VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SANTOS HIPÓLlTO y CASIANO DE IMOLA, Mártires

13 de agosto del Año del Señor


SAN HIPÓLlTO,
Mártir

No queráis amar al mundo, ni las cosas
mundanas. Si alguno ama al mundo,
no habita en él la caridad del Padre.
(1 Juan, 2, 15).


El sacerdote romano Hipólito, presbítero de la Iglesia romana y teólogo de renombre, se había constituido como cabeza de una comunidad disidente. Durante la persecución de Maximino, fue deportado a Cerdeña con el Papa Ponciano, donde se reconcilió con la Iglesia. Sometido a trabajos forzados, murió mártir del clima malsano, hacia el año 238.


                                             

SAN CASIANO DE IMOLA,
Mártir

San Casiano, maestro de escuela, sufrió el más cruel suplicio. Le ataron las manos atrás del cuerpo y lo entregaron a los niños, a quienes enseñaba, para que lo mataran a estiletazos. Tanto más prolongado y doloroso fue su suplicio cuanto menos fuerza tenían sus verdugos, y más gloriosa fue así su victoria.


Casiano era un maestro severo y eficiente. Enseñaba a sus niños los rudimentos de la gramática, al mismo tiempo que un arte especial: el de la taquigrafía, ese arte de condensar en breves signos las palabras. Es acusado de cristiano. Y los perseguidores tienen la maligna ocurrencia de ponerle en manos de los mismos niños, sus discípulos, para que muera atormentado por ellos, y que los instrumentos del martirio sean los mismos de que antes se valían para aprender.

El poeta Aurelio Prudencio, relata así el martirio de San Casiano:

"Unos le arrojan las frágiles tablillas y las rompen en su cabeza; la madera salta, dejándole herida la frente. Le golpean las sangrientas mejillas con las enceradas tabletas, y la pequeña página se humedece en sangre con el golpe. Otros blanden sus punzones... Por unas partes es taladrado el mártir de Jesucristo, por otras es desgarrado; unos hincan hasta lo recóndito de las entrañas, otros se entretienen en desgarrar la piel. Todos los miembros, incluso las manos, recibieron mil pinchazos, y mil gotas de sangre fluyen al momento de cada miembro. Más cruel era el verduguito que se entretenía en surcar a flor de carne que el que hincaba hasta el fondo de las entrañas".

ORACIÓN

Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que la augusta solemnidad de vuestros bienaventurados mártires Hipólito y Casiano aumente en nosotros la devoción y el amor de la salvación. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE TRES PELIGROS
QUE SE ENCUENTRAN EN EL MUNDO

I. Las máximas del mundo son tan contrarias a las de Jesucristo, que no hay que asombrarse de ver en él al vicio honrado y a la virtud despreciada. Dice Jesucristo que hay que despreciar las riquezas, el mundo pretende que hay que valerse de todo para adquirirlas; recomienda el Señor que se perdone a los enemigos, el mundo declara que un hombre que se precie de serlo no debe sufrir una afrenta sin vengarse: como si no fuese honorable obedecer a Jesucristo e imitarle. Considera una por una las máximas del mundo, y verás que son el polo opuesto de las máximas de Jesucristo.

II. A máximas peligrosas, une el mundo malos ejemplos. En el mundo, cada uno busca los placeres, los honores, la fortuna; pocos piensan seriamente en su salvación. En el mundo, exhíbese el vicio sin embozo y sin vergüenza, mientras que la virtud se esconde para escapar de las burlas y del odio de los malvados. Quien no imita a los malvados, los ofende. (San Cipriano).

III. En fin, en el mundo, no se obedece ni a la razón ni al Evangelio, no se sigue sino la costumbre cobarde; ésta es la que glorifica al vicio y denigra a la virtud. Cuídate de estos tres peligros, y regula tu vida según el Evangelio y no según los usos del mundo, donde los buenos son tan raros y los malos tan numerosos. Excepto algunos cristianos que huyen del mal, ¿qué es el resto de los hombres, sino la sentina de los vicios? (Sa1viano).

