LOS EJERCICIOS ESPIRITUALES DE SAN IGNACIO DE LOYOLA
(Aloysius Bellecius SJ, Madrid, 1867).
CONSIDERACIÓN.
Sobre la indiferencia a todo lugar, todo empleo, todo estado de salud y grado de perfección.
La práctica de esta perfecta indiferencia es tan difícil que espanta y alborota al amor propio , y sin embargo es la base de tal manera indispensable de la vida religiosa , que faltando ella , no puede menos de venirse á tierra el edificio espiritual que pretendemos levantar en estos Ejercicios . He aquí por qué he reunido en este lugar los motivos que me han parecido más poderosos para determinarnos á abrazar esta virtud , á fin de que acosada nuestra voluntad por tantas razones , y atacada en sus más fuertes atrincheramientos , se vea obligada á rendirse á discreción . No hago en esto sino seguir la mente de S. Ignacio , que , según lo atestigua Lancicio , quiere que el dia de hoy nos ocupemos únicamente de esta materia , á fin de no debilitar nuestra atención sobre un punto tan capital , aplicándola á otras reflexiones . Si alguno hallare demasiado larga la materia tratada en esta consideración , podrá reservar el segundo punto para el tiempo de la lectura espiritual , de la que sin embargo nada deberá suprimirse .
I. El grande obstáculo á la indiferencia es el temor de los trabajos , de las incomodidades , de las enfermedades , de los menosprecios y de las aflicciones que nos esperan en tal lugar, en tal oficio ó empleo , ó lo que tendremos que sufrir para llegar á tal grado de perfeccion . Mas un serio exámen de los motivos que pueden tranquilizarnos contra semejante temor, tendrá por fruto el hacernos arrostrar con valor esta dificultad que alarma nuestro amor propio .
1. Comencemos por lo tocante á las aprehensiones de enfermar . Confesémoslo : ¿ no puede Dios visitarnos con enfermedades en tal lugar , en tal empleo que deseamos ; y al contrario , conservarnos la salud y las fuerzas en tal situacion , en tal cargo que rehusamos á pretexto de salud ? ... ¿ No podemos aún temer , y con fundamento , que Dios en castigo de nuestra resistencia nos envie el mal que aprehendemos ? ... ¿ Y no debemos esperar que en premio de nuestra indiferencia continuará conservándonos la salud ?
Por lo demás , si Dios nuestro Criador , árbitro de nuestra vida y de nuestra muerte , quiere que estemos enfermos más bien que sanos , ¿ quiénes somos nosotros , pura nada , vil barro para resistir al Todopoderoso , y oponer temerariamente nuestra voluntad á la suya ? ¿No es preferible padecer en una cama por voluntad del cielo , á conservar contra la voluntad de Dios toda la fuerza de una inalterable salud ? Es pues nulo este pretexto de enfermedad , no es sino una invencion del amor propio . Sin embargo , no nos está prohibido exponer al superior nuestros temores sobre el particular, cuando estan fundados en un motivo razonable, con tal que estemos dispuestos á sómeternos á lo que él determine despues de haber oido nuestras razones .
2.º La causa de nuestros terrores son los trabajos , las aflicciones , los cuidados embarazosos , los tedios que prevemos en tal lugar , en tal empleo , en tal ocupacion á que se nos llama ; pero ignoramos que el Señor puede en cambio de lo que padeciéremos por su amor , compensarnos abundantemente con el don de una oracion más sublime , con santas delicias y felices resultados , con la paz del alma y pureza del corazon , y librándonos de mil encuentros con nuestros superiores , ó de pesadumbres y angustias sin cuento , ¿que tendriamos que sufrir en otra situacion ? ...
Al contrario , ¿ no puede Dios reservarnos en aquel empleo , en aquel puesto que ambicionamos , contrariedades harto más penosas que las que hubiésemos encontrado en aquel ministerio que rehusa nuestra cobardía ? ... ¿ Y no podemos temer con razon que obre de esta manera para castigar así nuestra independencia ? Sí , nosotros somos nuestros propios enemigos , cuando como ciegos nos acarreamos mayores males , esforzándonos neciamente á evitar otros menores . Si queremos pues ser prudentes , seamos indiferentes á todo , y dejémonos conducir por sola la voluntad de Dios .
