VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

SAN PEDRO y CINCO COMPAÑEROS: WALABONSO, SABINIANO, WISTREMUNDO, ABENCIO, y JEREMÍAS, Mártires


7 de Junio del Año del Señor
SAN PEDRO y CINCO
COMPAÑEROS: WALABONSO,
SABINIANO, WISTREMUNDO,
ABENCIO, y JEREMÍAS,
Mártires

He venido a poner fuego en la tierra:
y ¿qué he de querer sino que arda?
(Lucas, 12, 49).


En la sangrienta persecución que suscitó contra los cristianos el rey de los sarracenos Abderramán III en Córdoba, capital de su reino en España, entre otros ilustres mártires que dieron su vida en defensa de la fe de Cristo, señaláronse mucho por su admirable valor "los santos mártires Pedro, Walabonso, Sabiniano, Wistremundo, Abencio y Jeremías. Pedro fue natural de Ecija y ordenado de sacerdote; Walabonso era diácono, y nacido en Lipula, lugar llamado hoy Peñaflor; Sabiniano era monje ya entrado en edad, y natural de Froniano en la sierra de Córdoba; Wistremundo era todavía mozo, natural de Ecija y monje en la abadía de san Zoilo; Abencio era hijo de Córdoba y había tomado el hábito en el monasterio, de san Cristóbal; y Jeremías era también natural de Córdoba, casado con Isabel, y hombre muy rico y poderoso que había fundado el monasterio llamado Tabanense a dos leguas de aquélla ciudad. Todos estos seis fervorosos varones, oyendo que acababan de ser martirizados los santos Isaac y Sancho, se presentaron delante del rey moro y le dijeron: Nosotros también, oh juez, somos cristianos como nuestros hermanos Isaac y Sancho, y tenemos la misma fe, por la cual has mandado darles la muerte: confesamos como ellos a Jesucristo por verdadero Dios, y afirmamos que vuestro "profeta" Mahoma es precursor del Anticristo: y decimos que los que profesan la fe de Jesucristo gozarán de la felicidad del cielo, y que los que siguen la falsa doctrina de Mahoma padecerán los eternos tormentos del infierno. Al oír el tirano, tan espontánea y clara confesión, mandó luego prender a los valerosos mártires y pronunció contra ellos sentencia de muerte, ordenando que fuese cruelmente azotado el santo viejo Jeremías, por haber blasfemado, como decía el juez , del "profeta" Mahoma. Azotaron pues con tanto rigor al venerable anciano, que cuando le llevaron a degollar, no podía ir por sus pies. Pero todos los demás caminaron al lugar del suplicio con tanta ligereza y alegría de sus almas como si fuesen a un espléndido banquete. San Pedro y Walabonso fueron los primeros en ser degollados, y después sus cuatro compañeros, y así dieron todos sus benditas almas a Dios. Tomando después los sayones aquellos sagrados cadáveres los ataron a unos palos, y pasando algunos días los quemaron y echaron las cenizas en el río.


REFLEXIÓN

Mucho vale una santa y pronta resolución cuando se ve que para ella inspira y anima el Espíritu Santo, como es cierto inspiró a estos gloriosos mártires, para que sin temor alguno de la muerte; todos unidos y conformes, se fuesen a reprender al inicuo juez, que cuatro días antes había quitado la vida al glorioso san Isaac, y después a Sancho y a otros santos mártires. No seamos pues tardos y perezosos en ejecutar la voluntad divina cuando se nos manifiesta claramente por las divinas inspiraciones, que todo nuestro provecho o daño espiritual depende de ponerlas o de no ponerlas por obra. Pongámonos delante de los ojos los ejemplos de los santos: los cuales por su fidelidad en poner por obra los altos pensamientos e inspiraciones de la divina gracia, llegaron a ser tan grandes en el reino de los cielos. ¡Oh cómo reprenden y condenan nuestra flojedad y cobardía: cómo nos cubrirán de vergüenza en el día del Juicio, donde se descubrirá el mal uso que hemos hecho de las inspiraciones de Dios y de los beneficios de la gracia!


ORACIÓN

Oh Dios, que nos alegras en la anual solemnidad de tus santos Pedro, Sabiniano y sus compañeros mártires, concédenos propicio que así como gozamos de sus merecimientos, así nos movamos a imitar sus virtudes. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.



MEDITACIÓN SOBRE EL FERVOR

I. Tener fervor en el servicio de Dios, es hacer todo lo que Dios nos pide con ardor, con prontitud y con alegría. Un hombre fervoroso vuela allí donde le llama el deber. Busca grandes ocasiones de dar a Dios pruebas de su amor; no desprecia las pequeñas; nada le parece difícil, por nada tiene lo que ya ha hecho, arde en deseos de hacer algo más heroico en lo por venir para la gloria de Jesucristo. ¿Te hallas en estas disposiciones? Estuviste en ellas, ¿por qué no has perseverado? Vuelve lo antes posible a ese primer estado de fervor del que te relajaste.

II. Un hombre fervoroso resiste generosamente a todas las tentaciones; un hombre tibio y flojo sucumbe en ellas. Nada cuesta a un cristiano que está animado de este hermoso fuego: todo incomoda a un cristiano frío, todo le parece difícil e insoportable. El hombre fervoroso está siempre feliz y siempre contento, porque Dios derrama en su alma consolaciones celestiales para recompensarlo por los placeres del mundo que le sacrifica; el cristiano flojo y tibio no goza de los consuelos del Cielo, porque no es lo suficientemente fiel a Dios como para merecer los.

III. El medio para encender el fervor en tu corazón es, en primer lugar, servir a Dios cada día como si cada día comenzases a servirle; es olvidar el poco bien qué ya hayas hecho, es considerarte como un servidor inútil. Compara lo que has hecho por Dios con lo que Jesucristo ha hecho por ti. En segundo lugar, cada día sirve a Dios como si fuese el último de tu vida. ¿Qué harías ahora si estuvieras seguro de morir mañana?

Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. - Tomo I, Patron Saints Index.