a un profesor de teología
que lo había consultado
sobre el valor dogmático del Syllabus
Tras esta digresión, se debe abordar en segundo lugar la cuestión concreta del Syllabus. Por voluntad y mandato del Pontífice, los errores que él mismo ha proscrito en otras ocasiones, señalados como errores contra la sana doctrina y que deben ser evitados por los fieles, y recopilados en una especie de resumen, son notificados a todos los Pastores de la Iglesia universal; en cuyo mandato y acto parece estar contenida y manifestada la voluntad de dar una norma universal de pensamiento y enseñanza en los puntos indicados en él.
Si surge alguna duda sobre el sentido en que se proscriben los errores, ciertamente se debe recurrir a los documentos de los que se extraen las proposiciones del Syllabus; pero no es solo esa autoridad, que quizás tengan en menor grado en algunos de esos documentos, la que pertenece a las mismas proscripciones que en el Syllabus; sino que de la comunicación y propuesta hecha a todos los pastores y, a través de ellos, a los fieles, se deriva un nuevo grado de autoridad para todas esas condenas (ciertamente no como si todos los errores se entendieran como proscritos con la misma especie de censura, sino en la medida en que, sin determinar notas, todos son declarados a la Iglesia universal como errores que deben evitarse).
Pero lo que nos demuestra sobre todo la autoridad que debe atribuirse, la sumisión que debe darse a la doctrina declarada en el Syllabus, es sin duda el sentido y consenso, al menos moralmente unánime, de todo el episcopado católico; pues de esto se desprende claramente que todo el complejo doctrinal del documento ha sido recibido como doctrina auténticamente propuesta por el Maestro Supremo.
Por lo tanto—aunque, considerando solo el modo en que la Encíclica “Quanta cura” y el Syllabus aparecieron primero, se puede encontrar una diferencia entre aquella [Encíclica] que ha emanado inmediatamente del mismo Pontífice, y este [Syllabus] que, de hecho abarcando pronunciamientos del Pontífice de otros documentos, sin embargo en esta forma parece ser comunicado a los Obispos solo por orden del Pontífice—sin embargo, considerando todas las circunstancias, y sobre todo el modo en que cada documento ha sido considerado, con consenso moral en la Iglesia, como del mismo carácter, prácticamente hablando lo mismo en general puede decirse del Syllabus que de la Encíclica.
1889
pág. 354 y siguientes
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