“El bien, proporcionado a la naturaleza, se produce en la mayoría de los seres y sólo falta en unos pocos; pero el bien que excede el estado común de naturaleza se encuentra sólo en unos pocos y falta en muchos. Así, la mayoría de los hombres tienen una ciencia suficiente para el gobierno de sus vidas; el número de los que carecen de esta ciencia, y a los que se llama idiotas, es relativamente pequeño; pero muy pequeño es el número de los que alcanzan un conocimiento profundo de las cosas intelectuales. Por tanto, como la bienaventuranza eterna, que consiste en la visión de Dios, excede el estado común de naturaleza en cuanto ha sido privada de la gracia por la corrupción del pecado original, son pocos los que se salvan. Y aun en esto la misericordia de Dios resplandece con un fulgor singular: porque eleva a cierto número de criaturas humanas a la salvación eterna, mientras que la mayoría escapa a ella según el curso ordinario de las cosas y la inclinación de la naturaleza”.
(Sum. theol. I Pars. q. XXIII a. 7).