VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SAN LUIS, Obispo y Confesor

19 de agosto

SAN LUIS,
Obispo y Confesor

Que vuestra modestia sea conocida de todos los
hombres, pues el día del Señor está cerca.
(Filipenses, 4, 5).


San Luis, hijo de Carlos II, rey de Nápoles, y sobrino nieto de San Luis, rey de Francia, fue dado como rehén a Pedro, rey de Aragón. Vuelto a la libertad, rechazó un magnífico casamiento y la corona de Nápoles, para permanecer fiel al voto que durante su cautividad había emitido de entrar en la Orden de San Francisco. "Jesucristo -dijo el santo- es mi reino: poseyéndolo, poseo todo; si lo perdiese, pierdo todo". Elevado, no obstante su resistencia, a la sede episcopal de Tolosa, edificó a su pueblo con una caridad sin límites y una admirable modestia. Siempre iba acompañado por un religioso encargado de decirle sus faltas. Murió prematuramente, en el año 1297, contando apenas 23 años de edad.


ORACIÓN

Haced, oh Dios omnipotente, que esta venerable solemnidad del bienaventurado Luis, vuestro confesor y pontífice, aumente en nosotros el espíritu de piedad y el deseo de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE LA MODESTIA

I. La modestia es una virtud que regula el exterior del hombre; debes practicarla, porque no conviene a un cristiano, que debe ser la imagen y copia de Jesucristo, ser descompuesto en sus palabras o en sus actos. Dios está en todas partes; tu buen Ángel te ve; los hombres son testigos de tus inmodestias y se escandalizan de ellas. Todos estos motivos deberían persuadirte a amar esta hermosa virtud, que tanta gloria procura a Dios y tanto bien hace al prójimo. ¡Qué hermoso es dar buenos ejemplos! (San Ambrosio).

II. Para practicar la modestia, es necesario que consideres tu edad, tu condición, tu género de vida, el tiempo, el lugar y las ocasiones en que te encontrares. Tus miradas deben ser modestas, tanto como tus palabras, tus acciones y todo tu exterior; en una palabra, debes comportarte de tal modo que se pueda decir de ti: "Así es como andaba Jesucristo, así es como obraba y conversaba con los hombres". Quien profesa creer en Jesucristo, debe regular su conducta según la de su Maestro. (San Jerónimo).

III. La modestia exterior depende de la interior; el rostro no es sino el reflejo de los sentimientos del alma. Si tus pasiones están bien mortificadas, si tu corazón está continuamente ocupado con el pensamiento de Dios, no tendrás mucho trabajo en ser modesto. Tu alma, encontrando su contento en el interior de sí misma, no lo buscará en el exterior. Los sentimientos se manifiestan en nuestro continente, y el rostro es el espejo del alma y la expresión de las costumbres. (San Isidoro).

*Muy cierto, mis queridos hermanos. La razón por la que muchos no son modestos ni humildes es porque están disipados por las cosas exteriores, perdiendo unas fuerzas preciosas que deberían ser empleadas en buscar el reino de Dios, pero que esos insensatos malgastan en una actividad febril con asuntos puramente mundanos. En cambio, nosotros sabemos que Dios se encuentra en el recogimiento del alma y en la lectura atenta y meditada de la Sagrada Escritura y el Magisterio, por lo que todos nuestros desvelos deben tender hacia esa unión íntima con el Señor. Los primeros cristianos y los Santos de todas las épocas vivían como muertos a este mundo miserable y traidor, viviendo únicamente para amar y servir a Dios en cualquier estado en que la Providencia les hubiera puesto, buscando la compañía de otros hermanos que también aspiraban a la perfección, siguiendo el mandato de N.S.J.C. (Mateo 5,48). En un mundo donde la virtud y la modestia son ridiculizadas y despreciadas por los miles de millones de neopaganos que viven sin Dios y sin religión, nosotros perseveremos en el camino estrecho y desconocido que conduce a la salvación, dejando que esos necios se hundan cada vez más en su incredulidad y apostasía, pues quienes han hecho de este mundo de muerte su paraíso, ya han recibido su recompensa, y nada pueden esperar del Juez Justo en la otra vida. Amemos, pues, el silencio, la humillación, el desprecio que los demás nos puedan tributar, por muy difícil que nos parezca de aceptar, ya que todo eso constituirá nuestra corona de gloria en las moradas eternas, cuando este mundo de ficción absurda pase para siempre y ya sólo haya cielos nuevos y tierra nueva. (Isaías 65,17). Que San Luis nos haga muy humildes y modestos para aceptar todas las humillaciones que nos vengan de parte de quienes no conocen a Dios, rezando también por ellos para que dejen entrar la luz de la Fe y puedan ver el lastimoso estado de sus pobres almas.

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


19 de Agosto del Año del Señor.
SAN LUIS,
Obispo y Confesor
n. 1274 en Nocera, Italia;
† 1297

Que vuestra modestia sea conocida de todos los hombres, pues el día del Señor está cerca. (Filipenses 4, 5)

+ En Caén de Francia, san Juan Eudes, Confesor, Misionero Apostólico, Fundador de la Congregación de Presbíteros de Jesús y María, y de la Orden de las Monjas de nuestra Señora de la Caridad, y promotor del culto litúrgico de los Sacratísimos Corazones de Cristo y de su Madre. El Papa Pío XI le puso en el catálogo de los Santos.
+ En Roma, san Julio, Senador y Mártir, el cual, entregado al Juez Vitelio, y por él encarcelado, fue, de orden del Emperador Cómmodo, apaleado hasta expirar. Su cuerpo fue sepultado en el cementerio de Calepodio, en la vía Aurelia.
+ En Anagni, san Magno, Obispo y Mártir, que fue muerto en la persecución de Decio.
+ En Cilicia, el triunfo de san Andrés, Tribuno, y sus Compañeros soldados; los cuales, después de conseguida milagrosa victoria contra los Persas, se convirtieron a la fe de Cristo, y acusados por esto, fueron, de orden del Emperador Maximiano, bárbaramente muertos por el ejército del Presidente Seleuco en los desfiladores del monte Tauro.
+ En Palestina, san Timoteo, Mártir, que en la persecución de Diocleciano, por orden del Presidente Urbano, después de sufridos muchos suplicios, fue quemado a fuego lento. Padecieron también allí mismo Tecla y Agapio: Tecla, expuesta a las fieras y despedazada entre sus dientes, pasó al Esposo; Agapio, superados muchísimos tormentos, fue reservado para mayores combates.
+ En Roma, san Sixto III, Papa y Confesor.
+ Junto a Briñoles, en la Provenza, el tránsito de san Luis, de la Orden de Menores, Obispo de Tolosa, ilustre por la santidad de vida y por los milagros; cuyo cuerpo, trasladado de allí a Marsella, fue honoríficamente colocado en la Iglesia de los Menores. Más tarde fue trasladado a Valencia de España y colocado en la Iglesia catedral.
+ En la aldea Sisterón, en Francia, san Donato, Presbítero y Confesor, el cuál, dotado, desde los comienzos de la infancia, de admirable gracia de Dios, hizo muchos años vida anacorética, e insigne en el don de milagros, se fue con Cristo.
+ En el territorio de Bourges, san Mariano, Confesor, cuyas virtudes y milagros celebró con grandes alabanzas san Gregorio, Obispo de Tours.
+ En Mantua, san Rufino, Confesor.
+ En Nuremberg, san Sebaldo, Ermitaño, muy esclarecido en milagros, que fue agregado al catálogo de los Santos por el Papa Martín V.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.