Es el primer Papa. Abre la serie gloriosa de los Vicarios de Cristo en la tierra, que hasta el fin del mundo (consumación de los siglos) serán fuente de religión y de cultura.
Nació en Betsaida, a orillas del lago de Genezareth y fué hijo de Jonás o Juan, de la tribu de
Neftali. Hermano de Andrés, fué por él conducido a Jesús, quien desde el primer encuentro, cambiándole el nombre de Simón por el de Cefas Piedra, indicó su futuro destino. Después de la primera pesca milagrosa en el lago de Genezareth, abandonó casa, familia y redes para seguir a Jesús. Escogido para formar parte del colegio apostólico, ocupará el primer puesto por voluntad de Jesús; le llamará el Maestro para que intervenga en los momentos más importantes de su vida pública; después de la solemne afirmación de la divinidad de Jesús, éste le promete la supremacía, y no de honores solamente, sobre toda la Iglesia, cuyo fundamento y cabeza será él. "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. A ti daré las llaves del Reino de los Cielos, y todo lo que desatares en la tierra será desatado también en el Cielo, y todo lo que atares en la tierra será atado también en el Cielo." Promesa confirmada en la última Cena y realizada después de la Resurrección, cuando después de la triple afirmación de amor, el Maestro le puso como cabeza suprema de la Iglesia con el mandato de instruir, regir y gobernar a cuantos creyeran en Él. "Apacienta mis ovejas, apacienta mis corderos..."
Ascendido Jesús al Cielo, Pedro empezó en seguida el ejercicio de su primado. Es él quien propone la elección de un apóstol que ocupe el lugar de Judas el traidor. Es él quien, después
de elegido Matías y de bajar el Espíritu Santo sobre los Apóstoles, confirma a los hermanos en la fe, y hace su primer discurso que convierte a tres mil personas. Su palabra es confirmada por los milagros, pero en la primera persecución promovida por el Sanedrín contra los primeros fieles, sus enemigos desahogan su ira arrestándole a él y a Juan.
Después de sufrir crueles flagelaciones es puesto en libertad y al serle prohibido predicar, da la célebre respuesta: "Es necesario obedecer a Dios antes que a los hombres"; y reanudó con ardor su apostolado. En el año 35 va a Antioquía, y después de un fecundo ministerio en Samaria, donde excomulgó a Simón el Mago, vuelve a Jerusalén. En Joppe, en el año 39, después de la famosa visión de la sábana bajada del cielo conteniendo reptiles y animales de toda especie, bautiza al centurión Cornelio, resolviendo la candente cuestión de la vocación de los gentiles a la fe y abriendo a éstos el camino de la salvación.
Vuelve nuevamente a Antioquía, y en el año 42, dejando a Evodio como obispo de aquella ciudad, se va a evangelizar el Occidente; poco después, habiendo vuelto a Jerusalén, fué puesto en prisión por Herodes Agrippa, quien esperaba que terminasen las fiestas de Pascua para darle muerte. Libertado milagrosamente por un ángel, abandona Jerusalén y se traslada a Roma. En el año 49 tiene que salir de la ciudad por un edicto del emperador Claudio, que persigue a los judíos. Héle nuevamente en Oriente: en el año 51 preside en Jerusalén el primer Concilio, en el cual se trata la grave cuestión de si los gentiles, antes de ser admitidos entre los fieles, tienen que someterse a los ritos judaicos; las palabras de Pedro dan fin a la disputa: los gentiles son libres de la ley.
Pero Roma lo atrae irresistiblemente. Vuelve a ella, y durante el viaje predica en varias ciudades de Oriente. En el año 62, reinando Nerón, fija definitivamente su Sede en la capital del Imperio.
Aquí su labor es activisima; envía discípulos a fundar nuevos centros de fieles en Occidente y en Oriente; hace muchas conversiones, incluso en el Palacio Imperial; confunde la hipocresía de Simón el Mago, establece el culto en las mismas casas de los patricios que ha atraído a la fe; junto a él están sus fieles colaboradores Lino, Cleto y Clemente, que debían sucederle más tarde en la Sede de Roma. Sus dos cartas están escritas desde la ciudad eterna (64 y 67), y en la segunda presagia su muerte. Y en efecto, para calmar al pueblo enfurecido por el incendio de Roma' que había provocado Nerón, se desencadena contra los cristianos la persecución más cruel. San Pedro es encarcelado; en el Mamertino, donde está detenido, convierte a los carceleros, y el 29 de junio del año 67 es crucificado en el circo de Nerón, en el Vaticano.
Fué sepultado en el mismo lugar de su martirio, pero su cuerpo no permaneció siempre en su primitivo sepulcro, pues durante la persecución de Valeriano (258) fué escondido junto con el cuerpo de San Pablo en la célebre Platonia del cementerio de San Sebastián. Al ser restituídos los cementerios a la Iglesia, bajo el reinado de Galieno, su cadáver fué llevado nuevamente al Vaticano (260?). Sobre su tumba gloriosa, lugar que ocuparon primeramente otras basílicas, se alza ahora el majestuoso templo de San Pedro. Desde la colina del Vaticano, allí donde el primer Papa fué crucificado, hoy, después de veinte siglos, su sucesor rige y gobierna la Iglesia de Cristo.
Se ha puesto en duda, especialmente por parte de los protestantes, la estancia de San Pedro en Roma, y por lo tanto la legitimidad del primado del Obispo de Roma sobre toda la Iglesia; pero la arqueología y la historia nos han aportado y siguen aportándonos pruebas y argumentos tales, que acallan toda discusión y confirman, sin dejar lugar a dudas, la veracidad del hecho.
Los Papas, desde San Pedro hasta Pío XII
Giuseppe Arienti
Con Licencia Eclesiástica 1945