17 de agosto del Año del Señor
SAN MAMMES,
Mártir
Toda carne es heno; y toda su gloria como la flor
del heno: secóse el heno y se cayó su flor:
pero la palabra del Señor dura eternamente.
(1 Pedro, 1,24-25).
San Mammes, hijo de un pastor de Cesarea en Capadocia, unió la piedad a la pobreza, y coronó con el martirio una vida llena de sufrimientos y privaciones. Sus virtudes fueron celebradas por dos grandes doctores de la Iglesia: San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Cuenta este último, como oído de un testigo ocular, que, en su juventud, Juliano el Apóstata y su hermano Galo intentaron edificar, cada uno una mitad, una iglesia sobre la tumba del santo; pero después de inútiles esfuerzos para asentar los cimientos de la parte que tocara a Juliano, fue menester renunciar a la empresa.
ORACIÓN
Haced, os lo suplicamos, oh Dios omnipotente, que la intercesión del bienaventurado mártir Mammes, cuyo nacimiento al cielo celebramos, nos fortifique en el amor de vuestro santo Nombre. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN SOBRE LA VANIDAD
DE LOS HONORES
I. La gloria que el mundo promete no merece la pena que trabajemos por adquirirla, pues no puede llenar nuestra alma. Cuanta más tenemos, más sedientos de ella nos encontramos. El ambicioso jamás dice: basta. Sus deseos le causan más penas que placer le producen sus honores. ¿Qué gloria esperamos nosotros de este mundo pérfido? Promete los honores de la tierra para arrebatar los del cielo, muestra falsos bienes para apoderarse de los verdaderos. (San Cipriano).
II. Esta reputación que tanto estimas, no depende de ti: es un efecto del capricho de los hombres, que, a menudo, estiman lo que debieran vituperar, y vituperan lo que habría que estimar. Además, basta un vuelco de fortuna, un momento de desgracia, para empañar el brillo de la reputación más alta. Despreciemos, pues, la opinión de los hombres, tan injusta a veces, y siempre tan inconstante. Si amamos la gloria, que sea allí donde nunca es recompensa del vicio. (San Pedro Crisólogo).
III. Toda gloria humana fenece con la vida. Preciso será dejar en la puerta de la tumba tiaras, coronas y púrpura. Tal vez se te alabe en este mundo en el que ya no estarás, pero ¿para qué te servirán esas alabanzas, si eres despreciado y atormentado allí donde estés? Cuando sufres alguna cruel enfermedad, ¿acaso las alabanzas que se te tributan allí donde no estás, alivian tus dolores? En adelante, toda mi gloria será humillarme con Jesucristo, como Jesucristo y para Jesucristo.
*Así es, mis queridos hermanos. La falsa gloria de este mundo pasa pronto, y nadie se acuerda de ella en la otra vida. Por eso es necesario que quienes nos preciamos de ser cristianos, esto es, seguidores de Cristo, luchemos contra las alabanzas engañosas y el falso deseo de ser estimados que a tantos imprudentes pierde, pues quien se afana por ganar el mundo pronto consumirá sus fuerzas en una empresa absurda, siendo que no tiene asegurada su morada en la vida eterna. Hay otros que se esfuerzan inútilmente por labrarse una buena reputación entre los mundanos, viviendo esclavos del cobarde respeto humano y los falsos escrúpulos, pero descuidando criminalmente su relación con Dios, a quien prácticamente no conocen, pues se han acostumbrado a vivir sin Él. Todo esto nos demuestra cuán errados están los pobres infelices que siguen el camino ancho y espacioso del mundo y sus engaños, pues aunque crean estar muy felices y seguros, la triste realidad es que no tienen nada asegurado para la otra vida, porque el camino que han tomado no es la senda angosta y desconocida que lleva a la puerta estrecha de la salvación. Si alguno de vosotros quiere hallar la gloria verdadera a ojos de Dios Uno y Trino, hermanos míos, entonces que se humille y se haga pequeño como Jesucristo se hizo por amor a nuestras almas, pues en la humillación y la pequeñez se encuentra la única gloria agradable a Dios. Por tanto, cuando nos vengan aflicciones y humillaciones, aunque no lo entendamos, digamos siempre sí a Dios, que se haga Su adorable Voluntad sobre nosotros, y démosle las gracias por enviarnos esas tribulaciones, pues es señal clarísima de que nos ama y quiere rescatarnos del camino de la condenación universal que se abate sobre todo el orbe ciego a la Gracia divina.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
17 de Agosto del Año del Señor.
