CAPÍTULO 2 - Cómo Cristo atrae y ordena nuestro amor, y cómo su amor es amor de gracia.
Puesto que el corazón del hombre es tan elevado y noble, jamás podría ser atraído al perfecto amor sino por el amor, y queriendo Dios atraerlo hacia sí, le mostró el signo de máximo amor que jamás se pudiera mostrar como cuando murió por él. Por eso Él dice: “No tiene el hombre mayor amor que dar la vida por su amigo”. Además, como el corazón del hombre estaba muy unido a las creaturas por amor, para poder separarlo y dividir de ellas fue necesario y conveniente que le fuese mostrado por el Creador tanto amor, cuanto no encontrara en ninguna creatura.
Por eso dice san Bernardo, que Dios quiere mostrar el amor que tiene por el hombre, por muerte de cruz, para que el hombre, conociendo el infinito amor de Dios y la vanidad del amor del hombre que no ama sino por propia utilidad, fuese forzado y atraído al amor de Dios, dejando el vano amor del mundo y de toda creatura. Pero si Dios hubiese rescatado al hombre por otro modo menos penoso, el hombre no habría sido atraído al amor perfecto, porque no habría amado a Dios con el amor puro de la amistad; sino en atención a la propia utilidad, al modo que amaba las otras creaturas, de las cuales recibía beneficios y utilidad: como los animales, que aman y reconocen a sus benefactores. Por lo tanto Dios quiso enseñarle a amar y atraer al hombre por su amor puro; es decir que atendiese más al afecto del benefactor que al efecto del beneficio. Y porque el amor de Cristo por nosotros es forma y ejemplo del amor que nosotros debemos tener por Él, veamos las condiciones de su amor infinito, para que nosotros sepamos cómo debemos amarlo.
Por lo tanto podemos decir que el amor de Cristo tiene cuatro condiciones excelentes: es gratuito (es un regalo), puro, útil y fuerte.
En primer lugar digo que es gratuito, es decir que nos ama por gracia y no por una deuda (que tuviera con nosotros). Dios no había recibido del hombre más que ofensas, y por ello el hombre no había merecido más que ira. Pero su amor debe ser considerado superior, porque ama a sus enemigos. Y de esto dice el apóstol Pablo, como maravillándose: “Siendo enemigos, hoy hemos sido reconciliados con Dios por el amor y por la muerte de su Hijo”. Dice también: “no por las obras de justicia que nosotros hayamos hecho, sino que por su sola misericordia nos ha salvado”.
Oh admirable y humilde caridad de Dios, que estando el hombre en guerra con Dios por el pecado, ni humillándose ni preocupándose de retornar a la paz, Dios Padre se humilló a pedir y a rogar primero paz al hombre, como si esta guerra le reportase daño a Él y como si Dios nos hubiera ofendido y fuese el deudor.
Por lo tanto vino a humillarse ante el hombre, y a ser muerto por el hombre para hacer la paz con él. Por eso después de que fue muerto, envió a San Pablo como su embajador a pregonar la paz. Por eso dice en su epístola: yo soy delegado y enviado de Cristo y os ruego de su parte que hagáis la paz con Él, porque ha querido morir a causa del pecado, y ha satisfecho para haceros justos, y quiere que de esta guerra haya paz. Y en otra epístola dice: Él es nuestra paz, y con su sangre ha pacificado la enemistad entre Dios y el hombre.
Por eso San Juan en voz alta y con amor grita y dice: “En esto se muestra la caridad de Dios: porque Él nos amó primero, no siendo Él amado por nosotros”. Y en otro pasaje dice: “Ved qué gran caridad ha mostrado Dios por nosotros que éramos enemigos y nos ha hecho sus hijos”. Y dice San Pablo, hablando de la caridad de Dios, la cual es tan desmesurada, que el corazón del hombre no lo puede pensar. Por eso dice que por la infinita caridad por la cual Dios nos ama, nos ha dado su Hijo, el cual por su muerte nos ha dado vida.
De esto habla san Gregorio diciendo: “¡Oh inestimable caridad y amor de Dios, que ha entregado su Hijo para rescatar al siervo!”. Y por eso dice san Bernardo: “¡Oh hombre vil, que no amas a Dios, avergüénzate al menos por no amarlo, ya que tanto te ha amado Él!”.
Continuará...