VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

NAPOLEÓN BONAPARTE MURIÓ CONTRITO Y CATÓLICO

Hemos llegado a los momentos en que desaparece del mundo la colosal figura de Napoleón Bonaparte. El Papa le había perdonado sinceramente. ¡El alma grande de Pío VII no sabia más que amar sin hacer exclusión de sus enemigos y perseguidores! Desde que el gran guerrero se hallaba en Santa Elena, le dio repetidas pruebas de afecto. Por otra parte, Napoleón no ignoraba que en Roma habían hallado hospitalidad su madre, tres hermanos suyos y una de sus hermanas. Él que quería mucho a su familia no podía olvidarse de este beneficio. Hemos sido severos al juzgar al gran capitán del siglo, pero la verdad histórica nos ha obligado a ello. Por la misma razón diremos que muchas veces demostró sentimientos religiosos, como se lo manifestó el mismo Pío VII un día que recordándoselos le dijo: «Ya volveréis a ellos.» La ambición de que se vio dominado, y su afecto al filosofismo, es lo que sofocaba en él estos sentimientos, que no pudieron menos de despertarse en el dia de su desgracia. Recomendamos la lectura de sus Pensamientos en la isla de Santa Elena. En 2 de Abril (1821) un criado manifestó que la noche antes se había descubierto un cometa por la puerta de Oriente. Al oírlo Napoleón, exclamó con viveza: ¡Un cometa! ese signo fue el precursor de la muerte de César.» Creyó, pues, que era un aviso y se dispuso a morir como cristiano. El 21 del mismo mes hizo llamar a Vignali (Sacerdote) y le dijo: He nacido en la religión católica: quiero llenar los deberes que me impone, y recibir los auxilios que suministra. Recibió con fervor los auxilios de la religión; pronunció el nombre del Padre Santo, al que muchas veces apellido en su destierro un cordero, y lo pronunció con acento de verdadero cariño. En seguida vertió algunas expresiones acerca de la catedral de Ayaccio, y por más que iba creciendo su debilidad, su rostro se mantuvo apacible y sereno. El 5 de mayo a las seis menos once minutos espiró, habiendo pronunciado sus últimas palabras entre las agonías de la muerte. Estas palabras fueron: «Ánimo... Ejército... Aprisa... Aquí están.» Así acabó reconciliado con la Iglesia e implorando el perdón del Dios de sus victorias el que asombró al mundo con la grandeza de sus hechos, y fue árbitro de los destinos de Europa.

Historia de la Iglesia, Tomo 4
De Emilio Moreno Cebada · 1868.

https://www.google.es/books/edition/Historia_de_la_Iglesia_4/vHYc_0IHfQUC?hl=es&gbpv=0







S.S.PÍO VII