VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

LA IGLESIA , COMO JESUCRISTO , SUBE SIN RESISTIRSE AL CALVARIO

La obra del monje benedictino Paul Benoit "La ciudad anticristiana del siglo XIX" (parte primera, Los errores modernos) , en la que se refiere a dicha doctrina [Las 2 espadas ("utrumque gladium") de San Bernardo de Claraval ] y describe proféticamente en la página 328 como al acercarse la hora de las tinieblas Dios ya no permitiría que la Iglesia usase la espada material [20 de septiembre de 1876] y pronto hasta llegaría a envainarse la espada espiritual [9 de octubre de 1958]


"Hay, en efecto, en la Iglesia , cuyo símbolo era el Cenáculo, dos espadas destinadas a defenderlas de sus enemigos. Pero al llegar la hora de las tinieblas, no deja Jesucristo a su Iglesia servirse por mucho tiempo de la espada material. Pronto vuelve a envainarse hasta la espada espiritual , y la Iglesia , como Jesucristo , sube sin resistirse al Calvario. No es ésta la escena á que asistimos actualmente? Mas , aun cuando no eche mano a una ni a otra espada, tiene las dos en su poder." (Paul Benoit "La ciudad anticristiana del siglo XIX", p. 328)




Llama poderosamente la atención que aconteciese tal y como lo describió en su momento Paul Benoit, pues efectivamente la Iglesia al acercarse la hora de las tinieblas no pudo ya servirse más de la espada material (véase por ejemplo las publicaciones sobre la pérdida de los estados pontificios y tantas otras),  y solo por poco tiempo hasta S.S. Pío XII siguió envainando la espiritual. 


En la actualidad, ya no estamos cercanos sino plenamente sumergidos en la hora de las tinieblas, y ni siquiera la Iglesia como jerarquía visible subsiste, pero aún quedan los fieles en la catacumbas de sus hogares como parte del Cuerpo Místico de Jesucristo esperando su llegada en Majestad y Gloria. Sin sacramentos ni ordenados que los administren; la Santa Iglesia Católica Apostólica y Romana, sin Pedro ya no puede echar mano de ninguna de las dos espadas. (Mateo 26, 51-52, Juan 21,15-17)


Dejo aquí el enlace al la referida obra de Paul Benoit:

https://play.google.com/books/reader?id=Q0YsvDBjNkgC&pg=GBS.PA2&hl=es


El mismo título de la obra de Benoit parece también profético pues hoy en día ya vivimos de hecho por completo, y además globalmente, en una gran ciudad anticristiana, llena de amor propio hasta el desprecio de Dios. Como bien decía San Agustín en La ciudad de Dios, libro XIV, cap. 28:  "Dos amores han dado origen a dos ciudades: el amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios, la terrena; y el amor de Dios hasta el desprecio de sí, la celestial. La primera se gloría en sí misma; la segunda se gloría en el Señor. Aquélla solicita de los hombres la gloria; la mayor gloria de ésta se cifra en tener a Dios como testigo de su conciencia. Aquélla se engríe en su gloria; ésta dice a su Dios: Gloria mía, Tú mantienes alta mi cabeza. La primera está dominada por la ambición de dominio en sus príncipes o en las naciones que somete; en la segunda se sirven mutuamente en la caridad los superiores mandando y los súbditos obedeciendo. Aquélla ama su propia fuerza en los potentados; ésta le dice a su Dios: Yo te amo, Señor; Tú eres mi fortaleza."

San Bernardo de Claraval

«El que diga, que la espada no es del Papa, no me parece que escucha con bastante atención la frase del Señor que declara : «Enfunda tu espada«.  Ésta es de Pedro y sus sucesores y no debe ser desenvainada más que por orden suya, aunque él no deba usarla por su propia mano».


«Una y otra espada pertenecen a la Iglesia, a saber la espada espiritual y la espada material.  Pero ésta debe ser usada para la Iglesia y aquélla por la Iglesia; la primera por la mano del sacerdote, la segunda por la del caballero, pero asegurándose de la orden del sacerdote y del mandato del emperador»


«Las dos espadas, la espiritual y la material, pertenecen a la Iglesia; pero la segunda ha de ser desenvainada para la Iglesia, la primera por la Iglesia. La espada espiritual ha de desenvainarla la mano del sacerdote; la espada material, la mano del caballero, pero por indicación del sacerdote (ad nutum sacerdotes) y por mandato del emperador».






Por las palabras del Evangelio somos instruidos de que, en ésta y en su potestad, hay dos espadas: la espiritual y la temporal... Una y otra espada, pues, está en la potestad de la Iglesia, la espiritual y la material. Mas ésta ha de esgrimirse en favor de la Iglesia; aquélla por la Iglesià misma. Una por mano del sacerdote, otra por mano del rey y de los soldados, si bien a indicación y consentimiento del sacerdote. Pero es menester que la espada esté bajo la espada y que la autoridad temporal se someta a la espiritual... Que la potestad espiritual aventaje en dignidad y nobleza a cualquier potestad terrena, hemos de confesarlo con tanta más claridad, cuanto aventaja lo espiritual a lo temporal... Porque, según atestigua la Verdad, la potestad espiritual tiene que instituir a la temporal, y juzgarla si no fuere buena... Luego si la potestad terrena se desvía, será juzgada por la potestad espiritual; si se desvía la espiritual menor, por su superior; mas si la suprema, por Dios solo, no por el hombre, podrá ser juzgada. Pues atestigua el Apóstol: El hombre espiritual lo juzga todo, pero él por nadie es juzgado [1 Cor. 2, 15]. Ahora bien, esta potestad, aunque se ha dado a un hombre y se ejerce por un hombre, no es humana, sino antes bien divina, por boca divina dada a Pedro, y a él y a sus sucesores confirmada en Aquel mismo a quien confesó, y por ello fué piedra, cuando dijo el Señor al mismo Pedro: Cuánto ligares etc. [Mt. 16, 19]. Quienquiera, pues, resista a éste poder así ordenado por Dios, a la ordenación de Dios resiste [Rom. 13, 2], a no ser que, como Maniqueo, imagine que hay dos principios, cosa que juzgamos falsa y herética, pues atestigua Moisés no que «en los principios», sino en el prin- cipio creó Dios el cielo y la tierra [Gen. 1, 1]. Ahora bien, some- terse al Romano Pontífice, lo declaramos, lo decimos, definimos y pronunciamos como de toda necesidad de salvación para

S.S.BONIFACIO VIII
Unam sanctam