VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SOBRE EL MES DE MAYO, MES DE LA STMA. VIRGEN


Cardenal Fernando Quiroga
Arzobispo de Santiago de Compostela
CIRCULAR NÚM. 81
1955

SOBRE EL MES DE MAYO

El amor que los fieles profesan a la benditísima Virgen María parece que se acrecienta en el mes consagrado tradicionalmente a su culto especial. Las galas con que en él se reviste la naturaleza nos recuerdan vivamente las gracias y los dones con que quiso el Señor adornar a la Virgen Santísima, haciéndola sumamente amable.

A ella debemos de rendir nuestros homenajes, y elevar nuestras plegarias y manifestar nuestro amor.

Celebrense durante el mes de mayo especiales cultos en honor de nuestra Madre y Señora; pero sobre todo esforcémonos en imitar sus virtudes copiándolas en nuestra vida, para que no haya en ella nada que desdiga de nuestra condición de hijos de tan Santa y buena Madre. Su humildad, su espíritu de sacrificio y su intenso amor a Dios y al prójimo deben de ser objeto de nuestra consideración e imitación.

Otra virtud resplandece en la Santísima Virgen en la que hemos de fijar nuestra atención de manera especial, porque de manera especial está siendo conculcada en nuestros días. Es su pureza.

No hace mucho, el 15 de agosto del pasado año, la Sagrada Congregación del Concilio hizo, en nombre de Su Santidad el Papa, una seria llamada a los fieles del mundo entero para que se opusieran vigorosamente a la corriente de impiedad y de lascivia que se extiende por todas partes.

A nadie se ocultan, dice la Sagrada Congregación, los espectáculos que, sobre todo en el período de verano, se producen, y que no pueden menos de ofender a cuantos todavía no han olvidado y no del todo desprecian la virtud cristiana y el humano pudor. No sólo en las playas, no sólo en los pueblos de veraneo, sino  en todas partes, aun en las calles de ciudades y aldeas, en sitios públicos y privados, prevalecen los vestidos indignos y desvergonzados.

Esto de modo especial al espíritu de los jóvenes, tan fácilmente inclinado al mal, pone en gravísimo peligro.

El ornato femenino, si ornato puede llamarse; los vestidos femeninos si como vestidos han de tenerse -decía Séneca-, aquellos en los que nada hay que pueda defender el cuerpo y ni siquiera el pudor», son frecuentemente tales, que parece sirven mejor para fomentar la impudicia que para defender la honestidad.

Es absolutamente preciso avisar y exhortar a toda clase de personas, pero especialmente a la juventud, a evitar tales escándalos, que repugnan totalmente con el sentido cristiano y la civilización y ponen ambas cosas en gravísimo peligro.

Por su parte el Congreso de Moralidad, celebrado en Madrid en el pasado febrero, ante la gravedad del mal aprobó entre otras las dos conclusiones siguientes: «El buen ejemplo debe ser la norma primera de todo católico donde quiera que se encuentre, venciendo para ello todo respeto humano y superando con su propia conducta las nuevas formas extrañas a nuestra tradición cristiana». «En la manera de comportarse y en las apreciaciones de la conducta moral de los demás, afirmamos que la inmoralidad produce escándalo y que los perjuicios que el escándalo origina son, en la mayor parte de los casos, irreparables, por lo que el acto inmoral causa grave daño no sólo al que lo comete, sino a la sociedad en que vive.

También entre nosotros cunden, por desventura, costumbres y modos de vestir y de comportarse que desdicen totalmente de nuestra condición de cristianos.

Sea éste uno de los homenajes que rindamos a la Stma. Virgen en el mes de mayo: que en nuestra vida resplandezca la más exquisita pureza para contrarrestar así el torrente de mal que nos invade. Santiago, 16 de abril de 1955.

+ FERNANDO, CARDENAL ARZOBISPO.


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NUESTRA DETERMINACIÓN DE INSTITUIR, COMO DE HECHO LO HACEMOS, LA FIESTA LITÚRGICA DE SAN JOSÉ OBRERO, SEÑALANDO PARA ELLA EL DÍA 1 DE MAYO


1 de Mayo del Año del Señor
SAN JOSÉ OBRERO


S.S. Pío XII
Discurso a más de 150.000 trabajadores congregados en la Plaza de San Pedro
(Extracto)
L'Osserv. Rom., 2-3-V-55;
A.A.S., vol. 47. página 402. 


Aquí, en este día 1 de mayo, que el mundo del trabajo se ha adjudicado como fiesta propia, Nos, Vicario de Jesucristo, queremos afirmar de nuevo solemnemente este deber y compromiso con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo y que ella inspire la vida sorepartición de derechos y de deberes.
Tomado en este sentido por los obreros cristianos el 1 de mayo, recibiendo así, en cierto modo, su consagración cristiana, lejos de ser fomento de discordias, de odios y de violencias, es y será una invitación constante a la sociedad moderna a completar lo que aun falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto, es decir, día de júbilo para el triunfo concreto y progresivo de los ideales cristianos de la gran famiila del trabajo.
A fin de que os quede grabado este significado, y en cierta manera para corresponder inmediatamente a los numerosos y preciosos dones que nos habéis traído de todas las regiones de Italia, nos place anunciaros Nuestra determinación de instituir, como de hecho lo hacemos, la fiesta litúrgica de San José Obrero, señalando para ella precisamente el día 1 de mayo. ¿Os agrada, amados obreros, este Nuestro don? nos seguros que si, porque el humilde obrero de Nazareth no sólo encarna delante de Dios y de la Iglesia la dignidad del obrero manual.. sino que es también el próvido guardián de vosotros y de vuestras familias.
Con este deseo en los labios y en el corazón, amados hijos, y con la certeza de que recordaréis este día tan lleno de santos propósitos, tan espléndido de buenas esperanzas y tan prometedor por todo lo que se ha realizado, invocamos del Altísimo las mejores bendiciones sobre vosotros, sobre vuestros parientes, sobre los enfermos de los hospitales y sanatorios, sobre los campos y los talleres, sobre vuestras A. C. L. I. y su grande y noble actividad, sobre los patronos, sobre la amada Italia, sobre el mundo todo del trabajo, a Nos siempre tan querido.
Descienda del cielo sobre la tierra, trabajada y hecha fecunda por vosotros, obedeciendo al primitivo precepto divino, Nuestra paternal Bendición Apostólica.

