Si la Iglesia es un edificio, Jesucristo es su fundamento invisible, el Papa, su fundamento visible; si es cierto que en el edificio pueden verse dos piedras cimentadas a un tiempo, la verdad es que una está en el suelo y es visible, la otra está debajo y fuera de nuestra vista. Querer separar una de otra equivale a derrumbar el edificio: Petram au tem erat Christus.
Si la Iglesia es una hermosa virgen, Jesucristo es su esposo invisible y el Papa, su esposo visible y, por lo tanto, no tiene más que un solo esposo: uni viro virginem castam exhibere Christo.
Repertorio Universal del Predicador
Tomo XVIII
1931
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