Un pasaje de la epístola de San Pablo a los Gálatas, capítulo 2, y 1, y siguientes ha dado lugar a una disputa sobre el nombre de Cefas; dice el apóstol que catorce años después de su conversión, ó después de un viaje que había hecho a Jerusalén, hizo otro, durante el cual conferenció sobre el Evangelio con los apóstoles, y en particular con los que tenían representación; que Santiago, Cefas y Juan, que parecían ser las columnas de esta Iglesia, creyeron oportuno que con Bernabé predicara a los gentiles, así como ellos predicaban a los circuncisos, añade San Pablo, habiendo venido Cefas a Antioquía le resistí cara a cara porque era reprensible. Antes de la llegada de algunos judíos que vinieron de parte de Santiago comía con los gentiles: desde su llegada se retiraba y andaba como escondido, por temor de desagradar a los circuncisos, y efectivamente atrajo a muchos con este disimulo. Como yo viese que no obraban según la rectitud del Evangelio dije a Cefas delante de todo el mundo: Si tu que eres judío vives como los gentiles por qué quieres obligarles a judaizar?
La cuestión es el saber si este Cefas, reprendido por San Pablo, es el apóstol San Pedro ó un discípulo de este mismo nombre.
Los antiguos se dividieron sobre esa cuestión. Orígenes, Didymo, Apolinar, Eusebio de Edesa, Teodoro de Heraclea, San Juan Crisostomo, y Teodoreto, entre los griegos: Tertuliano, San Cipriano, San Jerónimo, San Agustín, el autor llamado Ambrosiaster, San Gregorio el Grande, y Santo Tomás, entre los latinos, y el mayor número de comentadores han creído que este Cefas es el apóstol San Pedro.
Están por la opinión contraria San Clemente de Alejandría en sus hipótesis, Eusebio que refiere el pasaje sin contradecirlo, Doroteo de Tiro, en una crónica pascual, muchos escritores de los cuales habla San Juan Crisostomo, San Jerónimo, y San Gregorio que vivían en su tiempo, el autor de la Crónica de Alejandría, que escribía en el siglo VII y Ecumenio que murió en el siglo XI.
Como se trata, no de un punto de dogma sino de historia y de crítica, el Padre Hardouino ha creído que debía decidirse por razones más bien que por autoridades, pues que no hay sobre esto testigos contemporáneos; hizo en 1709 una disertación para probar que Cefas no es el apóstol San Pedro. El abate Boileau lo ha refutado en otra disertación en 1713. Dom Calmel, que refiere razones en pro y en contra en una disertación sobre este mismo asunto, Biblia de Aviñón, tomo 15, página 705, se decide por la opinión del abate Boileau.
Cada uno de estos autores arregla la cronología de una manera favorable a su opinión; pero como no es más que una conjetura por una parte y otra no nos detendremos en este punto. La principal dificultad es saber si la disputa de San Pablo con Cefas tuvo lugar antes o después del concilio de Jerusalén, en el cual se decidió que los gentiles no estaban obligados a observar la ley de Moisés como pretendían los judíos.
El Padre Hardouino dice que fue antes del concilio, porque si San Pedro hubiera cometido la falta de que se le acusa, después de haber juzgado él mismo la causa contra los judíos y a favor de los gentiles, su conducta en Antioquía sería inexcusable. Dom Calmet no parece quedar suficientemente satisfecho con esta primera objeción del Padre Hardouino.
Este hace observar, en segundo lugar, que San Pablo en la epístola a los Gálatas, llama tres veces a San Pedro PETRO, capítulo 1, y 18; capítulo 2, y 7, y 8; que no es probable que en el y 9 le llame Cefas: el modo con que habla de este sería muy indecoroso con respecto a San Pedro. Pudo decir de él: Yo conferenciaré con los que parezcan ser alguna cosa, .2; los que parecían ser algo nada me han dado, . 6, después de haber dicho, capítulo 1, . 18: Yo vengo a Jerusalén a ver a Pedro y permaneceré en su casa por espacio de quince días? ¿Es probable que en estos quince días San Pablo no se hubiese aprovechado nada de las instrucciones de San Pedro? Es mucho más natural creer que Santiago, Cefas y Juan, de los cuales habla, y 6, 9. con una especie de desprecio, no fuesen tres apóstoles sino tres discípulos de los que no estaba contento San Pablo.
Responde Dom Calmet, que San Pedro tenía dos nombres, San Pablo podía servir indiferentemente de ellos; mas no satisface a la segunda parte de la objeción.
En tercer lugar, en la primera epístola a los Corintios, capítulo 1, y 12, San Pablo los reprende porque entre ellos los unos decían: Yo soy de Pablo; los otros: Yo soy de Apolo; aquellos: Yo soy de Cefas; estos: Yo soy de Jesucristo. Fuera de ser muy dudoso que San Pedro haya jamás predicado en Corinto, tuvo allí discípulos particulares, y fue llamado Cefas y no PETRO ¿Puede nadie persuadirse que San Pablo solo le colocara en tercer lugar, y después de un simple discípulo? Hace lo mismo hablando, capítulo 9, y 5, de los apóstoles, de los hermanos del Señor y de Cefas. En esto habría una afectación muy notable.
Por más que se diga que no se trataba de arreglar los puestos, el lugar que ocupaba San Pedro entre los apóstoles exigía más atenciones que San Pablo manifestó a Cefas.
Las razones que alega el P. Hardonino no parecen muy sólidas, y no se puede aprobar su afectación al preferir la lección de la vulgata a la del texto griego.
En el fondo, esta contestación no nos parece muy importante. Aun cuando Cefas reprendido por San Pablo fuese el apóstol San Pedro, aún cuando este hubiera alabado hasta el exceso la preocupación de los judíos, su falla no le parecería muy grave. San Pablo mismo, por deferencia a los judíos hizo circuncidar a su discípulo Timoteo se purificó en el templo é hizo las oblaciones prescritas por la ley Actos de los Apóstoles capítulo 16, y 3; capítulo 21, y 21. Por lo tanto juzgaba muy apropósito, lo mismo que San Pedro, tener algunas condescendencias respecto de las preocupaciones de los judíos con quienes era preciso no chocar de frente. Aun cuando San Pedro no hubiera desde luego calculado las consecuencias que de ello podían resultar esto no sería un crimen. Con mucha injusticia los herejes y los incrédulos han tomado ocasión de este hecho para calumniar a estos dos apóstoles; en la conducta de uno y otro no se encuentra ningún rasgo de hipocresía, ni de mala fé.
Los protestantes que dedujeron de esto que San Pedro no era infalible, han jugado con el término; a lo más debían deducir que San Pedro no era impecable.
Observar una conducta de la cual puede deducirse una falsa consecuencia y un error, no es enseñar por esto el mismo error. San Pedro pudo haber pecado en su conducta, sin haber por ello faltado en su doctrina.
DICCIONARIO DE TEOLOGÍA BERGIER
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