SAN JACINTO,
Confesor
n. 1185 en el Castillo de Lanka, Polonia;
† 15 de agosto de 1257 en Cracovia, Polonia
Mirad, hermanos, que andéis con gran circunspección, no como necios, sino como prudentes, recobrando el tiempo, porque los días son malos. (Efesios 5, 15-16)
+ San Jacinto, de la Orden de Predicadores, Confesor, que durmió en el Señor el día 15 de Agosto.
+ En Cartago, los santos Mártires Liberado, Abad, Bonifacio, Diácono, Siervo y Rústico, Subdiáconos, Rogato y Séptimo, Monjes, y el niño Máximo; los cuales, en la persecución Vandálica y reinado de Hunerico, por la confesión de la fe católica y por la defensa de un solo Bautismo, fueron atormentados con varios e inauditos suplicios, y finalmente atravesados con clavos sobre leños para ser quemados en ellos, y aunque muchas veces encendido el fuego, siempre milagrosamente apagado, mandó el tirano golpearlos con los cuentos de los remos hasta triturarles las cabezas, con lo cual, coronados por el Señor, acabaron la carrera de tan hermoso combate.
+ En Acaya, san Myrón, Presbítero y Mártir, a quien de orden del Presidente Antípatro, en Cícico, imperando Decio, después de muchos tormentos, cortaron la cabeza.
+ En Cesarea de Capadocia, el triunfo de san Mamés, Mártir, hijo de los santos Mártires Teódoto y Rufina, que desde su primera infancia hasta la vejez sufrió un prolongado martirio, y al fin, siendo Emperador Aureliano y Presidente Alejandro, lo consumó felizmente. Los santos Basilio y Gregorio Nacianceno le celebran con grandísimas alabanzas.
+ En Nicomedia, los santos Mártires Estratón, Felipe y Eutiquiano, los cuales, condenados a las fieras y no recibiendo daño, consumaron el martirio por el fuego.
+ En Tolemaida de Palestina, el suplicio de los santos Mártires Pablo y Juliana, Virgen, su hermana; ambos de orden del Emperador Aureliano, porque perseveraban constantemente en la confesión de Cristo, fueron atormentados con diversas y muy crueles torturas y por último decapitados.
+ En Roma, san Eusebio, Papa.
+ En Terni, san Anastasio, Obispo y Confesor.
+ En Cartago, los santos Mártires Liberado, Abad, Bonifacio, Diácono, Siervo y Rústico, Subdiáconos, Rogato y Séptimo, Monjes, y el niño Máximo; los cuales, en la persecución Vandálica y reinado de Hunerico, por la confesión de la fe católica y por la defensa de un solo Bautismo, fueron atormentados con varios e inauditos suplicios, y finalmente atravesados con clavos sobre leños para ser quemados en ellos, y aunque muchas veces encendido el fuego, siempre milagrosamente apagado, mandó el tirano golpearlos con los cuentos de los remos hasta triturarles las cabezas, con lo cual, coronados por el Señor, acabaron la carrera de tan hermoso combate.
+ En Acaya, san Myrón, Presbítero y Mártir, a quien de orden del Presidente Antípatro, en Cícico, imperando Decio, después de muchos tormentos, cortaron la cabeza.
+ En Cesarea de Capadocia, el triunfo de san Mamés, Mártir, hijo de los santos Mártires Teódoto y Rufina, que desde su primera infancia hasta la vejez sufrió un prolongado martirio, y al fin, siendo Emperador Aureliano y Presidente Alejandro, lo consumó felizmente. Los santos Basilio y Gregorio Nacianceno le celebran con grandísimas alabanzas.
+ En Nicomedia, los santos Mártires Estratón, Felipe y Eutiquiano, los cuales, condenados a las fieras y no recibiendo daño, consumaron el martirio por el fuego.
+ En Tolemaida de Palestina, el suplicio de los santos Mártires Pablo y Juliana, Virgen, su hermana; ambos de orden del Emperador Aureliano, porque perseveraban constantemente en la confesión de Cristo, fueron atormentados con diversas y muy crueles torturas y por último decapitados.
+ En Roma, san Eusebio, Papa.
+ En Terni, san Anastasio, Obispo y Confesor.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.