VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SAN DIONISIO, Obispo y Mártir



9 de octubre del Año del Señor
SAN DIONISIO,
Obispo y Mártir

La sabiduría del mundo es locura ante Dios.
(1 Corintios, 3).

Según San Gregorio de Tours, San Dionisio, nacido en Italia, fue enviado a las Galias, hacia el año 250, con otros seis obispos misioneros. De este grupo, el que penetró más en el país fue San Dionisio, acompañado del presbítero San Rústico y del diácono San Eleuterio. Llegaron a Lutecia, hoy París, y establecieron una iglesia cristiana en una isla del Sena. Instigado por los sacerdotes de los ídolos, el gobernador romano Fescennino Sisinio lo hizo detener y decapitar, alrededor del año 275.

ORACIÓN

Oh Dios, que en este día armasteis a vuestro mártir pontífice San Dionisio de fuerza y de valor para soportar los tormentos, y lo asociasteis a Rústico y Eleuterio a fin de anunciar vuestra gloria a las naciones, concedednos la gracia de despreciar, imitándolos, las prosperidades del mundo y a no temer las adversidades. Por J. C. N. S. Amén.


MEDITACIÓN SOBRE LA LA PRUDENCIA

I. Santiago en su Epístola, dice que la prudencia del mundo es terrena, animal o diabólica. La prudencia terrena es la de los avaros, la prudencia animal, la de los voluptuosos, y la prudencia diabólica, la de los ambiciosos. ¿En cuál de estas tres categorías se te puede catalogar a ti? ¿No es verdad acaso que no trabajas sino para procurarte riquezas, placeres u honores? ¿No son éstos los tres ídolos a quienes ofreces sacrificios? Les inmolas tu espíritu, les consagras tus afanes, les ofreces en holocausto tu prudencia. (Tertuliano).

II. La prudencia del cielo desprecia estas tres clases de bienes. Desprecia las riquezas, porque no es a los ricos sino a los pobres a quienes Jesucristo promete la felicidad. Ella se priva de los placeres pasajeros de esta vida, para poder gozar de las delicias eternas en compañía de los bienaventurados. En nada cuenta la estima de los hombres: bástale la de Dios. En una palabra, desprecia todo lo que es de este mundo, para alcanzar el cielo, mientras que la sabiduría del mundo nos hace olvidar el cielo para hacernos pensar más que en la tierra. Esta sabiduría funesta presenta ante nuestras miradas los bienes pasajeros y nos esconde los bienes eternos. (San Eusebio).

III. Para conducirte en todo según la verdadera prudencia, piensa siempre en el fin que debes alcanzar. Hay que ir al cielo, he ahí mi gran negocio; si lo logro, soy feliz; si fracaso, todo está perdido para mí. ¿Qué medidas tomas para llegar al cielo? Proponte este fin en todas tus acciones y mira si ellas te conducen a él. Porque, después de todo, una sola cosa es necesaria.

*Así es, queridos hermanos, si queremos ser verdaderamente prudentes a ojos de Dios, comencemos por separarnos del falso espíritu del mundo, que tiene cegados y engañados a miles de millones de personas hoy. En el mundo se vive sin Dios, o como si Él no existiera, pues no se piensa en Él ni se cree que es remunerador de la virtud y castigador del mal. Los paganos viven para esta vida solamente, afanándose por acumular riquezas y bienes materiales para no pasar nunca escasez. Muestran así lo poco o nada que confían en Dios, pues si realmente creyeran en Él y se fiaran de Su providencia, vivirían tranquilos respecto al día de mañana, teniendo únicamente para subsistir cada día y abandonándose a la Divina Providencia, que se ocupa de todos los suyos y no permite que a nadie le falte lo necesario para vivir. Nuestra única inquietud debería ser la de fomentar el reino de Dios y su justicia, instruyéndonos bien e instruyendo a los demás acerca de la grave crisis en la que se encuentra la Iglesia hoy tras la gran apostasía del Vaticano 2. Enseñar al que yerra es una gran obra de Caridad; hagámoslo con paciencia y compasión, pues nosotros no somos mejores que nadie, y si se nos ha permitido ver con claridad la confusión y el error que lo han envuelto todo, es únicamente por pura misericordia de Dios, que nos ha rescatado de la desolación que se ha abatido sobre el orbe entero tras la muerte de S.S. Pío XII. Pidamos a San Dionisio y sus Compañeros Mártires que nos hagan prudentes según Dios, para que tengamos siempre presente nuestro último fin y único negocio, que no es otro que la bienaventuranza eterna en compañía de la Santísima Virgen María, los Ángeles y los Santos, de modo que trabajemos con ahínco por la única cosa que es necesaria sin dejarnos distraer por las peligrosas vanidades que a tantos infelices tienen atrapados.

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo IV, Patron Saints Index.

*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.


9 de Octubre del Año del Señor.

SAN DIONISIO, Obispo y Mártir

† decapitado hacia el año 275

Protector contra la histeria; conflictos; dolores de cabeza; hidrofobia y rabia. Se lo invoca pidiendo su intercesión por las personas poseídas.

La sabiduría del mundo es locura ante Dios. (1 Corintios 3, 19)

+ En Roma, san Juan Leonardo, Confesor, Fundador de la Congregación de Clérigos Regulares de la Madre de Dios, ilustre por sus empresas y milagros; por cuya labor fueron instituidas las Misiones de la Propagación de la Fe.
+ En París, el triunfo de los santos Mártires Dionisio Areopagita, Obispo, Rústico, Presbítero, y Eleuterio, Diácono. Dionisio bautizado por san Pablo Apóstol, fue ordenado primer Obispo de Atenas; después pasó a Roma, y de allí el Papa san Clemente le envió a evangelizar a las Galias; llegado a dicha capital y habiendo por algunos años desempeñado fielmente la labor que se le había confiado, por último, de orden del Prefecto Fescenino, después de diversos y gravísimos tormentos, junto con sus Compañeros pasado a cuchillo, consumó el martirio.
+ El mismo día, la memoria de san Abraham, Patriarca y Padre de todos los creyentes.
+ En Monte Casino, san Diosdado, Abad, que encerrado en una cárcel por el tirano Sicardo y consumido allí de hambre y miseria, entregó su espíritu.
+ En Julia, territorio de Parma, en la vía Claudia, san Domnino, Mártir, que, huyendo de la rabiosa persecución del Emperador Maximiano, fue apresado por los perseguidores y, atravesado con una espada, sucumbió gloriosamente.
+ En Henao, san Gisleno, Obispo y Confesor, el cual, renunciando el Obispado, hizo vida de Monje en un monasterio que había edificado, y resplandeció en obras maravillosas.
+ En Valencia de la España Tarraconense, san Luis Beltrán, de la Orden de Predicadores, Confesor, que, célebre por su espíritu apostólico, confirmó entre los Americanos, con la inocencia de su vida y muchos milagros, el Evangelio que les había predicado.
+ En Jerusalén, los santos Andrónico y Atanasia, su mujer.
+ En Antioquía, santa Publia, Abadesa, la cual, mientras cantaba con sus Monjas, al pasar Juliano Apóstata, aquellas palabras del Salmo: «Los ídolos de los Gentiles son oro y plata», y «sean semejantes a ellos los que los hacen»; por orden del Emperador fue abofeteada y ásperamente reprendida.

+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.