Diácono de Roma, fué elegido Papa con la autorización del emperador, en 858.
Se hizo coronar solemnemente, y parece que fué él el primero en dar una gran solemnidad a la ceremonia, que se fué repitiendo luego fielmente en la elección de cada papa.
En Occidente, Nicolás I mantuvo la autoridad suprema de la Santa Sede sobre los obispos de Francia y de otros países.
Afirmó con gran energía el derecho de la Iglesia a juzgar al rey, y en la cuestión del divorcio de Lotario II, rey de Lorena, mostrándose enérgico defensor de la fe y de la moral, obligó a aquel príncipe a tomar de nuevo a su legitima consorte Teotberga.
Defendió enérgicamente a Ignacio, patriarca de Constantinopla, que injustamente había sido depuesto por Miguel III, quien lo substituyó por el seglar Focio.
En un concilio de Roma del año 863 Focio fué condenado; mas nada se logró, porque éste, protegido por el emperador, continuó en su cargo y persiguió a los fieles y a Ignacio.
Bajo el reinado de Basilio, Focio fué echado e Ignacio restituído en la sede (867); el Papa no llegó a saberlo, pues mientras tanto pasó a mejor vida.
Tuvo que imponerse a Juan, arzobispo de Rávena, que abusando de su poder tiranizaba a los obispos y al clero que estaban bajo su autoridad.
Tuvo el consuelo de ver difundir el Evangelio en Bulgaria, Moravia y cerca de los Cazaros por obra especialmente de los Santos Cirilo y Metodio.
Nicolás I fué justamente llamado el grande por su fortaleza de espíritu, por su celo y virtud y por el fervor con que abrazó la defensa de los derechos de la verdad y de la justicia.
Murió el 3 de noviembre de 867 y fué sepultado en San Pedro.
Quedaron de él muchas cartas (cerca de cien), importantísimas para la historia.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945