VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL ESPEJO DE LA CRUZ (XXII)

CAPITULO 17 - Sobre las persecuciones que padeció Cristo.

En cuarto lugar debemos considerar las persecuciones de Cristo, y debemos saber que Cristo fue perseguido en palabras, y hechos y en la persona. En las palabras sufrió persecución cuando, como ya se dijo, muchas veces lo tentaron de palabra para hacerlo caer en alguna palabra, por la cual pudieran acusarlo, y falseaban todas sus respuestas diciendo: “Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no es verdadero”, y censuraban su predicación.


Por los hechos sufrió persecuciones; ya que no solamente censuraban sus obras, y especialmente cuando las hacía en día sábado, diciendo: “Este hombre no es de Dios, porque no guarda el sábado”; y lo censuraban porque Él permitía que sus discípulos no ayunaran, como Él, y no se lavaban las manos cuando iban a comer; y que no observaban las otras usanzas antiguas, y porque comían los granos de las espigas. Y en todas estas cosas querían mostrar que Cristo tuviese culpa, y que no enseñaba bien a sus discípulos. También le criticaron que comía y bebía con pecadores. Supongamos que Cristo respondiese sabiamente a estas cosas y que legítimamente se excusase: no se contentarían con esto, sino que querían sujetar sus obras a la ley. Y falseaban todos sus actos, por santos que fuesen: lo cual es muy doloroso. Por eso a nosotros no nos gusta ser criticados, no solamente cuando obramos bien sino también cuando obramos mal, antes bien queremos ser alabados y justificados.


Además muchas veces sufrió persecuciones en su propia persona. Por eso Herodes buscó matarlo cuando era pequeño, y fue necesario que la Virgen y José huyeran a Egipto con Él, con mucha fatiga y pobreza. Luego, cuando comenzó a predicar, los Judíos lo llevaron a un monte, sobre el cual estaba puesta su ciudad, para despeñarlo; y los Fariseos muchas veces tomaron piedras para lapidarlo. Pero Cristo se escondió, porque aún no había llegado la hora de la pasión.


¡Oh cosa admirable: que el Señor del cielo y de la tierra no pudiera mostrarse en público y tuviera que andar a escondidas, como bandido y ladrón!. Por eso dice san Juan que los pontífices y fariseos habían ordenado que no solamente Cristo, sino también quien confesase que (Jesús) fuese el Cristo (el Mesías), fuese excomulgado y echado fuera de la Sinagoga. Y era tan grave para ellos, que no podían soportar oírlo ni recordarlo. Por lo tanto, gran dolor debió ser para Cristo verse excomulgado y que nadie se atreviera a reconocerlo, y ver que todo el día conspiraban contra Él, y ser amenazado, y censurado y escarnecido a causa de todas sus obras, y ser considerado un loco.


Por eso dice san Marcos que, habiendo realizado Cristo ciertos milagros, y predicando con fervor cosas elevadas, algunos de sus parientes intentaron atarlo, y decían que había enloquecido.


Si pensásemos en esto, no nos preocuparíamos por querer los placeres del mundo, y todo lo soportaríamos en paz: las burlas y las persecuciones. A esto nos exhorta san Pablo diciendo: “Meditad en Aquél que soporta tan grandes contradicciones y persecuciones, para que no os sea fatigoso el soportarlas, y os desaniméis en las tribulaciones”.


Y por último, fue apresado a traición, vendido y condenado injustamente con falsos testigos, flagelado, crucificado y muerto, como más adelante veremos. He aquí, entonces, las persecuciones de Cristo, tanto en su palabra como en su propia persona; Él las soportó para nuestro ejemplo.

Continuará...



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