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MIENTRAS NO DESAPAREZCA LA HEREJÍA LIBERAL, NO HABRÁ PAZ EN EL MUNDO

 Ramiro Fernández Valbuena
CANONIGO PENITENCIARIO DE LA SANTA IGLESIA PRIMADA DE TOLEDO
RECTOR DEL SEMINARIO CONCILIAR CENTRAL DE SAN ILDEFONSO
Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela
Senador Español


Así es que mientras no desaparezca la herejía liberal, no habrá paz en el mundo, no habrá paz en España; porque la herejía es la guerra y guerra del peor género; guerra del mal contra el bien; guerra del error contra la verdad; guerra de la inmoralidad contra las buenas costumbres; guerra de la materia contra el espíritu; guerra del Estado contra la Iglesia; guerra, en fin, de Luzbel contra Dios y su Cristo.


LA HEREJÍA LIBERAL
EDICIÓN DE 1907

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AFIRMAR QUE EL HOMBRE TIENE DERECHO ANTE DIOS DE PENSAR Y DE CREER EN RELIGIÓN COMO ÉL QUIERA, ES UN ERROR

Bartolo Longo

«[…] Oposición. El poder civil, es verdad, limita estos derechos, pero por condiciones especiales de hecho, pero el derecho no es el hecho. El derecho de la libertad de conciencia y de cultos reside en la conciencia de todo hombre, y reclama ser reconocido cual es ante Dios.

Respuesta. Dios lo ha negado, en la Ley antigua y en la nueva, y la razón es clara. El hombre no es el Creador, sino la creatura de Dios. Ahora bien, la dependencia y el obsequio de la creatura hacia su Creador se dice Religión, por la voz latina que significa “vínculo”. El ejercicio de la Religión se llama Culto. La Religión, por tanto, y el Culto de un ser finito, mortal y dependiente, a un Ser Infinito, Eterno y absoluto Señor, debe ser proporcionado y acepto a Este. Ahora, ¿qué hombre estará seguro que aquel tal culto o religión escogida o inventada por él, agrada a Dios y es digna de Dios? ¿Quién osará, p. ej., ofrecerle sangre humana e inocente e con soberbia cerviz afirmar: “Este es mi culto, yo lo elegí libremente, y sé que honra sumamente al Altísimo?

Pero, responderéis, es imposible tener certeza de una religión y de un culto que plazcan a Dios.

Y he aquí, replicamos, la necesidad de la Revelación. De hecho, Dios en el pasado nos habló últimamente por su Verbo hecho hombre como nosotros; y nos ha dado un Código de leyes suaves y endulzadas por su gracia, por las cuales estamos seguros del modo con que podemos agradarle. Este Código es el Evangelio. Fuera de las Santas Leyes del Evangelio, pues, no hay libertad de elección y salvación.

Si por tanto, hay la ley de Dios ya pronunciada, que establece, p. ej., que el modo por el cual los pecadores pueden reconciliarse con Dios es humillarse y decir sus culpas a los pies de un Ministro suyo, nadie es libre de elegir otro modo, o de inventar otros más ásperos y duros, para evitar sus tremendos castigos.

Se deduce de esto, que ante Dios el hombre no tiene verdadera libertad de conciencia, libertad de culto y libertad de pensamiento, como hoy se entiende, esto es, facultad de elegirse una religión y un culto como él quiera; sino solo la libertad de los hijos de Dios, como dice San Pablo, esto es, de dejar el error y las seducciones del siglo para correr libremente al Cielo. Afirmar, pues, que el hombre tiene derecho ante Dios de pensar y de creer en religión como él quiera, es un error.


[…] (Sobre la libertad de conciencia) Incluso si pensáis alguna herejía, pero no la pronunciáis, la Inquisición no os infligirá ninguna pena por ello, pero seréis reos ante Dios. Tenéis el libre arbitrio de convertiros en ateos, apóstatas y perjuros a los juramentos dados: la culpa será vuestra. Nadie debe ser salvo a la fuerza. Pero no tenéis sin embargo el derecho de apestar las almas ajenas con vuestros escándalos, y vituperar abiertamente las santas leyes impuestas por Cristo Dios. ¿Os habéis declarado públicamente rebeldes y obstinados en el error? Y ahora el tribunal religioso ejecutará sus leyes por el honor de Dios, por vuestra enmienda, y por la salvación de toda la ciudadanía cristiana, porque es necesario segregar la oveja apestada de la grey electa del Señor».

