CAPITULO 17 - Sobre las persecuciones que padeció Cristo.
En cuarto lugar debemos considerar las persecuciones de Cristo, y debemos saber que Cristo fue perseguido en palabras, y hechos y en la persona. En las palabras sufrió persecución cuando, como ya se dijo, muchas veces lo tentaron de palabra para hacerlo caer en alguna palabra, por la cual pudieran acusarlo, y falseaban todas sus respuestas diciendo: “Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es verdadero”, y censuraban su predicación.
Por los hechos sufrió persecuciones; ya que no solamente censuraban sus obras, y especialmente cuando las hacía en día sábado, diciendo: “Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado”; y lo censuraban porque Él permitía que sus discípulos no ayunaran, como Él, y no se lavaban las manos cuando iban a comer; y que no observaban las otras usanzas antiguas, y porque comían los granos de las espigas. Y en todas estas cosas querían mostrar que Cristo tuviese culpa, y que no enseñaba bien a sus discípulos. También le criticaron que comía y bebía con pecadores. Supongamos que Cristo respondiese sabiamente a estas cosas y que legítimamente se excusase: no se contentarían con esto, sino que querían sujetar sus obras a la ley. Y falseaban todos sus actos, por santos que fuesen: lo cual es muy doloroso. Por eso a nosotros no nos gusta ser criticados, no solamente cuando obramos bien sino también cuando obramos mal, antes bien queremos ser alabados y justificados.
Además muchas veces sufrió persecuciones en su propia persona. Por eso Herodes buscó matarlo cuando era pequeño, y fue necesario que la Virgen y José huyeran a Egipto con Él, con mucha fatiga y pobreza. Luego, cuando comenzó a predicar, los Judíos lo llevaron a un monte, sobre el cual estaba puesta su ciudad, para despeñarlo; y los Fariseos muchas veces tomaron piedras para lapidarlo. Pero Cristo se escondió, porque aún no había llegado la hora de la pasión.
¡Oh cosa admirable: que el Señor del cielo y de la tierra no pudiera mostrarse en público y tuviera que andar a escondidas, como bandido y ladrón!. Por eso dice san Juan que los pontífices y fariseos habían ordenado que no solamente Cristo, sino también quien confesase que (Jesús) fuese el Cristo (el Mesías), fuese excomulgado y echado fuera de la Sinagoga. Y era tan grave para ellos, que no podían soportar oírlo ni recordarlo. Por lo tanto, gran dolor debió ser para Cristo verse excomulgado y que nadie se atreviera a reconocerlo, y ver que todo el día conspiraban contra Él, y ser amenazado, y censurado y escarnecido a causa de todas sus obras, y ser considerado un loco.
Por eso dice san Marcos que, habiendo realizado Cristo ciertos milagros, y predicando con fervor cosas elevadas, algunos de sus parientes intentaron atarlo, y decían que había enloquecido.
Si pensásemos en esto, no nos preocuparíamos por querer los placeres del mundo, y todo lo soportaríamos en paz: las burlas y las persecuciones. A esto nos exhorta san Pablo diciendo: “Meditad en Aquél que soporta tan grandes contradicciones y persecuciones, para que no os sea fatigoso el soportarlas, y os desaniméis en las tribulaciones”.
Y por último, fue apresado a traición, vendido y condenado injustamente con falsos testigos, flagelado, crucificado y muerto, como más adelante veremos. He aquí, entonces, las persecuciones de Cristo, tanto en su palabra como en su propia persona; Él las soportó para nuestro ejemplo.
Continuará...