El liberalismo es uno. Este es herético. Llámese, pues, avanzado o retrasado, radical o conservador, poco importa para su falta de ortodoxia.
La Iglesia Santa, Maestra infalible de la verdad, dada al hombre para que le guíe en medio de los errores, que renacen sin cesar, ha anatematizado al liberalismo por boca de sus Pontífices. Gregorio XVI en la Encíclica Mirari vos; Pio IX en el Syllabus y en multitud de Breves, y León XIII, a quien Dios conserve, en la Encíclica Libertas.
Este mismo Pontífice León XIII llama a los liberales, sin distinción de matices, imitadores de Lucifer; porque ya hemos dicho que la esencia del liberalismo está en extender más de lo conveniente los derechos de la libertad humana, en perjuicio de los derechos eternos de Dios sobre el hombre, y de los deberes imprescriptibles del hombre para con Dios.
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