BARTOLO LONGO
Santo Domenico e l’inquisizione al tribunale della ragione e della storia
Santo Domingo y la Inquisición, ante el tribunal de la razón y la historia.
Págs. 122-123

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Conciliábulo Vaticano II
Dignitatis humanae

2. Este Concilio Vaticano  II declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural . Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.

Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y enriquecidos por tanto con una responsabilidad personal, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión. Están obligados, asimismo, a aceptar la verdad conocida y a disponer toda su vida según sus exigencias. Pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza, si no gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción externa. Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que NO cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.
[...]
4. La liberta o inmunidad de coacción en materia religiosa, que compete a las personas individualmente, ha de serles reconocida también cuando actúan en común. Porque la naturaleza social, tanto del hombre como de la religión misma, exige las comunidades religiosas.

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PUEDEN SALVARSE LOS QUE DE BUENA FE SE HALLAN EN EL CISMA O EN LA HEREJÍA


Ramiro Fernández Valbuena
CANONIGO PENITENCIARIO DE LA SANTA IGLESIA PRIMADA DE TOLEDO
RECTOR DEL SEMINARIO CONCILIAR CENTRAL DE SAN ILDEFONSO
Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela
Senador Español

La Iglesia fundada por Cristo, desde los primeros siglos recibió el nombre de Católica, que equivale a Universal. Esta universalidad abraza tres conceptos, el concepto del tiempo, el del espacio y el de la verdad. 

Es católica en cuanto al tiempo; puesto que abarca todos los siglos desde la creación del hombre hasta la eternidad en la cual triunfará con Cristo su Cabeza sin temor de la muerte ni de los males. 

En cuanto al espacio: porque sus límites son los de la tierra y por eso envía sus Apóstoles a todas las latitudes y a todos los climas. 

Es católica en cuanto a la verdad religiosa y moral; porque no se dá ninguna de esas verdades que a ella no haya sido entregada y de la cual no sea depositaria. «Os enseñará, decía el Salvador a sus Apóstoles, toda la verdad», (S. Juan XVI-13) refiriéndose al' Espíritu Santo. 

Entendida como se debe la catolicidad de la Iglesia en esos tres órdenes, se comprenden perfectamente otras verdades cristianas, que dependen de aquella inteligencia. 

Se comprende de qué manera nadie se salva fuera de la Iglesia y cómo todos cuantos se salvaron antes y se salvarán en los siglos futuros pertenecieron y pertenecerán a la Iglesia, comparada por los PP. al arca de Noé, fuera de la cuál todos se ahogaron. 

Se comprende bien cómo pueden salvarse los que de buena fe se hallan en el cisma ó en la herejía; y por eso decía S. Agustín que la Iglesia pare hijos para Cristo por medio de sus esclavas, per ancillarum sinus.


LA HEREJÍA LIBERAL
1907

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LA SANTA IGLESIA PUEDE PRIVAR DE LA SOBERANÍA A UN PRÍNCIPE INFIEL QUE SE OBSTINE EN NEGAR LA ENTRADA EN SU REINO A LOS EVANGELIZADORES


Ramiro Fernández Valbuena
CANONIGO PENITENCIARIO DE LA SANTA IGLESIA PRIMADA DE TOLEDO
RECTOR DEL SEMINARIO CONCILIAR CENTRAL DE SAN ILDEFONSO
Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela
Senador Español


Nada hay que saque tanto de quicio a nuestros liberales moderados, como eso de que la Iglesia pueda imponer penas temporales y aflictivas. Desde los doceañistas hasta los conservadores de hoy, están conformes en esto y en tronar contra los que llaman abusos de la autoridad eclesiástica. 



Y, sin embargo, como decía con muchísima razón un insigne Prelado de Toledo, el Sr. Inguanzo: «la potestad coercitiva es celestial y divina, independiente de todas las humanas, así por lo que toca al dogma, como por lo que mira a la disciplina».
La heterodoxia del liberalismo moderado aparece aquí clara y patente, a pesar de las artimañas con que se ha pretendido ocultarla.



Pío IX condenó el error que niega a la Iglesia «la potestad de emplear la fuerza», ó sea el derecho de reprimir por medio de penas temporales a los violadores de sus leyes» (Enc. Quanta cura, prop. 24 del Syllabus).



Cuál sea la calificación teológica de esta doctrina liberal, ya lo había dicho hace tiempo el Papa Juan XXII al reprobar las teorías de Marsilio de Padua: «Consta, dice el Papa, que Cristo concedió a Pedro, y en él a toda la Iglesia, la potestad coactiva..... La doctrina que afirma que el Papa, ó toda la Iglesia junta, no puede castigar a hombre alguno, por malo que sea, con punición coactiva, sin permiso del emperador, declaramos que es contraria a la Sagrada Escritura, enemiga de la fe católica, HERÉTICA y errónea, y que sus defensores..... son herejes». 



Benedicto XIV, en su Breve Ad assiduas, condenó las doctrinas de La-Borde, que negaban a la sociedad religiosa la potestad de castigar corporalmente, «como un sistema malo y pernicioso, ya antes reprobado y condenado expresamente como herético por la Santa Sede, y en particular por nuestro predecesor Juan XXII en la Bula Licet juxta doctrinam».



