TRATADO DE LA VIRTUD SÓLIDA,
por el R.P. Bellecius SJ, Cincinnati, 1914.
3. La criatura es incapaz por sí misma de ofrecer adecuada satisfacción por el pecado venial. (Continuación).
Pero la malicia del pecado venial no termina aquí. No contento con haber vertido una vez la Sangre de un Dios, el pecado venial renueva diariamente los atroces insultos que acompañaron al tormento del Calvario -un tormento que extendió la consternación a toda la naturaleza "cuando el sol se oscureció, los sepulcros se abrieron, y el velo del templo se rasgó". (1)
Si el pecado mortal crucifica de nuevo al Hijo de Dios, el venial, según los Padres, renueva contra nuestro Divino Maestro la ignominia de las burlas, los golpes, y los insultos. ¡Y sin embargo el hombre tiene la temeridad de frivolizar tal falta ligera! ¡Oh Cielos! ¡Golpear al Hijo de Dios, desgarrar Su pelo, cubrir Su rostro adorable de saliva! ¿Es esto acaso una ofensa liviana?- ¡Colmarte de insultos, oh Divino Jesús! ¡Abrumarte con la ignominia y los ultrajes sería, como mucho, un descuido perdonable en un cristiano! ¡Ah! ¿Quién podrá impedir que los rayos del Cielo venguen semejante conducta!
"Ay de vosotros, que arrastráis estas iniquidades como una larga cadena". (2) "Temblad, desgraciados, pues el justo vengador vendrá pronto y no tardará". (3)
Dios mío, "que mis ojos derramen torrentes de lágrimas" (4), que nunca dejen de llorar, pues mis culpas "exceden en mucho al número de mis cabellos de mi cabeza". "He pecado, he obrado la iniquidad en Tu presencia", (5) y una iniquidad muy grande, cuando cometí hasta un pecado venial; pero a causa de Tu amor, Dios mío, lo lamento de todo corazón. Horrorizado por la malicia del pecado venial, tomo la firme resolución de no permitir que vuelva a manchar mi alma.
Os prometo, "oh Dios vivo, en cuya presencia me hallo", (6) "que mientras tenga aliento mis labios no hablarán iniquidad, ni mi lengua urdirá la mentira". (7) Abandonaré gustosamente todas mis posesiones, y sufriré todos los males antes que "vender mi alma" (8) aun al pecado venial. Mas Tú sabes, oh Dios mío, que por mí mismo sólo puedo pecar y perder mi alma; dígnate entonces "confirmar lo que has hecho en nosotros", (9) "y ayúdanos a cumplir los buenos propósitos que Tu gracia nos ha inspirado a hacer".
(1) Lucas 23, 45. (2) Isaías 5, 18. (3) Habac. 2, 3. (4) Salmo 118, 136 (5) Salmo 39, 9. (6) Salmo 1, 6. (7) 4 Reyes 3, 14. (8) Job 27, 3. (9) Ecles. 19, 4.
Continuará...