6 de Junio del Año del Señor
SAN CLAUDIO,
Obispo y Confesor
Los que quieren llegar a ser ricos caen en tentación
y en los lazos del demonio.
(1 Timoteo, 6, 9).
San Claudio, que nació cerca de Salins de padres ilustres, renunció al mundo a la edad de veinte años. Obtenido el estado eclesiástico, se convirtió en el modelo y oráculo del clero de Besanzón. Después de la muerte del arzobispo, debió, a pesar de la resistencia que opuso su humildad, aceptar la carga episcopal. Después de haber gobernado a su diócesis durante siete años, retiróse a la abadía que hoy lleva su nombre, y la rigió algún tiempo en calidad de abad. Varios miembros de la nobleza y eclesiásticos siguiéronle a esta soledad, donde murió en las postrimerías del siglo VII, después de haberse preparado para la muerte, durante cuarenta años, mediante una oración casi continua.
ORACIÓN
Oh Dios, que todos los años nos proporcionáis un nuevo motivo de alegría con la fiesta de San Claudio, vuestro confesor pontífice, haced, por vuestra bondad, que honrando la nueva vida que ha recibido en el cielo, imitemos también la que él vivió en la tierra. Por J. N. S.
SOBRE LA VIDA DE SAN CLAUDIO
I. Éste llevó en medio del mundo una vida retirada. Desde hace ya tiempo conoces tú la falsía del mundo; no ignoras que sus honores no son sino humo, que sus placeres pasan en un momento, que las riquezas son los instrumentos de todos los crímenes, la fuente de todas tus penas, y que si no tienes cuidado, el apego que tienes a los bienes terrenales será la causa de tu condenación; ¡y sin embargo amas a este mundo cuyas imposturas conoces!
II. Sólo el temor a resistir la voluntad de Dios pudo determinar a San Claudio a aceptar el episcopado. Nunca busques ninguna alta posición, a menos que Dios te llame a ella. Dios tiene sus designios sobre ti; si turbas el orden que su Providencia ha de terminado, te arrepentirás de ello. Estarás contento de tu estado, si estás seguro que Dios quiere que estés en él. Adopta esta regla de conducta, aun para todas tus acciones particulares: realízalas después de haber consultado a Dios.
III. San Claudio dejó su mitra para retirarse a un desierto, y pensar allí seriamente en la muerte. "Es menester -decía un gran general a su emperador- poner un intervalo entre los negocios de la vida y la hora de la muerte, a fin de prepararnos a como aparecer ante Dios". Pon manos a la obra desde ahora; muchos años diste ya a tu cuerpo, ¿qué esperas, pues, para trabajar en la salvación de tu alma? Demos a Dios algún tiempo de nuestra vida, no sea que la vanidad y los afanes miserables de aquí abajo la absorban por entero. (San Juan Crisóstomo).
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. - Tomo I, Patron Saints Index.