Y como el sínodo jansenista de Pistoya re novara aquellos errores, pretendiendo cubrirlos, eso sí, con manto de celo religioso, el Pontífice Pío VI renovó igualmente el anatema eclesiástico contra los novadores. «La proposición, dice el Papa, que afirma ser un abuso de la potestad eclesiástica, traspasar los límites de la doctrina y costumbres, y extenderla a cosas exteriores, exigiendo por fuerza lo que pende de la persuasión y de la voluntad; y además, que mucho menos pertenece a la Iglesia exigir por la fuerza exterior la sumisión a sus decretos.... En cuanto insinúa que la Iglesia no tiene el derecho de exigir la sumisión a sus decretos por otros medios que la persuasión: como si la Iglesia no hubiera recibido de Dios el poder de gobernar, no sólo por consejos y amonestaciones, sino por leyes, y de obligar a los rebeldes y contumaces por un juicio exterior y con penas saludables..... induce a un sistema ya condenado como HERÉTICO».

Negar, pues, a la Iglesia Santa la autoridad para imponer penas aflictivas, es una herejía manifiesta; herejía profesada por el liberalismo moderado (catolicismo-liberal), que no sólo no quiere reconocer a la sociedad cristiana semejante potestad, sino, lo que es más, niégala igualmente la facultad de juzgar en cosas externas, absorbiendo el Estado liberal los poderes divinos con que el Hijo de Dios quiso adornar a su Iglesia en bien de los hombres.

Esta potestad se extiende a todos, fieles e infieles, aunque de distinto modo. Respecto a los infieles, puede y debe la Iglesia anunciarles la divina palabra para que se conviertan, y como tiene derecho a predicar, tiene derecho también a impedir por la fuerza los obstáculos de la predicación, como sucedió con los sajones en tiempo de Carlo-Magno. Puede, por lo mismo, la Santa Iglesia llegar hasta privar de la soberanía a un Príncipe infiel que se obstinara en negar la entrada en su reino a los evangelizadores de la paz. Y este fue el caso de nuestros héroes Cortés y Pizarro con los emperadores de Méjico y del Perú. Lo que no puede, ni ha hecho nunca, como la calumnian sus enemigos, es imponer la fe, que debe abrazar el hombre voluntaria y libremente.

Mayor es la potestad de la Iglesia respecto a los cristianos, que por el bautismo se hicieron súbditos suyos, a quienes tiene poder para castigar por aquellas faltas y pecados que atacan el dogma y la moral evangélica, tales como la simonía, la usura, el adulterio, el homicidio y otros que repugnan tanto al nombre cristiano. Y estos castigos está facultada para imponerlos temporales y espirituales, a los súbditos y a los gobernantes, a los altos y a los bajos, porque dentro del orden cristiano ninguna diferencia hay entre príncipes y vasallos, y sólo está entre seglares y clérigos.

De todos los castigos impuestos por la Iglesia, ninguno llega tan al alma del liberalismo como los que hizo sufrir a los herejes y apóstatas, por la herejía y apostasía: aquí se desatan sus lenguas en improperios contra la sociedad cristiana, y apenas encuentran palabras bastante duras para anatematizar su conducta contra los pobrecitos e inofensivos herejes, que con la mayor buena fe sostenían la lucha contra la teocracia, hasta morir en la hoguera como mártires dignos de imitación....


LA HEREJÍA LIBERAL
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PÍO XII SOBRE LA VENTILACIÓN ASISTIDA Y EL PAPEL DEL MÉDICO Y FAMILIARES



S.S .Pío XII

RESUEMEN (NO AUTORIZADO)

Principios generales

Pío XII abordó explícitamente el tema del uso de la ventilación asistida y la responsabilidad tanto de los médicos como de los familiares en la toma de decisiones al respecto. El Papa estableció que el deber de conservar la vida obliga habitualmente solo al empleo de medios ordinarios, es decir, aquellos que no imponen una carga extraordinaria para el enfermo o sus allegados. No existe una obligación moral de recurrir siempre a medios extraordinarios, como puede ser la ventilación mecánica en situaciones graves o desesperadas.

Sobre la ventilación asistida

  • El Papa sostuvo que el uso de aparatos modernos de respiración artificial es lícito en casos normales, pero no obligatorio, salvo que sea el único medio para cumplir con otro deber moral cierto.

  • Las técnicas de reanimación y respiración artificial no son inmorales en sí mismas, y el paciente, si puede decidir, puede autorizarlas lícitamente. Sin embargo, como estos tratamientos suelen superar los medios ordinarios, no se puede exigir su uso como una obligación moral general.

Rol de los familiares

  • Los derechos y deberes de la familia dependen de la voluntad presumida del paciente inconsciente si este es mayor de edad y capaz de decidir por sí mismo ("sui juris").

  • La familia, en su propio deber independiente, solo está obligada al uso de medios ordinarios. Si la reanimación o la ventilación asistida representa una carga que en conciencia no se puede imponer a la familia, esta puede lícitamente pedir al médico que interrumpa los intentos de mantener la vida mediante estos medios, y el médico puede acceder a esta solicitud de manera lícita.

  • En caso de que la familia solicite retirar el aparato de respiración artificial, el Papa consideró lícito que el médico lo haga, incluso antes de la paralización definitiva de la circulación, siempre que se hayan considerado los principios de proporcionalidad y carga extraordinaria.

Criterios de proporcionalidad

  • El juicio sobre si un tratamiento es proporcionado o desproporcionado debe considerar la dificultad, el riesgo, los gastos y las posibilidades reales de éxito, así como las condiciones físicas y morales del enfermo. Si el tratamiento supone una carga excesiva, puede considerarse no obligatorio.