*Sí, queridos hermanos, todo lo que hay en el mundo es mentira y corrupción, concupiscencia de la carne, de los ojos, y del orgullo. El mundo anda en tinieblas permanentes, porque no ha creído en Dios ni ha recibido a Aquél que vino para ser la Luz del mundo, sino que Le odió irracionalmente y Le dio muerte de la manera más cruel y afrentosa. Por eso el mundo es enemigo declarado del cristiano, junto con el demonio y nuestra propia concupiscencia carnal. Quizás sea el más terrible enemigo, pues su influencia es tal que nos rodea por todas partes, pervirtiendo el aire con sus erradas máximas y sus corrientes de opinión diametralmente opuestas al Evangelio y a la Verdad. Por eso se nos advierte tantas veces en la Sagrada Escritura que quienes amen al mundo y las cosas que hay en él, no pueden poseer la Caridad y la paz interior que Dios concede únicamente a quienes han muerto al mundo y sus vanidades para seguir a Jesús con la cruz a cuestas. En el mundo sólo hay escándalo y maldad, hipocresía y ostentación malsana, de ahí que nadie que ame al mundo pueda agradar a Dios, pues para acercarse al Altísimo es preciso negarse a sí mismo, y el mundo predica justamente lo contrario, poseído como está por su perverso príncipe el diablo, padre de la soberbia. De modo que no queramos tener nada que ver con el mundo y sus múltiples avenidas de distracción para el alma, pues todas ellas conducen irremediablemente hacia la perdición eterna, mientras los infelices que van por los caminos anchos y espaciosos del mundo piensan engañados que todo es jauja y diversión, hasta que les llega la hora de morir y presentarse ante Dios, y entonces tienen que agachar la cabeza avergonzados y confusos al ver que eligieron el camino de la condenación en lugar de la senda estrecha y desconocida de la salvación. Cerremos, pues, los ojos al mundo y sus locuras, para fijarlos únicamente en la Jerusalén Celestial, donde la Iglesia Triunfante canta eternamente las alabanzas de la Trinidad Beatísima. Sanctus, Sanctus, Sanctus...

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


13 de agosto del Año del Señor.
SANTOS HIPÓLITO
Y CASIANO,
Mártires

No queráis amar al mundo, ni las cosas mundanas. Si alguno ama al mundo, no habita en él la caridad del Padre. (1 Juan 2, 15)

+ En Roma, san Hipólito, Mártir, el cual, en tiempo del Emperador Valeriano, para gloria de su confesión, después de otros tormentos, atado por los pies a los cuellos de caballos indómitos, arrastrado cruelmente por entre cardos y abrojos y despedazado todo el cuerpo, entregó su espíritu al Señor. Padecieron también el mismo día santa Concordia, su nodriza, la cual, antes que él herida con plomadas, pasó al Señor; y además otros diecinueve de su familia, que fueron degollados fuera de la puerta Tiburtina, y junto con él sepultados en el campo Verano.
+ En Forzila, el triunfo de san Casiano, Mártir, que como no quisiera adorar a los ídolos, el tirano, llamando a los muchachos, a quienes el Santo, por instruirlos, se había hecho aborrecible, les dio licencia para quitarle la vida; con que fue su martirio tanto más penoso cuanto más largo lo hicieron las débiles manos que lo ejecutaban.
+ En Todi de Umbría, san Casiano, Obispo y Mártir, en tiempo del Emperador Diocleciano.
+ En Burgos de España, las santas Centola y Elena, Mártires.
+ En Constantinopla, san Máximo, Abad, insigne por su doctrina y celo de la verdad católica; al cual, por combatir acérrimamente contra los Monotelitas, el Emperador Constante Hereje, mandó cortar las manos y la lengua y lo desterró al Queroneso, donde esclarecido por su gloriosa confesión, entregó el espíritu a Dios.
Entonces también, dos discípulos suyos, por nombre Anastasio, y otros muchos, padecieron diferentes tormentos y penosos destierros.
+ En Frizlar de Alemania, san Wigberto, Presbítero y Confesor.
+ En Roma, la dichosa muerte de san Juan Berchmans, escolar de la Compañía de Jesús y Confesor, insigne por la inocencia de vida y por la observancia de la disciplina regular, a quien el Sumo Pontífice León XIII decretó los honores de los Santos.
+ En Poitiers de Francia, santa Radegunda, Reina, cuya vida resplandeció en virtudes y milagros.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.

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