18 de julio del Año del Señor
SAN CAMILO DE LELIS,
Confesor
Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin
embargo, no se haga como yo quiero sino como tú quieres.
(Mateo, 26, 39).
Después de una juventud disipada, San Camilo se convirtió a la edad de 25 años, y más tarde comenzó sus estudios para llegar a ser sacerdote y poder así asistir más útilmente a los enfermos en trance de muerte. Fue con este objeto que fundó la Orden de los Clérigos regulares. soportó, a su vez, con inalterable paciencia, cinco enfermedades sumamente penosas, que él llamaba las misericordias del Señor. A menudo se lo oía repetir estas palabras de San Francisco de Asís: "Tan grande es la felicidad que espero, que todas las penas se convierten para mí en motivo de alegría". Se durmió en el Señor el 14 de julio de 1614, a la hora que él mismo había predicho.
ORACIÓN
Oh Dios, que habéis adornado a San Camilo con una caridad incomparable para las almas que luchan en la agonía, dignaos en vista de sus méritos, infundir en nosotros el espíritu de vuestro amor, a fin de que en nuestra hora postrera merezcamos triunfar del enemigo y alcanzar la corona celestial. Por J. C. N. S. Amén.
MEDITACIÓN DE CÓMO SACAR PROVECHO
DE LAS ENFERMEDADES
I. Dios nos envía a menudo enfermedades para retirarnos del pecado, para hacer que llevemos una vida más santa y, para que, mediante la meditación de la muerte, merezcamos una más alta recompensa. Agradezcámosle, pues, la enfermedad tanto como la salud, porque las aflicciones son presentes de Dios, menos agradables, sin duda, pero con frecuencia más útiles que la prosperidad. Repitamos con Job: Si hemos recibido los bienes de manos del Señor, ¿Por qué no habríamos de recibir también los males ?
II. Dirijámonos a Dios, y roguémosle como el mismo Jesucristo rogó al Padre eterno en el Huerto de los Olivos: "Padre mío, si ésa es vuestra voluntad, si vuestra gloria y mi salvación lo piden, cúrame, consuélame". Cuando así hayas invocado a Dios, déjalo hacer y confórmate con lo que pueda sucederte. Por duras y penosas que sean nuestras aflicciones, todavía sufrimos menos de lo que meremos. (Salviano).
III. Si Dios te deja en ese estado de sufrimiento, alábalo, agradécele, adora su amable Providencia; si te cura, acuérdate de que es para que lo sirvas. Cuídate de no pecar más; es la advertencia que daba Jesucristo a los enfermos que sanaba. Cumple todas las buenas resoluciones que hiciste y no pagues con ingratitud a tu amable bienhechor.
*En efecto, queridos hermanos, nos hemos vuelto adocenados y tibios por el contacto con este mundo descreído y licencioso en extremo, un mundo que abomina del dolor y del sufrimiento, pues la cruz es escándalo para los mundanos y paganos de todas las épocas, que la ven como una locura y una necedad, pero como ellos no tienen Fe ni entendimiento espiritual, todo lo juzgan y consideran con criterios puramente humanos y sentimentales, que no tienen valor para Dios, pues sin Fe es imposible agradarle, como nos lo recuerda el Apóstol San Pablo en la epístola a los Hebreos (11,6). Lo que para el mundo y sus engañados amadores es alegría y bonanza, en realidad es tristeza y miseria espiritual para Dios y para quienes nos dejamos conducir por Su Santo Espíritu, porque el mundo vive en la oscuridad de la incredulidad y la negación de la Fe, así como en la conmoción permanente por los escándalos y vanidades que lo sacuden y agitan constantemente, de ahí que la paz de Dios no pueda hallarse en el alma de los pobres mundanos, puesto que quienes rechazaron a Dios y no lo dejaron entrar en sus vidas no gozarán de los consuelos y gozos divinos que Él envía a quienes Le son fieles. Cuando nos vengan tribulaciones, enfermedades, penas o contrariedades, aceptémoslo todo con santa resignación e indiferencia, descansando en la Divina Voluntad, pues Dios se cuida de nosotros y no permitirá que suframos más de lo que podemos soportar, y Él sabe bien por que nos envía esas aflicciones purificantes que tanto confunden y humillan a nuestro orgullo y nuestra voluntad inmortificada y rebelde. No caigamos en el tremendo error de exigirle cuentas a Dios, pues Nuestro Padre conoce perfectamente nuestras miserias personales, y si nos humilla en esta vida es para no tener que castigarnos más severamente en la otra. Que San Camilo de Lelis nos obtenga esa paciencia inalterable tan necesaria durante las enfermedades y penas de esta vida mortal y transitoria, mostrando siempre conformidad con la Voluntad de Dios.
Fuentes: Martirologio Romano (1956), Santoral de Juan Esteban Grosez, S.J. – Tomo III, Patron Saints Index.
*Comentario de Un discípulo amado de N.S.J.C.
