asimismo, san Marcos, Obispo, varón muy distinguido y muy docto, el primero de los Gentiles que gobernó la Iglesia de Jerusalén, y no mucho después, en tiempo del Emperador Antonino, mereció la palma del martirio.
+ En Adrianópolis de Tracia, el triunfo de los santos Mártires Felipe, Obispo, Severo, Presbítero, Eusebio y Hermes; los cuales, en tiempo de Juliano Apóstata, después de encarcelados y azotados, fueron consumidos en la hoguera.
+ Igualmente los santos Mártires Alejandro, Obispo, Heraclio, soldado, y sus Compañeros.
+ En Fermo del Piceno, el triunfo de san Felipe, Obispo y Mártir.
+ En Colonia, santa Córdula, una de las Compañeras de santa Úrsula, la cual, atemorizada por los suplicios y muerte de las otras, se ocultó; pero arrepentida de ello, el día siguiente se presentó de grado a los Hunos, y la última de todas recibió la corona del martirio.
+ En Huesca de España, las santas Vírgenes Nunilona y Alodia, hermanas, que, por la confesión de la fe, condenadas por los Sarracenos a pena capital, consumaron el martirio.
+ En Hierápolis de Frigia, san Albercio, Obispo, que floreció en tiempo del Emperador Marco Antonino.
+ En Rúan, san Melanio, Obispo, que ordenado por el Papa san Esteban, fue enviado a predicar el Evangelio en aquella ciudad.
+ En Toscana, san Donato Escocés, Obispo de Fiésole.
+ En Verona, san Verecundo, Obispo y Confesor.