Conclusión

Pío XII enseñó que ni los médicos ni los familiares están obligados a mantener tratamientos extraordinarios como la ventilación asistida cuando estos suponen una carga desproporcionada. La familia puede, en conciencia, solicitar la retirada de estos medios, y el médico puede acceder a ello lícitamente, siempre guiados por los principios de proporcionalidad y respeto a la voluntad del paciente, si esta puede ser conocida o presumida.

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TEXTO ORIGINAL DE S.S.PÍO XII
Discurso a los miembros del Instituto Italiano de Genética "Gregorio Mendel" 



L'Osserv. Rom., 25-26-XI-57; A.A.S., vol 49. pág. 1027.

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LAS RELIGIONES DICE EL INDIFERENTE SON CAMINOS QUE LLEVAN AL CIELO

 

Rev. Bertrand Louis Conway

¿No son iguales todas las religiones? ¿No son los diversos credos algo accidental, conteniendo todos ellos lo sustancial para salvarse?

En esta objeción se aboga francamente por el indiferentismo, la enfermedad más común en el día de hoy. Para el indiferente, la religión es algo así como la Policía, cuyo fin es tener a raya a los descontentos, o como una desembocadura por la que se da salida a las emociones de sentimentalistas píos. El indiferente se hará lenguas de todas las religiones, alabándolas por los hombres ilustres que han producido; defenderá tenazmente que la educación y la urbanidad piden tolerancia para todos los credos e ideologías; condenará implacablemente a la Iglesia católica por intolerante y dogmática, que exige obediencia a sus definiciones bajo pena de excomunión.

Las religiones dice el indiferente son caminos que llevan al cielo; tomar éste o aquél es cosa accidental.

Al indiferente lo encontraréis en todas partes. En los campos de la enseñanza es un laico que se maravilla de que los católicos hagamos esfuerzos por tener escuelas aparte donde podamos educar a nuestros niños religiosamente; en política es un defensor acérrimo de la separación de la Iglesia y el Estado, y no quiere que éste tenga religión; en cuestiones sociales defiende mil principios subversivos y vocifera que la Iglesia no debe meterse a legislar sobre el matrimonio, el divorcio, la inmoralidad, etc. La Iglesia católica condena el indiferentismo en términos inequívocos y le declara el mayor de los enemigos contra la religión. Un hombre que odia a la Iglesia católica porque ha sido imbuído falsamente en toda clase de calumnias contra ella, no es un enemigo temible. Basta que estudie imparcialmente y a fondo la doctrina católica para que, si es sincero, se convierta, como San Agustín, de impugnador en panegirista. Será otro Saulo convertido en San Pablo, el apóstol por excelencia. Pero un hombre que dice que Dios es indiferente a la verdad, porque él lo es, y se gloría de haber fabricado una religión de manga ancha, en la que caben todos los credos e ideologías..., ése difícilmente reaccionará, hasta el punto de someterse con humildad a las enseñanzas infalibles de la Iglesia católica.

[...]

Decir que todas las religiones son iguales es un error. Dos proposiciones contradictorias no pueden ser verdaderas; si una lo es, la otra tiene que ser falsa. Ejemplos: hay un solo Dios; hay muchos dioses; Jesucristo es Dios: no lo es; Mahoma fue profeta: fue un impostor; Jesucristo no permitió el divorcio: lo permitió. Una de dos, o la primera proposición es verdadera, o la segunda; pero las dos verdaderas o las dos falsas, eso no puede ser. Decir, pues, que todas las religiones son verdaderas o que sus diferencias no son esenciales, es negar la verdad objetiva al estilo de los pragmatistas. Si eso fuera cierto, el hombre debería cambiar de religión como cambia el corte del traje, según las modas o las circunstancias. Uno debería ser católico en Italia, luterano en Suecia, mahometano en Turquía, budista en China y sintoísta en el Japón. Esta perniciosa doctrina está expresamente condenada por Jesucristo, que envió a sus apóstoles a predicar una doctrina definitiva: «... enseñándoles a cumplir todo lo que os he encargado» (Mateo, XXVIII, 20) y condenando al infierno a los que rehusen aceptar las enseñanzas apostólicas (Marcos, XVI, 16). Predijo, además, que muchos tergiversarían su doctrina, pero los desenmascaró para siempre diciendo: «Guardaos de los falsos profetas que vienen vestidos con pieles de oveja, pero por dentro son lobos rapaces» (Mateo, VII, 15).

La historia del cristianismo nos muestra cuán opuesto es al verdadero espíritu de Jesucristo este indiferentismo material divulgado por los deístas ingleses y por los racionalistas franceses del siglo XVIII. 





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BerGOGlio
Sucesor del Anticristo Montini

"Todas las religiones son un camino para llegar a Dios. Y, hago una comparación, son como diferentes lenguas, como distintos idiomas, para llegar allí. Porque Dios es Dios para todos. Y por eso, porque es Dios para todos, todos somos hijos de Dios. “¡Pero mi Dios es más importante que el tuyo!” ¿Eso es cierto? Sólo hay un Dios, y nosotros, nuestras religiones son lenguas, caminos para llegar a Dios. Uno es sijs, otro, musulmán, hindú, cristiano; aunque son caminos diferentes. Understood?


