VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

¡EL PAPA NO ES LIBRE! (P. Sardá y Salvany)


¡EL PAPA NO ES LIBRE!


Terminado ha, gracias á Dios, con toda felicidad, la brillante Peregrinación que para gloria suya y en obsequio al Papa, y como muestra de la fe y piedad de los católicos españoles, ha sido indudablemente uno de los acontecimientos más grandiosos del presente siglo en nuestra patria.


Hémosla seguido paso tras paso desde aquí en todas sus peripecias y episodios; hemos procurado después recoger de la misma por los conductos más fidedignos sus más auténticas impresiones. Pues bien. La general, la unánime, la que se desborda de todos los labios y palpita en todas las reseñas y forma la conclusión lógica de todas las descripciones de estos días, es la que hemos puesto al frente de estas líneas, y que viene siendo treinta años ha el tema constante é invariable de los buenos católicos y la enojosa pesadilla de sus enemigos.


¡El Papa no es libre!

Hay alguien que se interpone entre el Padre y los hijos; alguien que por el brutal derecho de la fuerza se ha constituido árbitro y regulador de las relaciones de ambos; alguien que guarda la puerta y facilita ó niega la entrada según su talante ó humor ó conforme le ordenan poderes misteriosos, de quien á su vez es esclavo miserabilísimo.


Ese alguien es el Gobierno piamontés, malamente llamado italiano; ese alguien es el usurpador que por violencia de armas, y no por otra razón alguna, ocupa el patrimonio del Papa, y le tiene detentada su legitima soberanía, y con ella su indispensable y esencial independencia.


Los mismos miramientos y alardes de afectada protección, de que han sido objeto esta vez por parte de las Autoridades italianescas los peregrinos españoles» demuestran, en vez de desmentirla, la verdad de esta afirmación. Con ellas se ha probado una vez más, que para visitar al Papa se ha debido contar, antes que con la venia de éste, con la de los carceleros que rodean el atrio de su casa, los cuales para entrar y para salir han impuesto condiciones, con que han querido les fuese en cierto modo reconocido el derecho que tienen, á todas luces indiscutible, para que se les llame con aquel título, y para que al Vaticano se le considere como cárcel con toda propiedad. Cárcel dorada, cárcel amplísima, es verdad, pero cárcel al fin. Que cárcel puede ser el más ostentoso palacio, si no es dueño de sus puertas el que reside en él, sino el otro que las está custodiando y vigilando desde la parte exterior. Cárcel puede ser no una sola casa ó una sola ciudad, sino un país entero, como cárcel era para Napoleón la isla de Santa Elena, cuyas aguas recorrían sin cesar para tenerle como encadenado allí, los cruceros de Inglaterra. De esta suerte es hoy cárcel el Vaticano, y es su prisionero el Romano Pontífice, y son sus alcaides las logias masónicas, que han honrado con el cargo de llavero mayor al Gobierno piamontés.


Pongamos por caso, para más aclararlo, que este masónico gobierno la diese por celebrar cualquier día su Exposición Universal, como las famosas de otras ciudades ó naciones de Europa y América. Algunos más de quince mil extranjeros fueran sin duda á visitarla, por poco que llamase la atención. ¿Hubiérale siquiera ocurrido al Gobierno italianesco exigir, que los tales curiosos fuesen allá por tandas de tantos ó de cuantos cada vez, y no como á cada nación, provincia ó pueblo les hubiese venido más en voluntad? Ciertamente que no. Y si tal hubiese anunciado cualquier Ministro del Interior, hubiérale hundido, más que la indignación, el ridículo y la befa de todas las naciones civilizadas. Pues eso, contra todo derecho de gentes, se ha exigido á los españoles ¡mal pecado! al tratarse de una visita de quince mil de ellos al Padre universal. Lo cual prueba que al Papa ni le vale la tan cacareada como mentirosa ley de garantías, ni le ampara siquiera el derecho común.


Pero ¿qué me dicen Vds. de la prohibición de usar insignias y de entonar cánticos y desplegar estandartes fuera del material recinto del Vaticano? ¿Por qué no se ha de poder cantar en las calles de Roma el Firme la voz, como cantan las Logias el himno de Carducci A Satanás, y pasear la bandera de las llaves y de la tiara, como pasean ellas en días de manifestación liberal la que trae pintada en sus pliegues la figura mismísima del demonio? Pues, porque no quiere el alcaide, y por ninguna otra razón. Una cinta en el ojal del frac o de la americana, una tela colgada de un palo, son articulo de contrabando si expresan acatamiento á la espiritual autoridad del Papa; cuando esa misma cinta ó tela son en todas las naciones del globo insignias perfectamente autorizadas, y aun en Italia no traen inconveniente alguno si significan emblema de corporación artística ó científica ó mercantil ó de cualquier cosa que no sea Catolicismo. ¿Por qué? Porque así place a las Logias y por nada más.


Dentro del Vaticano, cerrada su puerta, con batallones en su dintel, pueden entregarse los católicos á todas las expansiones de su filial entusiasmo, y aclamar al Papa y ser por él alentados y bendecidos. Unos pasos más acá, al tocar á la acera ó escalinata, debe ponerse el católico, aunque sea español y de hirviente sangre española, un candado á los labios y ahogar el grito del amor y de la fidelidad, si no quiere ser interpelado bruscamente por el polizonte, y en caso de no someterse ir á parar á la alcaldía. Precisa salir en grupos desbandados, no en forma ordenada, porque eso no lo consiente la Masonería. Hay que arrollar las banderas y meterse en el bolsillo las medallas ó bandas ó cruces, porque el peregrino en Roma ha de aparecer sin ningún carácter de tal. Si fuera la estrella ó el mandil lo que se ostenta, ya no seria así.


Humillante situación para el Jefe universal de todos los católicos del mundo; pero más humillante y vergonzosa todavía para esos católicos de todo el mundo, que la consienten con demasiada paciencia y resignación. Si en cualesquiera relaciones que no fuesen las religiosas impusiera un tirano esas trabas dictadas por el odio ó el capricho, el conflicto internacional estallaría á cada momento, y se resolvería definitivamente á cañonazos, Ninguna potencia que estimase en algo su dignidad aguantaría para el uniforme de sus militares ó para los géneros de sus mercaderes ó para la simple maleta de sus viajeros la ignominia de esas viles imposiciones.


¡Ah! Se toleran hoy, porque no es sólo el Papa el cautivo y el encarcelado; está con él cautiva y encarcelada en todo el mundo la fe de sus hijos, la Iglesia de Dios, El globo se ha hecho todo él como una inmensa Logia desde que en todo él ejerce por nuestra cobardía y por nuestras divisiones el Masonismo ó Liberalismo una preponderancia tal, que (son palabras del Papa) equivale á la soberanía. Y siendo todo el mundo oficial una Logia, ¿qué cosa hay más consecuente sino que sea todo él una mazmorra para la verdad?

Presbítero D. Félix Sardá y Salvany, Propaganda Católica, tomo IX, pp. 389-392, Barcelona, año 1900.




Impío dibujo sobre la cuestión romana:
Con Roma al fondo, Giuseppe Garibaldi y Víctor Manuel II de Italia
disparan a murciélagos que representan al Papado y al Clero,
Napoleón III de Francia, vestido de gendarme defiende a S.S. Pío IX y a Francisco II de las Dos Sicilias
mientras dos ingleses en traje de caza observan y exclaman:
"Deja que Vittorio realice ese hermoso tiro, estamos más que felices".

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