VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL MIEDO AL PAPA (Mons. Gaume) (XIV)


Mons. Gaume
¿Qué prueba el miedo al Papa?


                                                                                    I.

Los enemigos del Papa pueden negar, gritar, burlarse, encogerse de hombros cuando escuchan que tienen miedo del Papa: la iniquidad se miente a sí misma. Como hemos visto, su conducta contradice su lenguaje. Pero ¿qué prueba su miedo al Papa? Prueba su fe en el Papa. (!)


                                                                                    II.

SÓLO ODIAMOS LO QUE TEMEMOS, y SÓLO TEMEMOS LO QUE CREEMOS. No odiamos lo que amamos ni lo que no puede hacer daño; nadie tiene miedo a la nada.

¡Ah! si el Papa no fuera nada, sus palabras nada, su autoridad nada, sus condenas nada; y si lo creyeran, los enemigos del Papa no tendrían miedo, ni odio, ni protestas, ni blasfemias, ni negaciones contra el Papa; ni barreras que detengan su discurso, ni despabiladeras que lo sofoquen, ni sofismas que distorsionen su significado, ni distinciones que atenúen su valor.


                                                                                    III.

Si incluso el Papa no fuera todo, sino sólo algo, el miedo que inspira, el odio que suscita, estarían contenidos en proporciones relativamente restringidas.

Pero como él es todo, es decir, el poder invencible que es el único que los mantiene bajo control, el único que puede destruir sus cálculos y sus esperanzas, el miedo que les inspira no tiene límites.

Así, cuanto más hostiles se muestran hacia el Papa, más profesan reconocer su poderosa autoridad. Ahora bien, como en ningún momento de la era cristiana el miedo al Papa, el odio al Papa, la oposición al Papa han sido tan generales, tan oficiales, tan tenaces, se deduce que nunca la proclamación de su autoridad ha sido tan indiscutible y tan solemne como hoy.

El temor al Papa, elevado a su máximo poder, es, por tanto, la coronación gloriosa de todas las pruebas de la divinidad del cristianismo y de la fidelidad inviolable del Papa en la custodia del depósito de la verdad.


                                                                                IV.

Si al temor universal al Papa, en todo lo que está, en diferentes grados, fuera de la verdad y la justicia, le sumamos un sentimiento completamente contrario, por parte de todo lo que está en el camino de la verdad y la justicia, llegamos a dos caminos diferentes ante una misma demostración de la autoridad divina e infalible del Papa. Parte de dos puntos opuestos, de estos dos caminos, o de estos dos sentimientos son, por un lado, el miedo y el odio al Papa; por otro lado, la confianza y el amor al Papa.


                                                                                V.

Nos encontramos así en presencia de un fenómeno cuyo majestuoso brillo hace parpadear los ojos, como el disco del sol al mediodía. ¿Qué es este fenómeno? DE TODOS LOS SERES VISIBLES, EL PAPA ES EL MÁS ODIADO Y EL MÁS AMADO. Esto prueba que el Papa no es un hombre como los demás; sino el hombre superior a la humanidad, el hombre necesario al mundo y el único necesario.


                                                                                VI.

Hemos dado pruebas de que el Papa es el más temido y odiado de todos los seres. Al darla sin interrupción con un brillo más o menos vivo, todos los siglos han cumplido la palabra divina: “El discípulo no está por encima del Maestro; si a mí me persiguieron, a vosotros también os perseguirán”.

Que al mismo tiempo el Papa es el hombre más amado, nada es más visible. Por amor a su persona, miles de hombres de todas partes del mundo, de todos los rangos, de todas las condiciones, se asocian cordialmente a sus sufrimientos y se suceden cada día en el umbral de su prisión, llevándole testimonios libres de sospecha de una gran devoción filial.

Esta dedicación no consiste sólo en oraciones y lágrimas. Todas las épocas, todas las fortunas, tanto las más humildes como las más ricas, vienen a poner a sus pies los tesoros de su amor, formados a menudo a partir de los sacrificios más dolorosos.


                                                                                VII.

Por respeto y amor a su palabra y a su autoridad, miles de sacerdotes, obispos, vírgenes cristianas, laicos, hombres y mujeres, dejan sus familias y su patria y parten por todo el universo para enfrentarse al hambre, la sed, el cansancio, los fuegos y hielos de los distintos climas, prisiones, tormentos y hasta la misma muerte.

Otros, en número incontable, se dedican, para el restablecimiento de su reinado, a vigilias, austeridades, oraciones, peregrinaciones, a buenas obras a veces las más dolorosas para la naturaleza: tal es el espectáculo que presenciamos.

¿Quién es el monarca en la cima de su grandeza, que estuvo y que todavía está rodeado de tantos cortesanos desinteresados ​​y fieles, como este Rey que cayó del trono?

Continuará...