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LA LIBERTAD DE CONCIENCIA Y LA LIBERTAD DE CULTOS, ES DECIR, LA APOSTASÍA


Dom Paul Benoit

Así que el liberalismo es, como la revolución, la aplicación social de la filosofía del siglo XVIII ó filosofismo. Sólo que la revolución aplica el nuevo Evangelio destruyendo el antiguo orden público,
el liberalismo estableciendo un nuevo orden fundado
en la libertad de conciencia y la libertad de cultos,
 es decir,

en la apostasía


La ciudad anticristiana en el siglo XIX,
Parte primera: Los errores modernos
 P. Benoit
Con imprimatur de S.S. León XIII

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RATZINGER: "EL VATICANO II, RECONOCIENDO Y HACIENDO SUYO UN PRINCIPIO ESENCIAL DEL ESTADO MODERNO"



Joseph Aloisius Ratzinger
Sucesor del Anticristo
Discurso sofístico
Jueves 22 de diciembre de 2005


En segundo lugar, había que definir de modo nuevo la relación entre la Iglesia y el Estado moderno, que concedía espacio a ciudadanos de varias religiones e ideologías, comportándose con estas religiones de modo imparcial y asumiendo simplemente la responsabilidad de una convivencia ordenada y tolerante entre los ciudadanos y de su libertad de practicar su religión.
[...]
El concilio Vaticano II, reconociendo y haciendo suyo, con el decreto sobre la libertad religiosa, un principio esencial del Estado moderno, recogió de nuevo el patrimonio más profundo de la Iglesia. Esta puede ser consciente de que con ello se encuentra en plena sintonía con la enseñanza de Jesús mismo (cf. "Dad al césar lo que es del césar y a Dios lo que es de Dios" Mt 22, 21), así como con la Iglesia de los mártires, con los mártires de todos los tiempos.

[...]El concilio Vaticano II, con la nueva definición de la relación entre la fe de la Iglesia y ciertos elementos esenciales del pensamiento moderno, revisó o incluso corrigió algunas decisiones históricas...


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S.S.Pío IX
Syllabus

ERRORES CONDENADOS


XV. Todo hombre es libre para abrazar y profesar la religión que guiado de la luz de la razón juzgare por verdadera.
(Letras Apostólicas Multiplices inter, 10 junio 1851)
(Alocución Maxima quidem, 9 junio 1862)

XVI. En el culto de cualquiera religión pueden los hombres hallar el camino de la salud eterna y conseguir la eterna salvación.
(Encíclica Qui pluribus, 9 noviembre 1846)
(Alocución Ubi primum, 17 diciembre 1847)
(Encíclica Singulari quidem, 17 Marzo 1856)

XVII. Es bien por lo menos esperar la eterna salvación de todos aquellos que no están en la verdadera Iglesia de Cristo.
(Alocución Singulari quadam, 9 diciembre 1854)
(Encíclica Quanto conficiamur 17 agosto 1863)

XVIII. El protestantismo no es más que una forma diversa de la misma verdadera Religión cristiana, en la cual, lo mismo que en la Iglesia, es posible agradar a Dios.
(Encíclica Noscitis et Nobiscum 8 diciembre 1849)

LXXVII. En esta nuestra edad no conviene ya que la Religión católica sea tenida como la única religión del Estado, con exclusión de otros cualesquiera cultos.
(Alocución Nemo vestrum, 26 julio 1855)

LXXVIII. De aquí que laudablemente se ha establecido por la ley en algunos países católicos, que a los extranjeros que vayan allí, les sea lícito tener público ejercicio del culto propio de cada uno.
(Alocución Acerbissimum, 27 septiembre 1852)

LXXIX. Es sin duda falso que la libertad civil de cualquiera culto, y lo mismo la amplia facultad concedida a todos de manifestar abiertamente y en público cualesquiera opiniones y pensamientos, conduzca a corromper más fácilmente las costumbres y los ánimos, y a propagar la peste del indiferentismo.
(Alocución Nunquam fore, 15 diciembre 1856)

LXXX. El Romano Pontífice puede y debe reconciliarse y transigir con el progreso, con el liberalismo y con la moderna civilización.
(Alocución Jamdudum, 18 marzo 1861)

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S.S. León XIII
Inmortale Dei

EL ESTADO TIENE LA ESTRICTA OBLIGACIÓN DE ADMITIR EL CULTO DIVINO EN LA FORMA CON QUE EL MISMO DIOS HA QUERIDO QUE SE LE VENERE.

«Constituido sobre estos principios, es evidente que el Estado tiene el deber de cumplir por medio del culto público las numerosas e importantes obligaciones que lo unen a Dios.

La razón natural, que manda a cada hombre dar culto a Dios piadosa y santamente, porque de El dependemos, y porque, habiendo salido de El a El hemos de volver, impone la misma obligación a la sociedad civil. 

Los hombres no están menos sujetos al poder de Dios cuando viven unidos en sociedad que cuando vi ven aislados. La sociedad, por su parte, no está menos obligada que los particulares a dar gracias a Dios, a quien debe su existencia, su conservación y la innumerable abundancia de sus bienes. Por esta razón, así como no es lícito a nadie descuidar los propios deberes para con Dios, el mayor de los cuales es cada abrazar con el corazón y con las obras la religión, no la que uno prefiera, sino la que Dios manda y consta por argumentos ciertos e irrevocables como única y verdadera, de la misma manera los Estados no pueden obrar, sin incurrir en pecado, como si Dios no existiese, ni rechazar la religión como cosa extraña o inútil, ni pueden, por último, elegir indiferentemente una religión entre tantas. Todo lo contrario. El Estado tiene la estricta obligación de admitir el culto divino en la forma con que el mismo Dios ha querido que se le venere. Es, por tanto, obligación grave de las autoridades honrar el santo nombre de Dios. Entre sus principales obligaciones deben colocar la obligación de favorecer la religión, defenderla con eficacia, ponerla bajo el amparo de las leyes, no legislar nada que sea contrario a la incolumidad de aquélla. 

