Homilía en la canonización de
San Pío V, San Andrés Avelino, San Félix de Cantalicio y Santa Catalina de Bolonia,
22 de Mayo de 1712.
22 de Mayo de 1712.
«He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». Ciertamente, con estas palabras, el Hijo Unigénito del Eterno Padre, habiendo cumplido la obra de reparación humana, cuando estaba a punto de ascender al Cielo, prometió a sus discípulos, dolidos por su partida, que estaría presente con ellos en todo momento, para mostrarnos que, como no había abandonado al Padre al descender a nosotros, ni nos había abandonado al ascender al Padre, no nos había abandonado. De hecho, cuando el Espíritu Santo habló por medio del profeta, se le llamó «Emmanuel», que significa «Dios con nosotros». El Señor cumplió la propiedad de su nombre, prometiéndonos la protección continua de su presencia, para que tuviéramos la certeza de que quienes militan en la tierra nunca carecerán de Aquel que preparó la corona para los vencedores en el Cielo. «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo». El Señor está presente con nosotros, Venerables Hermanos y Amados Hijos; Él está presente con los innumerables beneficios de su divina providencia; está presente con los dones salvíficos de su inefable gracia; pero está más cerca cuando lo creemos más lejos. El Señor, sin duda, suele ocultarse en la tormenta y el torbellino, para luego calmarlo todo con el mandato de su divina voz; y que todos los que lo invocan de verdad sepan que la ayuda celestial nunca está más disponible para nosotros que cuando más sentimos que los remedios terrenales fallan. Así es el soberano gobernador del universo: está más dispuesto a la dulzura cuando con brazo fuerte desenvaina el cuchillo para herir y está más inclinado a perdonar cuando extiende la mano para vengar, para que todos percibamos cada vez más que se ha cumplido lo que prometió: «He aquí, yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo».
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