VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

ES PRECISO QUE EL ERROR HAYA DE SER LIBRE Y DELIBERADO, VAYA UNIDO A LA CONTUMACIA, PARA QUE SEA IMPUTABLE

Niceto Alonso Perujo
Enciso (La Rioja), III.1841 – Valencia, 1890. Presbítero, doctor en Teología y en Derecho Canónico, canónigo en varios cabildos, profesor y rector de Seminario, apologeta y polifacético escritor.

Herejía

Según Santo Tomás, es: error hominis baptizati, in intellectu, voluntarius, contra aliquem articulum fidei, cum pertinacia conjunctus

Se dice error de un hombre bautizado; porque solo estos caen bajo la jurisdicción eclesiástica. Se añade que el error ha de ser intelectual y voluntario; porque la acción puramente externa, ó el dicho material por sí solo no constituyen la herejía, sino en cuanto son la expresión ó revelan un juicio falso; y porque el error ha de ser libre y deliberado para que sea imputable. 

Y por último, es preciso que el error vaya unido a la contumacia, es decir, se necesita que, a pesar de saber los sentimientos de la Iglesia y conocer sus enseñanzas, se persista en creer lo contrario, ó al menos en dudar de la exactitud y verdad.

La herejía se divide en material y formal. 

El célebre canonista Phillips, las explica de la siguiente manera: en el sentido lato de la palabra, se llama generalmente hereje, a todo aquel que no admite más que una par te de los dogmas de la Iglesia, pero es preciso hacer en esta materia una distinción esencial, pues es muy importante la diferencia de la herejía de lo que no es más que simplemente un error. 

Se puede caer en error acerca de tal ó cual artículo de la doctrina de la Iglesia, involuntariamente ó por sencillez, ó por ignorancia, ó por consecuencia de una instrucción mal dirigida; pero este género de error proveniente de una aberración de la inteligencia, se llama herejía material, la cual no es la verdadera herejía

la herejía formal tiene su asiento en la voluntad, es el error acompañado de una obstinada negativa de la verdad.

Por consiguiente, todo aquel que profesa una doctrina falsa y se somete a las enseñanzas de la Iglesia, tan pronto como sabe que esta tiene una creencia contraria, ha caído, si en el error, pero no es culpable de herejía; 

pero aquel que, conocedor de lo que la Iglesia ha decidido acerca de tal ó cual punto de doctrina, prefiere por puro orgullo seguir sus propias inspiraciones, más bien que aceptar humilde y dócilmente el juicio de la Iglesia, es por tal obstinación, signo característico de la herejía, hereje en el sentido propio de la palabra. 

Así, para incurrir y justificar este nombre, no se necesita ser fundador de una nueva secta, ó entrar voluntariamente y de propósito en una secta condenada por la Iglesia, sino que basta, aun permaneciendo en el seno de la Iglesia católica, separarse en u punto de dogma de la doctrina enseñada por ella, o entender un pasaje de la Sagrada Escritura en un sentido distinto del que ella lo ha explicado con la ayuda del Espíritu-Santo. Tal es, en efecto, la gravedad de la herejía, que la falta de fe sobre una sola de las verdades que componen el símbolo católico, destruye el fundamento mismo de la fe, de tal manera que el que prevarica sobre un dogma, peca por ese hecho contra toda la enseñanza de la Iglesia.

Y no solo es hereje el que rechaza una proposición definida por la Iglesia, sino también el que en presencia de ella persiste en sostener que la cuestión es dudosa, pues la Iglesia exige con el Apóstol Santiago, que el hombre no dude jamás desde el momento que se le manda creer; y con San Atanasio, que crea fiel y firmemente si quiere ser salvado.

Este precepto se encuentra reproducido en todas las páginas de los códigos eclesiásticos; y el libro que contiene la compilación completa de las leyes que regulan la educación del pueblo cristiano, la colección de Decretales de Gregorio IX, comienza por estas palabras: firmiter credimus et simpliciter confitemur, caracterizando así las condiciones esenciales de la fe, la firmeza y la sencillez, que excluyen toda interpretación ambigua y toda sutileza sofistica.


Diccionario de ciencias eclesiásticas teología dogmática y moral.