VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

PARA SER LEGÍTIMA, DEBERÁ SER PROMOVIDA POR LA AUTORIDAD PÚBLICA


Niceto Alonso Perujo

Dios nos manda obedecer á los poderes legítimos; pero los que abusan de tal modo de su poder, han perdido su legitimidad: no tienen mas derecho que la fuerza, y se han convertido en tiránicos. 


Francisco Suárez  
&
Jaime Balmes y Urpiá


«Si un rey convierte en tiranía su poder legítimo, dice Suarez, y abusa de él para ruina manifiesta de la comunidad, el pueblo podrá usar de su derecho de legítima defensa, porque jamás se ha despojado de él.»

«Si el poder supremo, añade Balmes, abusa escandalosamente de sus facultades, si las extiende mas allá de los límites debidos, si conculca las leyes fundamentales, persigue la religión, corrompe la moral, ultraja el decoro público, menoscaba el honor de los ciudadanos, exige contribuciones ilegales y desmesuradas, viola el derecho de propiedad, enajena el patrimonio de la noción, desmembra las provincias, llevando sus pueblos á la ignominia y á la muerte, también en este caso prescribe el catolicismo obediencia? también veda resistir? también obliga á los súbditos á mantenerse quietos como corderos entregados á las garras de bestia feroz?... En tales extremos, gravísimos teólogos opinan que es lícita la resistencia... y la Iglesia no los ha condenado, y no los ha confundido, ni con los escritores sediciosos que tanto abundaron entre los protestantes, ni con los modernos revolucionarios, eternos perturbadores de toda sociedad.»

Contra esta doctrina suele hacerse una objeción tomada de la conducta de los primeros cristianos. «Estos, se dice, obedecieron á las autoridades constituidas, sin cuidar si eran legítimas ó no. En aquella época las usurpaciones eran frecuentes; el mismo trono del imperio se había fundado sobre la fuerza; los que le iban ocupando sucesivamente debían no pocas veces su elevación á la insurrección militar y al asesinato del antecesor. Sin embargo, no se vio que los cristianos entrasen nunca en la cuestión de legitimidad: respetaban el poder establecido, y cuando éste caía, se sometían sin murmurar al nuevo tirano que se apoderaba del imperio.» 
No puede negarse que este argumento es algo especioso, y que á primera vista presenta una dificultad muy grave; no obstante, bastarán pocas reflexiones para convencer de su extrema futilidad.

Si ha de ser legítima y prudente la insurrección contra un poder ilegítimo, es necesario que los que acometen la empresa de derribarle, estén seguros de su ilegitimidad, se propongan sustituirle un poder legítimo, y cuenten además con probabilidad de buen éxito. En no mediando estas condiciones, la sublevación carece de objeto, es un estéril desahogo, es una venganza impotente, que lejos de acarrear á la sociedad ningún beneficio, solo produce derramamiento de sangre, exasperación del poder atacado, y por consiguiente mayor opresión y tiranía. En la época á que nos referimos, no existía por lo común ninguna de las condiciones expresadas; y por tanto, el único partido que podían tomar los hombres de bien era resignarse tranquilamente á las calamitosas circunstancias de su tiempo, y elevar sus oraciones al cielo para que se compadeciese de la tierra... El hombre, por ser cristiano, no deja de ser ciudadano, de ser hombre, de tener sus derechos, y de obrar muy bien cuando en los límites de la razón y de la justicia se lanza á defenderlos con intrépida osadía.»

Mas antes de llegar á tal extremo, han debido agotarse todos los medios pacíficos. Después de agotados éstos inútilmente, aun entonces la resistencia activa, para ser legítima, deberá ser promovida por la autoridad pública.


Lecciones sobre el Syllabus
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