VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

Antíoco [Montini] Epífanes sube al poder.



1 Macabeos 1, 11-67

Antíoco [Montini] Epífanes sube al poder.


 Y de entre ellos salió aquella raíz perversa, Antíoco [Montini] Epífanes, hijo del rey Antíoco, que después de haber estado en Roma como rehén, empezó a reinar el año ciento treinta y siete del imperio de los griegos.  En aquel tiempo se dejaron ver unos inicuos israelitas [Modernistas, liberales], que persuadieron a otros muchos, diciéndoles: Vamos, y hagamos alianza con las naciones circunvecinas, porque después que nos separamos de ellas, hemos experimentado muchos desastres. Les pareció bien este consejo. Y algunos del pueblo se decidieron, y fueron a estar con el rey, el cual les dio facultad de vivir según las costumbres de los gentiles.  En seguida construyeron en Jerusalén un gimnasio, según el estilo de los gentiles; abolieron el uso de la circuncisión, y abandonaron el Testamento, y se coligaron con las naciones y se vendieron como esclavos a la maldad. 


Antíoco [Montini] saquea a Jerusalén. 


EstabIecido Antíoco [Montini]  en su reino, concibió el designio de hacerse también rey de Egipto, a fin de dominar en ambos reinos. Así entró en Egipto con un poderoso ejército, con carros de guerra, y elefantes, y caballería, y un gran número de naves.  Y haciendo la guerra a Ptolomeo, rey de Egipto, temió éste su encuentro, y echó a huir, y fueron muchos los muertos y heridos. Entonces se apoderó de las ciudades fuertes de Egipto, y saqueó el país de Egipto. Después de haber asolado a Egipto, volvió Antíoco [Montini] el año ciento cuarenta y tres, y se dirigió contra Israel. Y habiendo llegado a Jerusalén con un poderoso ejército,  entró lleno de soberbia en el Santuario, y tomó el altar de oro, y el candelero con todas sus lámparas, y todos sus vasos, y la mesa de la proposición, y las palanganas, y las copas, y los incensarios de oro, y el velo, y las coronas, y los adornos de oro que había en la fachada del Templo, y todo lo hizo pedazos. Tomó asimismo la plata y el oro, y los vasos preciosos, y los tesoros escondidos que encontró. Y después de haberlo saqueado todo, se volvió a su tierra; habiendo hecho grande mortandad en las personas, y mostrado en sus palabras mucha soberbia.  Fue grande el llanto que hubo en Israel y en todo el país. Gemían los príncipes y los ancianos; quedaban sin aliento las doncellas y los jóvenes; y desapareció la hermosura en las mujeres. Se entregaron al llanto todos los esposos, y sentadas sobre el tálamo nupcial se deshacían en lágrimas las esposas. Y se estremeció la tierra, como compadecida de sus habitantes; y toda la casa de Jacob quedó cubierta de oprobio. 


Nuevo estrago en Jerusalén.


Cumplidos que fueron dos años, envió el rey por las ciudades de Judá al superintendente de tributos, el cual llegó a Jerusalén con grande acompañamiento.  Y habló a la gente con una fingida dulzura, y le creyeron. Pero de repente se arrojó sobre los ciudadanos, e hizo en ellas una gran carnicería, quitando la vida a muchísima gente del pueblo de Israel. Y saqueó la ciudad, y la entregó a las llamas, y derribó sus casas y los muros que la cercaban. Y se llevaron cautivas las mujeres, y se apoderaron de sus hijos y de sus ganados. 


Jerusalén, ciudad desolada.


Fortificaron la ciudad de David, con una grande y firme muralla, y con fuertes torres, e hicieron de ella una fortaleza. La guarnecieron de gente malvada, de hombres perversos, los cuales se hicieron allí fuertes, y metieron en ella armas y vituallas, y también los despojos de Jerusalén, teniéndolos allí como en custodia. Y vinieron a ser como un funesto lazo, estando como en emboscada contra el lugar santo, y siendo como unos enemigos mortales de Israel; pues derramaron la sangre inocente alrededor del Santuario, y profanaron el lugar santo.  Por causa de ellos huyeron los habitantes de Jerusalén, viniendo ésta a quedar morada de extranjeros, y como extraña para sus naturales, los cuales la abandonaron.  Su Santuario quedó desolado como un yermo, convertidos en días de llanto sus días festivos, en oprobio sus sábados, y reducidos a nada sus honores. En fin, la grandeza de su ignominia igualó a la de su gloria, y su alta elevación se convirtió en llantos.


Impío edicto [ Decreto «In Spiritu Sancto» del Conciliábulo V.II] de Antíoco [Montini]   


En esto el rey Antíoco [Montini]  expidió cartas por todo su reino, para que todos sus pueblos formasen uno solo, renunciando cada uno a su ley: particular. Todas las gentes se conformaron con este decreto del rey Antíoco [Montini] , y muchos del pueblo de Israel se sometieron a esta servidumbre, y sacrificaron a los ídolos, y violaron el sábado.  En efecto, el rey envió sus comisionados a Jerusalén, y por todas las ciudades de Judá, con cartas, para que abrazasen las leyes de las gentes de la tierra, y se prohibiese ofrecer en el Templo de Dios holocaustos, sacrificios, y oblaciones por los pecados, y se impidiese la celebración del sábado y de las solemnidades.  Mandó además que se profanasen los santos lugares y el pueblo santo de Israel. Dispuso que se erigiesen altares y templos e ídolos, y que se sacrificasen carnes de cerdo y animales inmundos; que dejasen sin circuncidar a sus hijos, y que manchasen sus almas con toda suerte de viandas impuras y de abominaciones, a fin de que olvidasen la Ley de Dios, y traspasasen todos sus mandamientos;  y que todos los que no obedeciesen las órdenes del rey Antíoco [Montini]  perdiesen la vida. A este tenor escribió a todo su reino, y nombró comisionados que obligasen al pueblo a hacer todo esto; los cuales mandaron a las ciudades de Judá que sacrificasen. Y muchos del pueblo se unieron con aquellos que habían abandonado la Ley del Señor, e hicieron mucho mal en el país; y obligaron al pueblo de Israel a huir a parajes extraviados, y a guarecerse en sitios ocultos. 


Profanación del templo y persecución de los que observaban la ley. 


El día quince del mes de Casleu del año ciento cuarenta y cinco, colocó el rey Antíoco [Montini] sobre el altar de Dios el abominable ídolo de la desolación, y por todas partes se erigieron altares en todas las ciudades de Judá. Y quemaban inciensos y ofrecían sacrificios delante de las puertas de las casas y en las plazas.  Y despedazando los libros de la Ley de Dios, los arrojaban al fuego; y a todo hombre en cuyo poder hallaban los libros del Testamento del Señor, y a todos cuantos observaban la Ley del Señor, los despedazaban, en cumplimiento del edicto del rey. Con esta violencia trataban, una vez por mes, al pueblo de Israel que habitaba en las ciudades. Porque a los veinticinco días del mes, ofrecían ellos sacrificios sobre el altar, que estaba erigido enfrente del altar. Las mujeres que circuncidaban a sus hijos eran despedazadas, conforme a lo mandado por el rey Antíoco [Montini] ; y a los niños los colgaban por el cuello en todas las casas donde los halaban, y despedazaban a los que los habían circuncidado.  En medio de esto muchos del pueblo de Israel resolvieron en su corazón no comer viandas impuras, y eligieron antes el morir que contaminarse con manjares inmundos; y no queriendo quebrantar la Lev santa de Dios, fueron despedazados. Terrible fue sobremanera la ira contra el pueblo.


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