Hijo mío, si acoges mis palabras, y guardas mis preceptos en tu corazón, aplicando tu oído a la sabiduría, e inclinando tu corazón a la inteligencia; si invocas la prudencia y con tu voz llamas a la inteligencia; si la buscas como la plata, y la exploras como un tesoro, entonces sabrás lo que es el temor de Yahvé, y habrás hallado el conocimiento de Dios. Porque Yahvé da la sabiduría; de su boca salen el conocimiento y la inteligencia. Él guarda para los buenos la salvación, y es el escudo de los que proceden rectamente; El cubre las sendas de la justicia, y protege los pasos de sus santos. Entonces conocerás la justicia y la equidad, la rectitud y todo sendero bueno.
Cuando entrare en tu corazón la sabiduría, y se complaciere tu alma en el conocimiento, velará sobre ti la prudencia, y la inteligencia será tu salvaguardia, para librarte del camino de los malvados, y de los hombres de lengua perversa, de aquellos que abandonan el camino recto, para andar por sendas tenebrosas; que se alegran haciendo el mal, y se deleitan en las peores perversidades. Siguen caminos tortuosos, y perversas son sus andanzas. Ella te librará de la mujer ajena, de la extraña que usa de dulces palabras, que deja al compañero de su juventud y se olvida del pacto de su Dios. Su casa está en la vereda de la muerte, y sus pasos conducen a la ruina. Cuantos entran en ella no retornan, no alcanzan más las sendas de la vida. Anda tú, pues, por el camino de los buenos; y sigue las pisadas de los justos. Porque los rectos habitarán la tierra, y los íntegros permanecerán en ella. Mas los impíos serán exterminados de la tierra, y desarraigados de ella los pérfidos.
(Libro de los Proverbios de Salomón, Capítulo 2).