VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

UNA TRADUCCIÓN LATINA DE LOS SALMOS EN LA QUE SE MUESTRE MÁS INTELIGIBLEMENTE EL SENTIDO QUERIDO POR EL ESPÍRITU SANTO

 S.S.Pío XII
In cotidianis precibus

«MOTU PROPRIO »

SOBRE UNA NUEVA TRADUCCIÓN DE LOS SALMOS

Entre las oraciones con que diariamente celebran los sacerdotes la majestad y la bondad del altísimo Dios, y proveen a sus propias necesidades y a las de la Iglesia y de todo el mundo, ocupan sin duda un puesto especial aquellos insignes cánticos que, inspirados por el espíritu divino, compusieron el santo profeta David y otros sagrados autores y que la Iglesia, a ejemplo del Divino Redentor y de sus apóstoles, ya desde el principio ha usado contínuamente en las funciones sagradas.

La Iglesia latina recibió estos salmos de los fieles de lengua griega, que fueron traducidos casi palabra por palabra del griego al latín, y en el correr de los tiempos, repetidas veces y con todo empeño, corregidos y retocados, principalmente por obra de San Jerónimo, Doctor máximo en la interpretación de las Sagradas Escrituras. Sin embargo, estas correcciones no quitaron los conocidos errores de la misma traducción griega que no poco obscurecen el sentido y la fuerza del texto primitivo, de tal manera que todos y siempre pudiesen fácilmente entender los sagrados salmos, y ninguno ignora que el mismo San Jerónimo no se contentó con dar a sus conciudadanos aquella antigua traducción latina, diligentemente corregida, sino que haciendo un esfuerzo mayor, tradujo los salmos al latín del mismo original hebreo. «Ex hebraica veritate».

Pero esta nueva traducción jeronimiana no entró en el uso de la Iglesia. La edición de la antigua traducción latina, gradualmente corregida, que se puede llamar «salterio galitano», se hizo fan general que nuestro predecesor San Pío V creyó oportuno darle cabida en el Breviario Romano y prescribir su uso a casi todos.

Las obscuridades y errores de esta traducción latina que San Jerónimo no suprimió, no habiéndose propuesto sino corregir el texto latino según los códices griegos más perfectos, se han puesto de manifiesto recientemente, porque el conocimiento de las lenguas antiguas y particularmente del hebreo, ha hecho grandes progresos. El arte de interpretar se ha perfeccionado; se han investigado más profundamente las leyes métricas y rítmicas de las lenguas orientales, y se han puesto más en claro las normas de la crítica textual.

A esto se añade que mediante las muchas traducciones de los salmos, que en diversas naciones se han hecho en lenguas modernas con la aprobación de la autoridad eclesiástica, tomando el texto primitivo, se pone cada día más de manifiesto, cuánta sea la claridad eximia, la belleza poética y la riqueza de doctrina con que estos cánticos se distinguen en su expresión original.

No es, pues, de extrañar que en voces que se esfuerzan por rezar las horas canónicas no sólo con suma piedad, sino también con mayor conocimiento, haya surgido el laudable deseo de usar en la lectura diaria de los salmos una traducción latina en la que se muestre más inteligiblemente el sentido querido por el Espíritu Santo que los inspiró; en la que se expresen más perfectamente los piadosos afectos del salmista, y en la que la expresión y la significación de las palabras se manifieste más claramente. Este deseo y anhelo que ha aparecido tanto en volúmenes escritos por autores de reconocida ciencia, cuanto en las revistas, lo han hecho llegar a Nós no pocos sacerdotes y Obispos y aun algunos Cardenales de la Santa Iglesia Romana.

Nós, por la suma veneración que profesamos a las palabras de la Divina Escritura, juzgamos que se debe procurar con todo empeño presentar a los fieles cada día más plenamente, el sentido de las Sagradas Letras, dado por el Espíritu Santo que las inspiró y expresado por la pluma del hagiógrafo como en la encíclica «Divino Afflante Spiritu» no ha mucho expusimos. Por lo cual, no teniendo en poco las dificultades que el asunto lleva consigo, ni ignorando que la Vulgata está íntimamente ligada con los escritos de los Santos Padres y las explicaciones de los Doctores y por razón de su empleo secular ha adquirido una gran autoridad en la Iglesia, decidimos no obstante satisfacer estos deseos y por eso mandamos preparar una nueva traducción latina de los salmos que siguiese exacta y fielmente el texto primitivo y en cuanto fuera posible tuviese en cuenta la antigua y veneranda Vulgata, y otras viejas traducciones, y ponderase sus variantes conforme a las normas de la crítica. Pues bien sabemos que el mismo texto hebreo no ha llegado hasta nosotros exento completamente de errores y obscuridades y que, por lo tanto, es necesario compararlo con otros textos, legados por la antigüedad, para poder encontrar expresión más exacta y pura de su significado. Más aún: que a veces, a pesar de todos los medios de que disponen la crítica y la paleografía, el sentido de las palabras no queda con todo claro y hay que dejar a la futura investigación el ilustrarlo de propósito con mayor luz en cuanto será posible.

Pero no dudamos que ya hoy, con el empleo de los instrumentos de trabajo que pone la ciencia moderna, se puede hacer una traducción, la cual de tal manera exprese el sentido y la fuerza de los salmos que los sacerdotes, en el resto del oficio divino, viendo fácilmente qué es lo que ha querido significar el Espíritu Santo por boca del salmista, se sientan excitados y movidos eficazmente por estas palabras divinas a una verdadera y genuina piedad.

Así, pues, habiendo los profesores de nuestro Pontificio Instituto Bíblico terminado con el requerido cuidado y diligencia la nueva traducción que se deseaba, Nos la ofrecemos con afecto paternal a todos cuantos tienen obligación de rezar cada día las horas canónicas, y al mismo tiempo «motu proprio», y después de madura consideración, concedemos que la usen si quieren, tanto en el rezo público como en el privado, cuando la Tipografía Vaticana la edite acomodada al Salterio del Breviario Romano.

Por esta nuestra pastoral solicitud y por este nuestro amor paternal hacia los consagrados a Dios, hombres y mujeres, confiamos que en adelante sacarán todos del rezo del oficio divino luz, gracia y consuelo con que, iluminados y estimulados, se conformen cada día más, en las dificilísimas circunstancias por que atraviesa la Iglesia, a la imitación de aquellos ejemplos de santidad que resplandecen tan excelsamente en los salmos, y se sientan movidos a fomentar y alimentar aquellos sentimientos de amor divino y animosa fortaleza y de piadoso arrepentimiento a que el Espíritu Santo les invita en la lectura de los salmos.

Cuanto por el presente «motu proprio» decretamos y establecemos se tenga por ratificado y confirmado, sin que obste nada en contrario, aun cuando exigiese mención especialísima.

Dado en Roma, junto a San Pedro, el día 24 de marzo del año 1945, séptimo de nuestro pontificado.-PIO PAPA XII».





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