VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL PAPA ES EL ORÁCULO, EL ÓRGANO Y LA VOZ VIVIENTE DEL ESPÍRITU SANTO, (Cardenal Manning, 2 y final)

P. Henry Edward Manning

EL PAPA ES EL ORÁCULO, EL ÓRGANO Y LA VOZ VIVIENTE DEL ESPÍRITU SANTO 
(Cardenal Manning)

Extraído del Sermón The Church, the Spirit and the Word, por el Cardenal Henry Edward Manning, Lanark, 1859.

Entonces, si Roma era el centro, desde la antigüedad, de ese cuerpo apostólico que era la morada del Espíritu Santo y el órgano de su voz, ¿cuál es hoy ese centro? ¿Y cuál es ahora la Iglesia? ¿Cuál es el centro y la circunferencia de esa única Iglesia de Dios que rige a las naciones del mundo en este momento? Todas las controversias durante trescientos años nos dicen que es la sede de Roma. Mejor dicho, a través de la boca de historiadores controvertidos nos llega el hecho que, durante los últimos 1200 años, el Obispo de Roma, en la amplitud de sus pretensiones, en la vasta extensión de su poder espiritual, en esa poderosa e inimaginable aspiración al pontificado universal, ha gobernado con autoridad sobre toda la Iglesia de Dios. Tenemos, por tanto, al principio y al final, la misma cabeza y el mismo centro. Ni tampoco será difícil entrelazar esta larga línea de muchos eslabones, desde el martirio de San Pedro hasta el pontificado de S.S. Pío IX.


Si tuviéramos la oportunidad de ver uno de esos ríos vastos y caudalosos, de los que se nos dice que, en alguna parte de su curso se entierran en las cavidades y huecos de la tierra, y después brotan exuberantemente a alguna distancia río abajo, ¿algún hombre sería reputado como razonable si mantuviera que el río que se sumergió era un arroyo, y que el río que brotó después era otro, sin continuidad y sin identidad? ¿No deberíamos afirmar enseguida que era la misma agua poderosa abriéndose paso primero por debajo de la tierra y después saliendo de ella hacia afuera? ¿Cómo pueden, pues, el único arroyo que fluye de la primera fuente, la única Iglesia sobre la cual esta inmortal línea de Soberanos Pontífices, desde la cruz de San Pedro hasta el trono de S.S. Pío IX, haber reinado soberanos y supremos, y no ser otros que la única Iglesia de Dios? Por esa larga cadena de Pontífices, más de 250, unidos en perfecta continuidad, entrelazados tan indisolublemente como las generaciones de hombres y la sucesión de las épocas, estamos hoy en contacto directo, a través de la persona del noveno Pío, con San Pedro, el Príncipe de los Apóstoles y el Vicario de Jesucristo.


Nunca hubo ninguna otra Iglesia aparte de ésta. ¿Sabemos acaso cuándo nacieron las demás "iglesias"? Cualquier otro cuerpo separado tuvo su origen en algún punto de esa larga línea de la historia, y está señalado y fechado en la corriente del tiempo. Podemos encontrar allí el triste día en que una Bula Papal fue quemada en una ciudad de Alemania; podemos hallar incluso el momento en que se lanzó alguna protesta reciente contra la Santa Iglesia de Dios; conocemos el instante en que cada comunidad separada que afirmaba ser una iglesia nació. ¿Dónde, pregunto entonces, dónde queda la promesa del profeta? "Mi espíritu que está sobre ti, y mi palabra que está en tu boca, no se marcharán de tu boca, ni de la boca de tu simiente, ni de la boca de la simiente de tu descendencia, dijo el Señor, desde hoy y por toda la eternidad". ¿Ha sido acaso la única Iglesia Apostólica de Dios desheredada, destronada o "desungida"? ¿Ha sido la divina palabra retirada de sus labios? ¿Cómo podrá esa palabra pasar lejos de su boca si el Espíritu Santo no se ha mudado de Su tabernáculo? Si el Espíritu Santo todavía habita en el templo que Dios eligió para Sí el día de Pentecostés, entonces ese templo es divino. Entonces esa misma voz de Dios Espíritu Santo habla hoy con los mismos acentos infalibles e inquebrantables que los que habló aquel santo día.; y por tanto se sigue que el único órgano del Espíritu Santo a través del mundo entero en el momento presente es la Santa Iglesia Católica Romana; esa única Iglesia Romana; Romana todavía, a pesar de estar extendida por todo el mundo en su vasto episcopado; Católica todavía, cuando se reúne en concilio, al igual que en esa sala superior en Jerusalén; Católica en la persona de su Pontífice; pues se trata de toda la Iglesia la que habló a través de los labios del Vicario de Cristo, quien el otro día definió al mundo por medio de Su voz infalible la Inmaculada Concepción de Nuestra Santísima Madre, a quien, bajo este privilegio de su gloria, se dedica hoy este santuario. Jesucristo habla, pues, a través del mismo cuerpo hoy como entonces, y los dones del cuerpo son los privilegios de la cabeza, la luz y la guía que el Espíritu Santo transmitió al Colegio Apostólico residían sobre todo en aquél que era el jefe de todos. Esta es la promesa de Nuestro divino Señor cuando dijo "Simón, Simón, Satanás ha pedido zarandearos" -es decir, a todos vosotros- "como se zarandea al trigo, pero Yo he rogado por ti" -esto es, por Pedro- "para que tu fe no desfallezca, y cuando te hallas convertido, confirma a tus hermanos". (1) Esta promesa es el juramento de la estabilidad perpetua en la fe, y del mismo modo que los dones del cuerpo son los privilegios de la cabeza, así la iluminación que se difunde por todo el cuerpo de la Iglesia reside eminentemente en el episcopado, pero preeminentemente y por encima de todos en el jefe de los Obispos, el Pastor de los Pastores, el Vicario del Verbo Encarnado. Aquí tenemos, pues, el cumplimiento de la profecía, ¿pues qué es el Vicario de Jesucristo sino su representante -el testigo verdadero, especial y personal-, la misma presencia, por así decir, del Hijo de Dios en la tierra?


Del mismo modo que se cumplió la profecía de Isaías cuando el Hijo de Dios se encarnó y surgió en la ciudad de Nazaret, ungido por el Espíritu Santo, de la misma manera Su representante y Vicario se levanta ahora en medio del mundo, el heredero verdadero y especial de esas promesas, y sobre su ungida cabeza reposa eternamente el Espíritu Santo, y en su boca se halla la Palabra de Dios que jamás partirá de él. Él es el oráculo, el órgano y la voz viva a través de la cual el Espíritu de Dios cumple hasta esta hora la profecía de Isaías.

Lucas 22, 31-32.


FIN
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