Obligación debida por los gobernantes también a sus ciudadanos. Porque todos los hombres hemos nacido sido criados para alcanzar un fin último y supremo, al que debemos referir todos nuestros propósitos, y que está colocado en el cielo, más allá de la frágil brevedad de esta vida. 

Si, pues. de este sumo bien depende la felicidad perfecta y total de los hombres, la consecuencia es clara: la consecución de este bien importa tanto a cada uno de los ciudadanos que no hay ni puede haber otro asunto más importante. 

Por tanto, es necesario que el Estado, establecido para el bien de todos, al asegurar la prosperidad pública, proceda de tal forma que, lejos de crear obstáculos, dé todas las facilidades posibles a los ciudadanos para el logro de aquel bien sumo e inconmutable que, naturalmente, desean. La primera y principal de todas ellas consiste en procurar una inviolable y santa observancia de la religión, cuyos deberes unen al hombre con Dios.

Todo hombre de juicio sincero y prudente ve con facilidad cuál es la religión verdadera. Multitud de argumentos eficaces, como son el cumplimiento real de las profecías, el gran de milagros, la rápida propagación de la fe aun en medio de poderes enemigos y de dificultades insuperables, el testimonio de los mártires y otros muchos parecidos, demuestran que la única religión verdadera es aquella que Jesucristo en persona instituyó y confió a su Iglesia para conservarla y propagarla por todo el mundo» 

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S.S.León XIII
Libertas


Por esto es necesario que el Estado, por el mero hecho de ser sociedad, reconozca a Dios como Padre y autor y reverencie y adore su poder y su dominio. La justicia y la razón prohíben, por tanto, el ateísmo del Estado, o, lo que equivaldría al ateísmo, el indiferentismo del Estado en materia religiosa, y la igualdad jurídica indiscriminada de todas las religiones. Siendo, pues, necesaria en el Estado la profesión pública de una religión, el Estado debe profesar la única religión verdadera, la cual es reconocible con facilidad, singularmente en los pueblos católicos, puesto que en ella aparecen como grabados los caracteres distintivos de la verdad. Esta es la religión que deben conservar y proteger los gobernantes, si quieren atender con prudente utilidad, como es su obligación, a la comunidad política. Porque el poder político ha sido constituido para utilidad de los gobernados. Y aunque el fin próximo de su actuación es proporcionar a los ciudadanos la prosperidad de esta vida terrena, sin embargo, no debe disminuir, sino aumentar, al ciudadano las facilidades para conseguir el sumo y último bien, en que está la sempiterna bienaventuranza del hombre, y al cual no puede éste llegar si se descuida la religión.

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LA LIBERTAD DE CULTO, Y AUN LA SIMPLE TOLERANCIA DOGMÁTICA, ES IMPÍA, ES ABSURDA Y HERÉTICA

Ramiro Fernández Valbuena
CANONIGO PENITENCIARIO DE LA SANTA IGLESIA PRIMADA DE TOLEDO
RECTOR DEL SEMINARIO CONCILIAR CENTRAL DE SAN ILDEFONSO
Obispo Auxiliar de Santiago de Compostela
Senador Español

LA HEREJIA LIBERAL

Al liberalismo le parecía poco la permisión del mal, y aspiraba a sancionarlo en la ley; quería concederle iguales derechos que al bien, y se los concedió sobradamente.

La libertad civil de religión que defiende el liberalismo, está fundada en la libertad dogmática, en la suposición de igualdad entre confesiones é Iglesias distintas. Por eso asegura que en nuestra época no conviene la unidad religiosa dentro de la verdad, y extiende a todos los casos y a todas las naciones, aun las católicas, esa maldita libertad, y se enamora de aquellas leyes que la otorgan dentro de las sociedades cristianas y católicas. Pero la libertad, y aun la simple tolerancia dogmática en materias religiosas, es impía, es absurda y herética. Luego por esta parte tenemos otra vez la heterodoxia del liberalismo moderado. Es poco, puesto que tal principio de simple tolerancia, en el orden de las ideas, se resuelve en puro ateísmo, yendo a parar en último término el moderado al mismo abismo ateísta que el liberalismo radical.

Fácil es la demostración; por eso nos contentaremos con pocas palabras, en las cuales se verá el fondo oscuro, como de pozos negros, del liberalismo moderado. La tolerancia religiosa, en efecto, fuera de aquellos casos en que la teología católica la considera lícita, supone en el tolerante una de dos cosas: ó que para él todas las religiones son igualmente falsas, ó que todas son igualmente verdaderas. En ambos casos se explica que las tolere todas. Si falsas, por no luchar contra la humanidad, que es esencialmente religiosa; si verdaderas, porque todas serían agradables por igual modo a la divinidad.

Ahora bien; en el supuesto de considerar falsas todas las religiones, ya tenemos el ateísmo; porque, dada la existencia de Dios, no hay medio hábil de negarle el culto religioso. Y si se las admite a todas como verdaderas, siendo entre sí contradictorias, tendríamos verdadera la contradicción, el sí y el no al mismo tiempo. Mas, como dos términos contradictorios se destruyen, la religión quedaría destruída a la vez, y con ella el objeto de esta virtud, Dios, y henos otra vez en el ateísmo, robustecido con el absurdo.

