VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SIN PAPA NO PUEDE HABER EUCARISTÍA

Efectivamente, sólo el Papa puede hacer obispos y sacerdotes, es decir, consagradores de la Eucaristía




La Eucaristía, a su vez, depende del Papado.

Porque no puede ser anunciada con seguridad, verdaderamente consagrada y santamente distribuída más que por el Papado.
Si nosotros conocemos la verdadera doctrina de la Eucaristía, e por los sucesores de Pedro; son los Papas los que, a través de los siglos, nos han transmitido, auténtica e integralmente, las palabras que perpetúan la presencia de Dios sobre la tierra, bajo el velo del Sacramento Y como que Pedro fué el primero en confesar su fe y la de sus hermanos en la Eucaristía cuando el Señor la anunció al mundo en las orillas del lago de Genesareth, por lo mismo son los Papas los únicos que han guardado el depósito completo de la fe de los siglos en el profundo Misterio.

De este misterio, las sectas heréticas enseñan muchas cosas contradictorias entre sí; convidan a las almas a comparecer ante una mess en la cual pretenden también dar el Pan de vida, pero las almas desvían o se acercan a ella titubeantes o turbadas por la duda; no sien ten fe en las palabras del ministro hereje, en las cuales no perciben eco de la voz del Papa, del sucesor de san Pedro, del mandatario de Cristo, el único guardián legítimo del verdadero Pan de vida, el sólo testimonio incorruptible de las palabras que lo consagran. La tradicional enseñanza de los siglos cristianos nos dice que, para recibir a Jesucristo es preciso someterse, ya que la verdad de la Eucaristía depende del Papa, su primer testimonio y su primer Apóstol.

Y lo mismo puede decirse de la admirable perpetuidad que en e mundo aureola a la Eucaristía a través de las vicisitudes de los tiempo Esta perennidad del frágil Sacramento depende de la perpetuidad de Sacerdocio, y ésta, en última instancia, reposa en un sólo hombre: 'Papa. Sólo él posee definitivamente la divina fecundidad del Sacerdocio que, al pasar por el conducto de los obispos, renueva en la tierra la generaciones sacerdotales agotadas en el servicio del mundo, o que martirio derriba, como las espigas precoces, sobre los campos fecundados por sus sudores.

Si por una funesta catástrofe, todos los sacerdotes, después de los obispos, desapareciesen de la tierra, las naciones tendrían que volverse hacia su Pontífice de Roma, que no puede morir, exclamando: "¡ Padre, Generador del Sacerdocio, danos sacerdotes porque nuestras almas tienen hambre del Pan de vida y sólo ellos pueden proporcionárnoslo!"

Efectivamente, sólo el Papa puede hacer obispos y sacerdotes, es decir, consagradores de la Eucaristía. Bien claramente se vió esto cuando la caída de las grandes iglesias de Alejandría, de Antioquía y de Constantinopla, que tanto conmovieron al antiguo Oriente; y aun se vió mejor en el siglo xv, cuando la defección de los obispados de Inglaterra y Alemania: murieron porque rompieron con el centro de su apostolicidad, con el Pontífice romano.

Convengamos, pues, que, según la gloriosa leyenda de la cúpula de san Pedro, es del Papa, del altar papal de donde dimana todo el sacerdocio: Hinc sacerdotalis dignitas exoritur y que él solamente es el principio viviente que mantiene la Eucaristía en el mundo.

Ya veis, hermanos míos, como los dos grandes misterios, la Eucaristía y el Papado están estrechamente unidos en virtud de su propia naturaleza; dependen uno de otro, se completan uno a otro y se prestan un mutuo concurso para formar el Sacramento total de la Presencia de Jesucristo en la tierra.

El Cristianismo, en suma, es Jesucristo perpetuado y universalizado bajo dos velos. Lo que Jesucristo no ha puesto bajo el velo de la Eucaristía, lo ha puesto bajo el del Papado. No se poseee completamente al divino Salvador más que cuando se va de la Eucaristía al Papa y del Papa a la Eucaristía. Si nos detenemos en uno de los dos solamente, no se posee más que a un Cristo disminuído, incompleto, que no satisface la necesidad de las almas, de la Iglesia ni de la sociedad.

El Papa, después de la Hostia viviente y personalmente divina dei tabernáculo, es la más alta, la más completa personificación de Jesucristo entre nosotros.
Abrid la Santa Escritura, consultad la tradición y quedaréis maravillados del íntimo carácter de esta unión.

¡Habla el Papa, es Jesucristo quien habla!¡El Papa enseña una verdad, es Jesucristo quien enseña esa verdad! ¡El Papa consagra un obispo, es Jesucristo quien lo consagra! ¡El Papa condena un error, es el mismo Jesucristo quien condena ese error! ¡El Papa canoniza a un santo, concede una indulgencia, o excomunica a un pecador: es Jesucristo que hace esto, los actos que realiza el Papa son los actos realizados por Jesucristo.

Véase, pues, cuán íntima y profunda es la inefable unión del Papa con la Eucaristía, puesto que en éste, lo mismo que en aquélla, es a Jesucristo a quien encontramos.

Si el Evangelio nos representa a la Iglesia como un reino, Jesucristo, en el Sacramento, es su jefe invisible, y el Papa, su jefe visible. Y como, en realidad, la Iglesia no es un reino dual, como que no tiene más que un jefe, como que no obedece más que a una sola voluntad, de ahí se deduce la unión que existe entre Jesucristo y el Papa.

Si la Iglesia es un rebaño, Jesucristo es su Pastor invisible y el Papa su pastor visible; pero, no hay más que un solo pastor, unus pastor et unum ovile, ya que Jesús-Eucaristía y el Papa no forman más 'que uno.

Si la Iglesia es un edificio, Jesucristo es su fundamento invisible, el Papa, su fundamento visible; si es cierto que en el edificio pueden verse dos piedras cimentadas a un tiempo, la verdad es que una está en el suelo y es visible, la otra está debajo y fuera de nuestra vista. Querer separar una de otra equivale a derrumbar el edificio: Petram au tem erat Christus.

Si la Iglesia es una hermosa virgen, Jesucristo es su esposo invisible y el Papa, su esposo visible y, por lo tanto, no tiene más que un solo esposo: uni viro virginem castam exhibere Christo.

Tal es la profundidad de esa inefable unión que ha existido y exis tirá eternamente entre Jesús-Eucaristía y su Vicario visible, el Pontífica Romano. Para expresarla con propiedad no hay otras palabras que las de la liturgia: Per ipsum, et cum ipso, et in ipso.





Abbé R. Beringer; Mons.Emile Bougaud(?)

Annales De L'Association Des Pretres-Adorateurs
Repertorio Universal del Predicador
Tomo XVIII
1931

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