VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

LIBERIO FUE RECIBIDO CON TRASPORTES DE ALEGRÍA Y COMO UN TRIUNFADOR

Cardenal Joseph Hergenröther
HISTORIA DE LA IGLESIA
TOMO II
Vuelta de Liberio a Roma

Propalaron por entonces los sectarios del arrianismo que el papa Liberio, cansado de los sufrimientos del destierro, y cediendo a las reiteradas instancias de sus partidarios, concluyó por suscribir la tercera fórmula de Sirmio (El Hijo ere semejante al Padre rechazando la expresión esencia), obteniendo de este modo licencia para volver a Roma. Los católicos contemporáneos creyeron esta afirmación, y muchos la han admitido después sin vacilación. Si esto hubiera sido así, Liberio habría cedido a la fuerza del temor. Por lo demás, no pronunció decisión alguna dogmática ni impuso herejía alguna a la Iglesia. Cediendo, habría sólo cometido una falta personal. Añádase que esta narración no se halla en manera alguna demostrada, y se funda en documentos apócrifos; está combatida por razones intrínsecas y extrínsecas, y la vuelta de Liberio a Roma puede explicarse por otros motivos. 

Durante la permanencia de Constancio en Roma, donde el partido arriano había instituido por Obispo al diácono Félix, la mayor parte de las damas romanas gestionaron cerca de él para obtener la vuelta del papa Liberio, porque los católicos rehusaban reconocer a Félix, el cual, sinceramente adicto al símbolo de Nicea, comunicaba, sin embargo, con los arrianos. 

El Emperador, cediendo a sus ruegos, permitió que Liberio y Félix gobernasen en común la Iglesia de Roma. Cuando el pueblo, que estaba reunido en el Circo, supo esta noticia, gritó lleno de cólera: «Un solo Dios, un solo Cristo, un solo Obispo.» Como la fermentación aumentaba cada vez más en Roma y se temía un tumulto, Constancio volvió a llamar a Liberio, y Félix fue expulsado de la ciudad. 

Los romanos estaban de tal manera unidos a la fe católica que evitaban todo contacto hasta con aquellos que, aun enseñando la doctrina de Nicea, no evitaban la comunión de Félix, siempre afecto a los arrianos.

Liberio fue recibido con trasportes de alegría y como un triunfador, lo cual no hubiera tenido lugar sin duda alguna si hubiese obtenido su regreso mediante alguna concesión en detrimento de la fe católica. 

Vuelto a Roma, encontramos a Liberio inquebrantable en la fe y celebrado en la Iglesia como santo. Le vemos más tarde someter a penitencia a los Obispos prevaricadores y hablar, sin embargo, de la moderación empleada por él, lo que ciertamente no se hubiera atrevido a hacer si él mismo hubiese dado ejemplo de aquella flaqueza. 

Sabemos también que Eudoxio y los aecianos esparcieron el rumor de que Liberio había suscrito la condenación de la palabra «consustancial »; pero se decía lo mismo con igual injusticia de Osio; nada tiene, pues, de extraño que otros hayan sido también inducidos a error. No es inverosímil que Liberio pudiese volver a Roma sin condiciones; la misma licencia fue concedida un año más tarde a San Hilario de Poitiers, únicamente porque los arrianos temían su presencia en Oriente y el vigor de su dialéctica. Constancio se engañaba creyendo era tan fácil destruir la verdad como el mudar la voluntad de los hombres. Los Obispos católicos predicaban en su destierro y escribían sabias obras, y se adquirían el afecto y estimación de todos.


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