A él va a parar con pasos de gigante la herejía liberal, que si no proclama el ateísmo especulativo, por temor a que los pueblos se levanten airados contra ella y la barran de la superficie de la tierra, establece y propaga eficazmente el ateísmo práctico, el indiferentismo, que no es más que un ateísmo vergonzante, apartando a los hombres de la religión, a la que veja y oprime de mil maneras, y sumergiéndole en las profundidades del naturalismo sensualista, que no reconoce otro Dios que el estómago: quorum Deus venter est.

Váyase pasando revista por los prohombres liberales, y se les verá prescindir en absoluto de las prácticas religiosas, como si a ellas no estuvieran obligados; y del primer deber del hombre racional, que es aquel Dominum Deum tuum adorabis, que tienen enteramente olvidado, efecto de su liberalismo más ó menos consciente. A los prohombres imita siempre la turba multa de vividores que les hacen la rueda, y que extendiéndose por todas partes, cual ramas de manzanillo, van infiltrando en la sociedad el veneno de la indiferencia ateísta.


LA HEREJIA LIBERAL
1894

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Conciliábulo Vaticano II
Dignitatis humanae

2. Este Concilio Vaticano  II declara que la persona humana tiene derecho a la libertad religiosa. Esta libertad consiste en que todos los hombres han de estar inmunes de coacción, tanto por parte de individuos como de grupos sociales y de cualquier potestad humana, y esto de tal manera que, en materia religiosa, ni se obligue a nadie a obrar contra su conciencia, ni se le impida que actúe conforme a ella en privado y en público, sólo o asociado con otros, dentro de los límites debidos. Declara, además, que el derecho a la libertad religiosa está realmente fundado en la dignidad misma de la persona humana, tal como se la conoce por la palabra revelada de Dios y por la misma razón natural . Este derecho de la persona humana a la libertad religiosa ha de ser reconocido en el ordenamiento jurídico de la sociedad, de tal manera que llegue a convertirse en un derecho civil.

Todos los hombres, conforme a su dignidad, por ser personas, es decir, dotados de razón y de voluntad libre, y enriquecidos por tanto con una responsabilidad personal, están impulsados por su misma naturaleza y están obligados además moralmente a buscar la verdad, sobre todo la que se refiere a la religión. Están obligados, asimismo, a aceptar la verdad conocida y a disponer toda su vida según sus exigencias. Pero los hombres no pueden satisfacer esta obligación de forma adecuada a su propia naturaleza, si no gozan de libertad psicológica al mismo tiempo que de inmunidad de coacción externa. Por consiguiente, el derecho a la libertad religiosa no se funda en la disposición subjetiva de la persona, sino en su misma naturaleza. Por lo cual, el derecho a esta inmunidad permanece también en aquellos que NO cumplen la obligación de buscar la verdad y de adherirse a ella, y su ejercicio, con tal de que se guarde el justo orden público, no puede ser impedido.
[...]
4. La liberta o inmunidad de coacción en materia religiosa, que compete a las personas individualmente, ha de serles reconocida también cuando actúan en común. Porque la naturaleza social, tanto del hombre como de la religión misma, exige las comunidades religiosas.

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JUEVES SANTO


 

LA VIDA PROPIA PERTENECE A DIOS Y NADIE PUEDE RENUNCIAR A ELLA SIN COMETER GRAVÍSIMO PECADO



S.S. Pío XII
29 de febrero de 1958
A LOS PÁRROCOS Y PREDICADORS CUARESMEROS DE ROMA
AAS VOL.50 PAG.161

Deseamos que sea tratado por vosotros, párrocos y predicadores, un segundo punto en la misión, y desde luego empeñando la fuerza de vuestra paternal presunción. 

La vida, también la propia, pertenece exclusivamente a Dios, y nadie puede renunciar a ella sin cometer gravísimo pecado. 

Vosotros comprendéis que Nos referimos al demasiado gran número de suicidas, intentados o realizados, en la vuestra y en otras ciudades, perpetrados, se puede decir, por gentes de todas las clases sociales, sin excluir ninguna edad, incluso aquella en que se presenta más luminosa la esperanza de la vida eterna. Cuando, hojeando las crónicas ciudadanas -y sucede frecuentemente, vuestra mirada tropieza con la noticia de uno de estos desgraciadísimos casos, una terrible duda debería asaltar vuestra conciencia sacerdotal: hemos hecho nosotros, pastores de almas, lo bastante para meter en los corazones la fe y la esperanza cristianas? ¿Para inspirar el valor en la adversidad, la paciencia en las enfermedades, la confianza en la Providencia, la fuerza espiritual contra tanta vileza; para sacudir saludablemente las tentativas de tan insana sugestión?

El suicidio no es sólo un pecado que excluye las normales vías de la divina misericordia, sino que es también señal de la ausencia de la fe o de la esperanza cristianas. 

Enseñad, por tanto, a vuestros fieles el horror de este delito, educadlos para soportar las desventuras, atemorizadlos, si es necesario, para su salvación con aquellos argumentos divinos y humanos que la moral católica expone ampliamente. Haced todo lo posible para impedir que se extienda esta plaga social. La lucha contra el suicidio entra de lleno en los deberes del ministerio sacerdotal. 

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