John the Faster
...El Papa San Gregorio I Magno (599-604), quien sucedió a Pelagio II, al principio tenía buenas relaciones con Juan IV. Lo había conocido en Constantinopla cuando había sido legado (apocrisiario) allí (578-584), y le había enviado noticias sobre su elección como Papa en una carta amistosa (Epp., I, IV, en P.L., LXXVII, 447). Se cree que al Juan a quien dedicó su "Regula pastoralis" es a Juan de Constantinopla (otros piensan que fue a Juan de Rávena, Bardenhewer, "Patrology", tr Shahan, San Luis, 1908, p. 652). Pero en el año 593 este asunto del nuevo y arrogante título provocó una seria disputa. Se debe señalar que Gregorio era todavía tan anticuado como para adherirse a la teoría de tres patriarcados solamente, aunque oficialmente aceptaba los cinco (Fortescue, "Iglesia Oriental Ortodoxa", p. 44). Sin embargo, no estaba muy inclinado en absoluto hacia Constantinopla como patriarcado, y que reclamara ser el patriarcado universal se parecía una insolencia inaudita. Juan había azotado cruelmente a dos sacerdotes acusados de herejía, los cuales apelaron al Papa. En la correspondencia subsiguiente Juan asumió el título de patriarca ecuménico “en casi todas las líneas” de su carta (Epp., V, XVIII, en P.L., LXXVII, 738). Gregorio protestó vehementemente contra esto en una larga misiva dirigida primero a Juan, luego al emperador Mauricio, a la emperatriz Constantina y a otros. El argumentó que “si un patriarca se llama universal, de ese modo le está quitando el título a otro” (Epp., V, XVIII, ibid., 740). El asumir un título como éste fue un descaro especial del obispo bizantino, cuya existencia como patriarca era del todo nueva y todavía incierta (Roma se había negado a aceptar el tercer canon del Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla y el vigésimo octavo canon del Concilio de Calcedonia). Luego arguye independencia de cualquier superior; mientras que, dice Gregorio, “¿Quién duda que la Iglesia de Constantinopla está sujeta a la Sede Apostólica?” (Epp., IX, XII, ibid., 957); y de nuevo: “No conozco ningún obispo que no esté sujeto a la Sede Apostólica” (ibid).
El Papa rechaza claramente el adjetivo “universal” para cualquier obispo, incluyéndose él mismo. Él dice que el Concilio de Calcedonia había querido aplicárselo a León I, pero que él lo había rechazado (Epp., V, XVIII, ibid., 740, XX, 747, etc.). Esta idea descansa sobre el concepto erróneo (Hefele-Leclercq, "Histoire des Conciles", II, Paris, 1908, págs. 834-5), pero su razón para tomar a mal el título para cualquier obispo es obvia a través de sus cartas. “Él lo entendió como una exclusión de todos los demás [privative quoad omnes alios], de modo que aquél que se llame a sí mismo ecuménico, es decir, universal, piensa que todos los demás patriarcas y obispos son personas privadas y que él mismo es el único pastor de toda la tierra habitada” (así mismo Horacio Giustiniani en el Concilio de Florencia; Hergenröther, “Focio”, I, 184). Por esta razón Gregorio no escatima en lenguaje para denunciarlo. Es “arrogancia diabólica” (Epp., V, XX, en P.L., XXVII, 746, XXI, 750, etc.); él que se llama a sí mismo de este modo es un anticristo.
Para oponerse a ello Gregorio asumió el título que han llevado desde entonces todos sus sucesores. “Él rebatió el nombre “universal” y primero que todo comenzó a llamarse a sí mismo al principio de sus cartas “siervo de los siervos de Dios” (Servus servorum Dei), con suficiente humildad, dejando a todos sus sucesores esta evidencia hereditaria de su humildad” (Juan Diácono, "Vita S. Gregorii", II, I, en P.L., LXV, 87). Sin embargo, los patriarcas de Constantinopla mantuvieron su título “ecuménico” hasta que se volvió parte de su estilo oficial. El patriarca ortodoxo firma todavía “Arzobispo de Constantinopla, Nueva Roma, y Patriarca Ecuménico”. Pero es notable que incluso Focio (m. 891) nunca se atrevió a usar esa palabra cuando escribía a Roma, y La Iglesia católica nunca la ha aceptado, pues se convirtió en símbolo de la arrogancia y del cisma bizantino. En 1024 el emperador Basilio II (963-1025) trató de persuadir al Papa Juan XIX (1024-1033) de que lo reconociera. El Papa parece que estaba listo para hacerlo, pero un estallido de indignación a través de Occidente y una severa carta del abad Guillermo de Dijon lo hicieron recapacitar (Fortescue, “Iglesia Oriental Ortodoxa”, p. 167). Luego de nuevo, en tiempos del cisma final, el Papa San León IX le escribe a Miguel Cerulario de Constantinopla (en 1053): “Cuán lamentable y detestable es la sacrílega usurpación con la que tú alardeas de ser el Patriarca Universal” (op. cit., p. 182). Ningún obispo católico desde entonces se ha atrevido a asumir dicho título.
Respecto al asunto en discusión, uno debe notar primero que Gregorio no conocía el idioma griego. Él vio las palabras sólo en una versión en latín: “Patriarcha universalis”, en el cual ciertamente sonaban más escandalosas que en griego. En sus cartas se ve claramente cómo las entendió. Ellas parecen significar que toda la jurisdicción viene de un obispo, y que todos los demás obispos son sólo sus vicarios y delegados. La teología católica no afirma esto del Papa o de nadie. Los obispos diocesanos tienen jurisdicción ordinaria, no delegada; ellos reciben su autoridad inmediatamente de Cristo (a través del Papa), aunque sólo la usen en la comunión de la Santa Sede. Esa es la diferencia total entre los ordinarios diocesanos y los vicarios apostólicos; todos los obispos no son vicarios apostólicos del Papa. Ni ningún Papa ha asumido nunca el título de “obispo universal”, aunque ocasionalmente otras personas los han llamado así en forma de cumplimiento. Por lo tanto, es falsa la acusación de que los sucesores de Gregorio han usurpado el título que tanto él rechazó.
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JURISDICCIÓN ORDINARIA, QUE EL MISMO SUMO PONTÍFICE DIRECTAMENTE LES HA COMUNICADO
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