VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

LOS AMIGOS DE LA CRUZ (San Luis Mª Grignion de Montfort) (13)



CARTA CIRCULAR A
“LOS AMIGOS DE LA CRUZ”

                        SAN LUIS Mª GRIGNION DE MONFORT

El Espíritu Santo compara la cruz: -unas veces a una criba que separa el buen grano de la paja y hojarasca (Is. 41, 16; Jer. 15, 7; Mt. 3, 12): dejaos, pues, sacudir y zarandear como el grano en la criba, sin oponer resistencia: estáis en la criba del Padre de familia, y pronto estaréis en su granero; -otras veces la compara a un fuego, que elimina el orín del hierro con la viveza de sus llamas (1 Pe. 1, 7): en efecto, nuestro Dios es un fuego devorador (Heb. 12, 29), que por la cruz permanece en el alma para purificarla, sin consumirla, como aquella antigua zarza ardiente (Ex. 3, 2-3); -y otras veces, en fin, la compara al crisol de una fragua, donde el oro bueno se refina (Prov. 17, 3; Sab. 2, 5), y donde el falso se disipa en humo: el bueno, sufre con paciencia la prueba del fuego, mientras que el malo se eleva hecho humo contra sus llamas. Es en el crisol de la tribulación y de la tentación donde los verdaderos amigos de la Cruz se purifican por su paciencia, mientras que los que son sus enemigos se desvanecen en humo (Sal. 36, 20; 67, 3) por su impaciencia y sus protestas.


Mirad, Amigos de la Cruz, mirad delante de vosotros una inmensa nube de testigos (Heb. 12, 1), que demuestran sin palabras lo que os estoy diciendo.


Ved al paso un Abel justo, asesinado por su hermano (Gén. 4, 4.8); un Abraham justo, extranjero sobre la tierra (12, 1-9); un Lot justo, expulsado de su país (19, 1.17); un Jacob justo, perseguido por su hermano (25, 27; 27, 41); un Tobías justo, afligido por la ceguera (Tob. 2, 9-11); un Job justo, arruinado, humillado y hecho una llaga de los pies a la cabeza (Job 1, 1 ss). Mirad a tantos apóstoles y mártires teñidos con su propia sangre; a tantas vírgenes y confesores empobrecidos, humillados, expulsados, despreciados, clamando a una con San Pablo: mirad a nuestro buen «Jesús, el autor y consumador de la fe» (Heb. 12, 2), que en Él y en su cruz profesamos. Tuvo que padecer para entrar por su cruz en la gloria (Lc. 24, 26). Mirad, junto a Jesús, una espada afilada que penetra hasta el fondo del corazón tierno e inocente de María (Lc. 2, 35), que nunca tuvo pecado alguno, ni original ni actual. ¡Lástima que no pueda extenderme aquí sobre la Pasión de uno y de otra, para hacer ver que lo que nosotros sufrimos no es nada en comparación de lo que ellos sufrieron! Después de todo esto ¿quién de nosotros podrá eximirse de llevar su cruz? ¿Quién de nosotros no volará apresurado hacia los sitios donde sabe que la cruz le espera? ¿Quién no exclamará con San Ignacio mártir: «¡que el fuego, la horca, las bestias y los tormentos todos del demonio vengan sobre mí para que yo goce de Jesucristo!» [Romanos 5]? [33] 


Pero, en fin, si no queréis sufrir con paciencia y llevar vuestra cruz con resignación, como los predestinados, tendréis que llevarla con protesta e impaciencia, como los reprobados. Así os pareceréis a aquellos dos animales que arrastraban el Arca de la Alianza mugiendo (1 Re. 6, 12). Os asemejaréis a Simón de Cirene, quien echó mano a la Cruz misma de Jesucristo, a pesar suyo (Mt. 27, 32), y que no dejaba de protestar mientras la llevaba. Vendrá a sucederos, en fin, lo que al mal ladrón, que de lo alto de la cruz se precipitó al fondo de los abismos (27, 38). No, no, esta tierra maldecida en que habitamos no cría hombres felices. No se ve claro en este país de tinieblas. No es en absoluto perfecta la tranquilidad en este mar tormentoso. Nunca faltan los combates en este lugar de tentación, que es un campo de batalla. Nadie se libra de pinchazos en esta tierra llena de espinas (Gén. 3, 18). Es preciso que los predestinados y los reprobados lleven su cruz, de grado o por fuerza. Tened presentes estos cuatro versos:


Escoge una de las cruces que ves en el Calvario, 
Escoge sabiamente pues será necesario, 
Que sufras como santo y como penitente, 
O como los réprobos, sin fin y eternamente.


Eso significa que si no queréis sufrir con alegría, como Jesucristo; o con paciencia, como el buen ladrón, tendréis que sufrir a pesar vuestro como el mal ladrón; habréis de apurar entonces hasta las heces el cáliz más amargo (Is. 51, 17), sin consolación alguna de la gracia, y llevando todo el peso de la cruz sin la poderosa ayuda de Jesucristo. Más aún, tendréis que llevar el peso fatal que añadirá el demonio a vuestra cruz, por la impaciencia a la que os arrastrará; y así, tras haber sido unos desgraciados sobre la tierra, como el mal ladrón, iréis a reuniros con él en las llamas.

Continuará...