Este acto de rebelión, este atrevido ataque á los sagrados derechos de la Iglesia, ha venido á llenar de dolor y amargura el corazón magnánimo del Santo Padre, que ve con gran pena y sentimiento la criminal conducta de tantas almas, que, vistiéndose con el manto de la Religión, están escandalizando al mundo con sus perversas acciones, é irritando al cielo con sus abominables apostasías.
Terrible, espantoso es el anatema que pesa sobre aquellos falsos patricios y sobre el Rey cuya ambición le ha puesto al borde del abismo. Con la hipocresía mas refinada, y desconociendo las leyes sacrosantas del derecho, ha decretado la Asamblea revolucionaria de Bolonia el destronamiento del mejor de los Príncipes, del monarca mas esclarecido y más amado, del representante de la Divinidad misma.
Y para justificar una decisión tan injusta, y para legitimar lo que es digno de reprobación, ha supuesto que los pueblos así lo reclamaban; que los hijos del Pontífice no querían ser súbditos del Rey de Roma.
Nosotros negamos semejante aserto, porque no es concebible que vasallos que se hallan dirigidos por el poder más justo y paternal, que los que han recibido grandes beneficios del soberano mas liberal del mundo, apetezcan otro dominador y dueño, deseen sujetarse á un yugo más fuerte.
Inmensa es la responsabilidad que han contraído los mal llamados legisladores, pretendiendo la realización del crimen más enorme, aconsejando la infracción de las leyes, predicando la rebelión, contra la autoridad más respetable y santa.
Roman Doldan y Fernández
Revista Católica La Cruz
Revista Católica La Cruz
Tomo II
1859
Página 422
