VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

TRATADO DE LA VIRTUD SÓLIDA, por el Rev. P. Bellecius, SJ. (3)

TRATADO DE LA VIRTUD SÓLIDA,
por el R.P. Bellecius SJ, Cincinnati, 1914.

ARTÍCULO I.

1. De la malicia del pecado venial considerado en sí mismo.


Con la excepción del pecado mortal, no hay mayor mal que el pecado venial.

Según una revelación hecha a Santa Catalina de Génova, el pecado venial es un mal mayor que todos los demás combinados, incluyendo la muerte y el infierno. San Juan Crisóstomo, San Anselmo, San Doroteo, Santo Tomás de Aquino, y todos los Padres sostienen unánimemente esta doctrina; y Aristóteles, guiado únicamente por la luz de la razón, enseña que "debiéramos preferir morir en lugar de cometer una acción contraria a la virtud". (1) A estos testimonios añadimos un convincente argumento de Santo Tomás, quien nos dice que "el castigo infligido por el pecado participa menos que la culpa en la naturaleza del mal". (2) Consideremos todos los dolores de esta vida, más aún, las penas del mismo infierno, que son el justo castigo de los pecadores; pues bien, la falta más trivial es un mal mayor que todo eso. Además, Dios, la santidad esencial e infinita, no puede ser el autor del pecado, aunque, según los teólogos, es el autor y la causa positiva del castigo del pecado. Por tanto, es cierto, "que el castigo del pecado es un mal menor que el pecado en sí mismo", (3) y que deberíamos preferir caer en el infierno antes que ser culpables de haber cometido pecado.


Hijos de los hombres, gritaré con el Profeta, "Prestad oído y oíd mi voz; prestad atención y oíd mi discurso". (4) El menor pecado venial es un mal mayor que todos los demás, peor incluso que la muerte o el infierno. La única conclusión que sacamos de esta verdad es que, si por el menor pecado venial pudiéramos evitar los mayores males y obtener los bienes más sustanciosos y deseables para toda la raza humana, no estaríamos de este modo justificados para cometer dicha falta. ¡Oh! vosotros que os tomáis a la ligera el pecado venial, "bebiéndoos la iniquidad como si fuera agua" (5), quisiera el Cielo que esto "fuera profundamente impreso en la piedra" (6) de vuestros corazones.


En efecto, pues si nosotros pudiéramos, mediante una trivial mentira, evitar todo tipo de enfermedades, guerras, hambre, conflagraciones; si pudiéramos disipar todas las dolencias, restaurar nuestra reputación, consolidar la unión de las familias, preservar a nuestra patria de calamidades inminentes; si pudiéramos, abreviar o impedir las persecuciones del Anticristo y apagar todos los fuegos encendidos por la Divina Justicia en la otra vida, no nos estaría permitido decir esa pequeña mentira. ¿Qué es lo que digo? Si por una ligera emoción de ira pudiésemos obtener la conversión de los herejes, infieles e idólatras, liberar del infierno y del purgatorio a todas las almas que se encuentran retenidas allí, si pudiésemos asegurar la salvación de toda la humanidad, no nos sería lícito y no estaríamos justificados para cometer ese pecado venial. Es esto una verdad cierta atestiguada por todos los Padres y Teólogos de la Iglesia. Es un dogma de la Fe cristiana que no puede ser contradicho sin impiedad. La destrucción del mundo en el fin de los tiempos, la consternación de las naciones, la reprobación eterna de los condenados, son un mal menor que la comisión de un solo pecado venial. Todos estos males afectan únicamente a la criatura, pero el pecado, aunque sólo sea venial, es una injuria hecha a Dios; entristece y hiere Su Corazón. En la misma proporción, pues, en que la criatura es inferior al Creador, el pecado es un mal mayor que todos los demás.


Entre Dios y la criatura hay una disparidad infinitamente mayor que entre el hombre y un insecto; mas como el hombre sacrifica la vida del insecto en el momento en que recibe la menor inconveniencia por parte del mismo, del mismo modo debe de ser incomparablemente mejor consentir en la completa aniquilación del universo que ofender a la Soberana Majestad por la menor falta.


Y sin embargo, "Oh Cielos, mostrad desolación" (7); pues hay hombres, qué digo, incluso hombres religiosos, que presumen de alegar esta excusa culpable, "¡tan sólo es un pecado venial!" ¡Oh! ¡Qué distinto lo consideraremos en la hora de la muerte!


1. Ethic. 2. 1, q.48, a.6. 3. Ibid. 4. Isai. xxviii. 23. 5. Job xv. 16. 6. Job xix. 24. 7. I Jerem. ii. 12.


Continuará...