Como se ve, la esencia de la apostasía consiste en la negación o apartamiento de la fe; de manera que para ser apóstata no es necesario hacer una declaración pública y solemne de tal, sino que basta afiliarse a cualquiera de esos sistemas o teorías que llevan como consecuencia necesaria a la incredulidad.
En este caso se encuentra el indiferentismo religioso, que, aceptando como buenas todas las religiones, niega en realidad la verdadera; el racionalismo, que solo admite aquellas verdades que están al alcance de la razón humana, y que rechaza como injuriosa la revelación; el materialismo, el panteísmo, la libertad de pensar y demás elucubraciones que forman la base de la ciencia moderna, y que, aunque procuren cubrirse con el manto cristiano, no son en el fondo más que una infidelidad vergonzante o un ateísmo disfrazado.