SAN CAMILO
DE LELIS,
Confesor
n. 1550 en Abruzzi, Italia;
† 14 de julio de 1614 en Génova, Italia
Patrono de los hospitales y trabajadores de hospital; enfermeros; enfermos.
Padre mío, si es posible, pase de mí este cáliz; sin embargo, no se haga como yo quiero sino como tú quieres. (Mateo 26, 39)
+ San Camilo de Lelis, Presbítero y Confesor, Fundador de los Clérigos Regulares ministros de los enfermos, y celestial Patrono de los hospitales y enfermos; cuyo tránsito se celebra el día 14 de este mes.
+ En Tívoli, santa Sinforosa, mujer de san Getulio Mártir, con sus siete hijos: Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estácteo y Eugenio; a la madre, imperando Adriano, por su inquebrantable constancia, primero abofetearon mucho tiempo, después la colgaron de los cabellos, y últimamente, atándole una piedra al cuello, la precipitaron en el río; los hijos, descoyuntados con garruchas en sendos palos, consumaron el martirio con diversos géneros de muerte. Sus cuerpos, trasladarlos después a Roma, fueron hallados, en tiempo del Papa Pío IV, en la Diaconía de san Ángel de la Pesquería.
+ En Utrecht, san Federico, Obispo y Mártir.
+ En Doróstoro de la Misia inferior, san Emiliano, Mártir, que en tiempo de Juliano Apóstata y del Presidente Capitalino, arrojado en un horno, recibió la palma del martirio.
+ En Cartago, santa Gundena, Virgen, la cual, de orden del Procónsul Rufino, cuatro veces en distintos tiempos, por confesar a Cristo, fue estirada en el potro y horriblemente despedazada con uñas aceradas, padeció largo tiempo la hediondez de un calabozo, y al cabo fue muerta al filo de la espada.
+ En Galicia de España, santa Marina, Virgen y Mártir.
+ En Milán, san Materno, Obispo, el cual, en el imperio de Maximiano, encarcelado por la fe de Cristo y por la Iglesia a él encomendada, y muchas veces azotado, al cabo, ilustre por tan repetidas confesiones, descansó en el Señor.
+ En Brescia, el triunfo de san Filastrio, Obispo de dicha ciudad; que, con su predicación y escritos, combatió valerosamente contra los herejes, principalmente Arrianos, de quienes sufrió muchas persecuciones, y al fin, esclarecido en milagros, Confesor descansó en paz.
+ En Metz de Francia, san Arnulfo, Obispo, que, ilustre por su santidad y milagros, escogió la vida eremítica y descansó con dichoso fin.
+ En Segni, san Bruno, Obispo y Confesor.
+ En Forlimpópoli de Emilia, san Rufino, Obispo de la misma Ciudad.
+ En Tívoli, santa Sinforosa, mujer de san Getulio Mártir, con sus siete hijos: Crescente, Juliano, Nemesio, Primitivo, Justino, Estácteo y Eugenio; a la madre, imperando Adriano, por su inquebrantable constancia, primero abofetearon mucho tiempo, después la colgaron de los cabellos, y últimamente, atándole una piedra al cuello, la precipitaron en el río; los hijos, descoyuntados con garruchas en sendos palos, consumaron el martirio con diversos géneros de muerte. Sus cuerpos, trasladarlos después a Roma, fueron hallados, en tiempo del Papa Pío IV, en la Diaconía de san Ángel de la Pesquería.
+ En Utrecht, san Federico, Obispo y Mártir.
+ En Doróstoro de la Misia inferior, san Emiliano, Mártir, que en tiempo de Juliano Apóstata y del Presidente Capitalino, arrojado en un horno, recibió la palma del martirio.
+ En Cartago, santa Gundena, Virgen, la cual, de orden del Procónsul Rufino, cuatro veces en distintos tiempos, por confesar a Cristo, fue estirada en el potro y horriblemente despedazada con uñas aceradas, padeció largo tiempo la hediondez de un calabozo, y al cabo fue muerta al filo de la espada.
+ En Galicia de España, santa Marina, Virgen y Mártir.
+ En Milán, san Materno, Obispo, el cual, en el imperio de Maximiano, encarcelado por la fe de Cristo y por la Iglesia a él encomendada, y muchas veces azotado, al cabo, ilustre por tan repetidas confesiones, descansó en el Señor.
+ En Brescia, el triunfo de san Filastrio, Obispo de dicha ciudad; que, con su predicación y escritos, combatió valerosamente contra los herejes, principalmente Arrianos, de quienes sufrió muchas persecuciones, y al fin, esclarecido en milagros, Confesor descansó en paz.
+ En Metz de Francia, san Arnulfo, Obispo, que, ilustre por su santidad y milagros, escogió la vida eremítica y descansó con dichoso fin.
+ En Segni, san Bruno, Obispo y Confesor.
+ En Forlimpópoli de Emilia, san Rufino, Obispo de la misma Ciudad.
+ Y en otras partes, otros muchos santos Mártires y Confesores, y santas Vírgenes.
R. Deo Gratias.
R. Deo Gratias.