Darán cuenta a Dios del abuso del poder. Pero si los que gobiernan se deslizan al ejercicio injusto del poder; si pecan por brutales o soberbios, si cuidan mal del pueblo, sepan que han de dar estrecha cuenta a Dios; y esta cuenta será tanto más rigurosa, cuanto más sagrado y augusto hubiese sido el cargo, o más alta la dignidad que hayan poseído. Los poderosos serán atormentados poderosamente).
Deberes de los súbditos. Con esto se logrará que la majestad del poder esté acompañada de la reverencia honrosa que los ciudadanos de buen grado le prestarán. Y en efecto, una vez convencidos de que los gobernantes poseen una autoridad, dada por Dios, reconocerán estar obligados en deber de justicia a obedecer a los Príncipes, a honrarlos y Obsequiarlos, a guardarles fe y lealtad, a la manera que un hijo piadoso se goza en honrar y obedecer a sus padres. Toda alma esté sometida a las potestades superiores”.
Despreciar, empero, la legítima autoridad, quienquiera estuviese revestido de ella, no es más lícito que resistir a la voluntad divina, pues quien a ella resista, se despeñará a su propia ruina. El que resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios; y los que le resisten, ellos mismos atraen a sí la condenación). Por tanto, sacudir la obediencia y acudir a la sedición, valiéndose de las muchedumbres, es crimen de lesa majestad, no solamente humana, sino divina.
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Mirari Vos
"Adviertan todos que, según el apóstol, no hay potestad que no provenga de Dios; y las que hay, han sido establecidas por Dios. Por lo cual quien resiste a la potestad, resiste a la ordenación de Dios, y los que resisten, ellos mismos se acarrean la condenación (Romanos 13,2)" Por lo cual, los derechos divinos juntamente con los humanos claman contra aquellos que con muy infames maquinaciones de traiciones y sediciones procuran apartarse de la fidelidad a los príncipes y derrocarlos del poder. Consta que por la razón aducida, para no mancharse con tanta bajeza, los antiguos cristianos, aun en medio de las persecuciones, merecieron grandemente de los emperadores y de la incolumidad del imperio; lo demostraron ampliamente no sólo por la fidelidad en el cumplimiento exacto y pronto de lo que se les mandaba (con tal que no fuera en desmedro de la religión), sino también por la constancia y aun por el derramamiento de la sangre en las batallas.
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San Agustín
S. Agustín contra maniqueos "No queramos atribuir el derecho de conferir la potestad de los reinos y de los imperios sino al verdadero Dios, que da la felicidad del reino de los cielos a solos los virtuosos, y el reino de esta tierra a virtuosos é impíos, según le place, a quien nada de injusto le place... El único y verdadero Dios, pues, que no abandona ni con el consejo, ni con el socorro al linaje humano, es quien cuando y cómo quiso dio el reino a los romanos, lo dio a los asirios y a los persas... Fue el mismo que lo confirió a Mario y a Cayo César; a Augusto y a Nerón; a Vespasiano y a Tito, los dos suavísimos emperadores, no menos que a Domiciano monstruo de crueldad; y por no hacer aquí el catálogo de todos los príncipes, el mismo que lo delegó a Constantino cristiano, lo transfirió después à Juliano apóstata." Y en Ciudad de Dios 5,21, añade el mismo santo doctor: "Aun la potestad de los príncipes malos viene de Dios, como queda escrito, hablando la Sabiduría: por mi reinan los reyes; y los príncipes díscolos por mí sujetan la tierra. También dice el Apóstol: no hay potestad que no sea dada por Dios "
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