La situación de la Iglesia en América Latina se caracteriza por un rápido crecimiento de la población: ésta, que en 1920 contaba 92 millones de personas, contará pronto 200. En las grandes ciudades la población se acumula en masas enormes; el progreso técnico e industrial avanza rápidamente; por el contrario, los sacerdotes son insuficientes en número; en lugar de los 160.000 que serían los estrictamente necesarios, apenas si se cuenta con 30.000. Por último, cuatro peligros mortales amenazan a la Iglesia: la invasión de las sectas protestantes, la secularización de toda la vida, el marxismo, que se manifiesta en las universidades como el elemento más activo, y que tiene en sus manos casi todas las organizaciones de trabajadores, y, en fin, un inquietante espiritismo.