De este mismo modo podemos continuar razonando respecto de los desprecios , que tenemos en tal lugar, en tal empleo , en la práctica de tal grado de perfeccion ; porque , si los soportamos generosamente , pueden ser recompensados por las gracias más preciosas , por una salud constante , y librándonos de una infinidad de penas y cuidados que de otro modo nos podrian sobrevenir . Mas , al contrario , ¿ cuántos imprudentes hay que no encuentran sino las zarzas de las humillaciones donde se prometian no recoger sino los laureles de la gloria ? ¿ Cuántos todavía , que colocados al frente de otros , son un objeto de envidia y de aversion , y que no hubieran tenido sino amigos , á no haber tenido sino iguales ? Hubieran sido buenos ciudadanos , pero son malos cónsules .
Sí , por justo juicio de Dios se cae en un abismo queriendo evitar un precipicio ; y el mismo camino por donde se esperaba llegar á la comodidad , á los honores , á la salud , conduce á la enfermedad , al desprecio y á todo género de penas . Así es como Aman , llegado al rango de primer ministro , encuentra en esta misma elevacion la causa del vergonzoso suplicio en que viene á terminar su ambicion : Oh ! ¡ qué feliz hubiese sido , si contento de la vida privada , no hubiera deseado las grandezas de la corte ! Por sustraerse Lot á los disgustos que le ocasionaban las querellas de sus pastores con los de Abrahan , se separó de este santo patriarca, y escogió para su habitacion el rico y floreciente país de Sodoma : en un principio se hallaba de ello bien contento , y todo el mundo le felicitaba de haber pasado á esta nueva comarca ; mas la Escritura nos hace saber (1 ) que esta imprudente eleccion fué más tarde para él un manantial de desgracias . El impaciente Ocozías no queria padecer la enfermedad que una caida le ocasionara ; y el insensato se vió precisado á oir de la boca de Elías esta fulminante sentencia : Morirás sin remedio (2).
Qué ! al cabo de mil rodeos , despues de mil oposiciones , seguidas de dificultades y de penas infinitas , ¿ no será preciso , en fin , rendirnos y hacer entónces por fuerza lo que rehusamos ahora hacer de buena voluntad ? Porque por más recalcitrantes que estemos , no por eso dejarán de ser los decretos de la Providencia un paso inevitable en que necesariamente nos hemos de encontrar metidos .
Traigamos á la memoria el ejemplo de Jonás : habia recibido la órden de ir á la grande ciudad de Ninive y predicar en ella (3) ; pero temiendo que Dios perdonase á los ninivitas si hacian penitencia , y temblando ante la idea de pasar por un falso profeta , rehusó el lugar ý el ministerio que le estaban designados . Levantóse para huir de la presencia del Señor (4 ) ; pero su resistencia le fué inútil ; porque como dice Job , al que teme la escarcha , la nieve le vendrá encima (5) . Este profeta desobediente , que no se habia atrevido á parecer en las plazas públicas , es arrojado al mar : habia tenido miedo de los hombres , y es tragado por un pez : no habia querido predicar en una ciudad , y se ve reducido á estar encerrado en el vientre de la ballena : en fin , despues de haber rehusado hacer á la primera órden lo que una obediencia voluntaria hubiera facilitado , tuvo que someterse á la segunda , y habiéndole vuelto á hablar el Señor , se levantó , se fué (6) y predicó ; pero hizo con ménos mérito , y despues de muchas adversidades , lo que desde un principio hubiera podido cumplir con más consuelo y sin exponerse á tantas tribulaciones . Convengamos pues que el temor de los trabajos , de los desprecios y de las enfermedades , no es en realidad sino un débil obstáculo á la santa indiferencia : vano fantasma , que de léjos espanta y que visto de cerca se desvanece como el humo.
(1 ) Génesis , XIX , 24. (2) 4 Reg . , I , 16 . (3) Jonas , I , 2 . (4 ) Ibid . , I , 3 . ( 5) Job , VI , 16 . (6) Jonas , III , 1 .
Continuará...