VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL PAPA ES EL ORÁCULO, EL ÓRGANO Y LA VOZ VIVIENTE DEL ESPÍRITU SANTO (Cardenal Manning)


P. Henry Edward Manning

EL PAPA ES EL ORÁCULO, EL ÓRGANO Y LA VOZ VIVIENTE DEL ESPÍRITU SANTO 
(Cardenal Manning)

Extraído del Sermón The Church, the Spirit and the Word, por el Henry Edward Manning, Lanark, 1859.


(...) He ahí cumplida ante vosotros y ante mí esta promesa del Señor hecha al profeta; hay ahora una senda y un camino, el cual es el camino de la santidad -una vía en la que los simples y poco formados no errarán. He ahí una voz a nuestras espaldas diciendo "He aquí el camino, caminad por él", para que no nos desviemos ni a izquierda ni a derecha. Hay ahora un maestro infalible entre los hombres. Hay una voz que habla a través del mundo entero, para que quienes la sigan caminen siempre en la verdad. Dios no ha abandonado a su Iglesia; Jesús no la ha dejado. Aunque ahora se halle entronizado en el Cielo, Él sigue en ella todavía. La misma Iglesia representa a Jesús enseñando y reinando en la tierra: por Su Espíritu y Su Palabra, Él sigue estando presente, y lo estará hasta la consumación del mundo (consummationem saeculi).


¿Y dónde se encuentra hoy esta Iglesia? Ojalá pudiéramos encontrarla, ojalá pudiéramos saber dónde se ha de escuchar la divina voz, ojalá pudiésemos descubrir dónde se halla este órgano, pues toda controversia cesaría, los hombres convertirían sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en podaderas; ya no habría más estridencias de espadas, no más choque de argumentos, no más batalla de razonamientos, no más conflicto de inteligencias, ni más esfuerzos de voluntades acaloradas en el fragor de la animosidad religiosa. Todas estas cosas se extinguirían, y las armas de la batalla espiritual se transformarían en útiles utensilios de labranza y ganadería para la viña del Señor. ¿Dónde, pues, debemos buscar esta Iglesia? Hay una prueba muy cierta para encontrarla. Los Apóstoles estaban unidos a San Pedro. Él era el primero entre ellos. Él era la Cabeza de todos. Ellos no tomaban ninguna deliberación separados de él. No enseñaban ninguna otra doctrina que la doctrina de Pedro. No pusieron ningún otro cimiento. Todos sus privilegios los tenían en común con él. Las llaves del Reino de los Cielos que llevaban fueron primeramente dadas a Pedro y puestas en sus manos por Cristo Nuestro Señor. Ellos habían estado presentes y habían escuchado de labios del mismo Verbo Encarnado, ungido por el Espíritu Santo: "Tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella; y a ti te daré las llaves del reino de los Cielos, y lo que atares en la tierra quedará atado en el Cielo". (1)


Pedro era, entonces, su Cabeza -su jefe en ese Colegio Apostólico que fue el órgano del Espíritu Santo en el día de Pentecostés. ¿Ha cesado acaso alguna vez de ser esa Cabeza y ese jefe? ¿Quién se encuentra en el lugar de San Pedro en esta hora? ¿Hay alguno? El mundo entero creyó de antaño que Lino, Obispo de Roma, sucedió a Pedro, cuando éste ascendió desde la cruz de su martirio hasta el trono de su Señor. Roma era el centro de esa única Iglesia universal de todas las naciones. Esto es indiscutible y no admite controversia. La tranquila página de la historia en aquellos primeros días, a la cual algunos profesan apelar, da fe del hecho de que no había nada más que una sola Iglesia sobre la tierra. No había ninguna otra como ella ni al lado de ella; y el centro y la cabeza de esa Iglesia era el centro y la cabeza del mundo. Era en la ciudad de Roma, y en esa ciudad de Roma la Sede de Roma, el santo trono apostólico en el que se sentaban los Sucesores del primero de los Apóstoles de Jesucristo. 


Nadie duda de esta verdad histórica en el pasado, pero lamentablemente la historia del pasado parece no tener jurisdicción sobre muchas conciencias de hoy. Muchos tratan la historia como si de una página ociosa se tratara, la cual pueden leer para su entretenimiento, pero rechazar como guía para sus conciencias. Y sin embargo es indudable que la única Iglesia de Dios, cuya circunferencia descansaba en la salida del sol y en su puesta, tenía un centro, y ese centro estaba en Roma. Tomadlo como una mera cuestión de hecho. El omnipotente Arquitecto, al establecer Su brújula para describir el circuito de Su Reino en la tierra, puso un pie en la ciudad de Roma, y con el otro pie trazó una circunferencia que incluía al mundo entero. Los anales sucesivos de la Iglesia reconocen al Obispo que se sentaba en la Silla de Pedro como la Cabeza de los Obispos del mundo entero. No necesito fatigaros con más testimonios. Cualquiera que coja la página de la historia puede leerlo. No hago ninguna afirmación sobre nada más allá de este hecho indisputable.

(1) Mateo 16,19.

Continuará...