14 de agosto del Año del Señor
SAN EUSEBIO,
Confesor
Mirad qué amor nos ha testimoniado
el Padre, concediendo que nos llamemos
hijos de Dios, ¡Y que lo seamos!
(1 Juan, 3, 1).
San Eusebio, presbítero romano, resistió valientemente a los arrianos. Para castigarlo por su fidelidad a Dios, el emperador Constancio lo hizo encerrar en una cárcel tan estrecha que apenas podía moverse en ella. Desde el fondo de su mazmorra, elevó al Cielo su corazón, rogando salir pronto de este destierro. Lo escuchó el Señor y lo llamó después de siete meses de prisión. Sobre su tumba se escribió este epitafio: Aquí yace Eusebio, varón de Dios.
ORACIÓN
Oh Dios, que todos los años nos dais un nuevo motivo de gozo con la fiesta del bienaventurado Eusebio, vuestro confesor, haced, por vuestra bondad, que honrando su nacimiento al cielo, caminemos por sus huellas para llegar a Vos. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN - EL CRISTIANO DEBE SER
UN HOMBRE DE DIOS
I. Eres de Dios: Él te ha creado, te conserva, te ha redimido y a cada momento te colma de sus mercedes. ¿No es verdad, acaso, que le debes una infinidad de favores particulares? Es tu Dios y tu Padre, y será tu juez; le perteneces por toda clase de títulos. Alma mía, ¿habrás de rehusar siempre someterte a este Dios que tantos derechos tiene a tus homenajes? ¿Cómo agradeces tú los favores que recibiste de su liberalidad? Alma mía, ¿no te someterás a Dios? (El Salmista)
II. Puesto que eres de Dios, a Dios debes referir tus acciones, tus pensamientos y tus palabras; aquél a quien pertenece el árbol, tiene el derecho de recoger sus frutos. ¡Qué felicidad para ti poder trabajar para un señor que alienta tus trabajos, aplaude tus éxitos y los recompensa tan generosamente! ¿De qué manera trabajan para Dios mi cuerpo, mi alma, mi memoria, mi entendimiento, mi voluntad y mis sentidos?
III. Si no eres tú un hombre de Dios, ¿a quién perteneces? ¿por quién trabajas? ¡Para el demonio que quiere condenarte, para el mundo que te engaña, para tu cuerpo que no es más que podredumbre, para honores que no son más que vanidad, para riquezas que habrás de abandonar a la muerte! Busca un señor que sea tan bueno, tan poderoso, tan liberal, tan perfecto como Dios; si no lo encuentras, vuelve al Señor tu Dios. Si alguno es piadoso, ése es un hombre de Dios, el impío es el hombre del demonio, no por naturaleza, sino por su propia elección. (San Ignacio).
*En efecto, mis queridos hermanos, muchos se afanan por contentar al mundo y al cobarde respeto humano, hasta el punto que no vacilan en traicionar al Señor y negar su fe por no contrariar a los impíos que les adulan. Vemos así que los mundanos viven en la tibieza y la apostasía permanentes, por eso Dios los ha vomitado de Su boca y para Él es como si no existieran. Les conserva la vida del cuerpo hasta el tiempo que tiene fijado, pero en cuanto les llega la hora de rendir cuentas ante el tribunal eterno, no vacila en aplicarles el castigo que Él ha reservado para quienes no se han querido sujetar al suave yugo de Cristo Jesús ni han querido llevar la ligera carga que Dios les había impuesto. Es una tragedia infinita, pues vemos con impotencia cómo millones de paganos se pierden cada día para la vida eterna por su ignorancia y desconocimiento culpable de la Sagrada Escritura, y por su falta de Fe en Aquél que fue enviado por el Padre para salvar al mundo y ser su Luz. No hagamos como ellos, estimados míos, sino que nosotros trabajemos por complacer siempre al Dios eterno, Padre justo y compasivo, infinitamente sabio y poderoso, que se desvive por hacernos suyos, y que pide poco a cambio, tan sólo que le demos nuestro corazón para que Él se ocupe de nosotros y nos atraiga hacia la vida eterna mediante los santos consuelos e inspiraciones de Su divina Gracia. Pero cuidado, pues Dios es un amante celoso y no tolera el ser burlado ni despreciado por sus criaturas, y usa de paciencia y misericordia con quienes se han alejado con Él, les da tiempo para que se arrepientan y vuelvan al redil, pero si el pecador se obstina y se endurece cada vez más en su pecado y ceguera culpables, llega un momento en que el Señor ya no perdona más y ejecuta el castigo, ¡así que cuidado! Busquemos a Dios mientras Él se deja hallar, porque puede que mañana ya sea demasiado tarde. Que San Eusebio interceda por nosotros y nos haga entrar dentro del Corazón amantísimo de Jesucristo, para no salir nunca más de tan santa morada.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
SAN EUSEBIO,
Confesor
† hacia el año 357 en Roma
Mirad qué amor nos ha testimoniado el Padre, concediendo que nos llamemos hijos de Dios, ¡y que lo seamos! (1 Juan 3, 1)
+ En Roma, el triunfo de san Eusebio, Presbítero y Confesor, a quien Constancio, Emperador arriano, por la defensa de la fe católica, mandó encerrar en un aposento de su casa, donde, perseverando constantemente siete meses en oración, durmió en el Señor. Su cuerpo lo recogieron los Presbíteros Gregorio y Orosio, y lo sepultaron en el cementerio de Calixto, en la vía Apia.
+ En Apamea de Siria, san Marcelo, Obispo y Mártir, que por haber derribado el templo de Júpiter fue asesinado por los Gentiles, enfurecidos contra él.
+ En Todi de Umbría, san Calixto, Obispo y Mártir.
+ En Iliria, san Ursicio, Mártir, el cual, en tiempo del Emperador Maximiano y del Presidente Arístides, al cabo de muchos y diversos tormentos, fue por el nombre de Cristo degollado.
+ En África, san Demetrio, Mártir.
+ En la isla de Egina, santa Atanasia, Viuda, ilustre por la observancia monástica y el don de milagros.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.