VACANTIS APOSTOLICAE SEDIS

"Quod si ex Ecclesiae voluntate et praescripto eadem aliquando fuerit necessaria ad valorem quoque." "Ipsum Suprema Nostra auctoritate nullum et irritum declaramus."

EL ESPEJO DE LA CRUZ (II)


CAPÍTULO I - Dios tomó carne humana para liberar al hombre de tres defectos, en los cuales incurrió a causa del pecado.


Después del pecado de los primeros padres, cayendo el hombre de mal en peor, perdió la semejanza con Dios y, como dice el Salmista, tomó semejanza de animal; ya que cayendo en el olvido de Dios, el afecto se derramó en el amor de las vilísimas creaturas, y el intelecto oscurecido perdió el conocimiento de Dios y de sí mismo. Entonces incurrió, por el pecado, en tres defectos: primero, que él se vendió al enemigo y se hizo siervo y deudor de la muerte eterna. Además como ya he dicho, perdió la luz del intelecto. Tercero, desordenó el afecto, abandonando al Creador y amando la creatura.


Pero la piedad de Dios, viendo que el hombre continuamente empeoraba, y queriendo socorrer a la naturaleza humana, mandó a Su Hijo a que se encarnara; el cual vino a quitar al hombre tales defectos y lo reformó. Vino, por lo tanto, como Redentor, y muriendo, pagó el precio y la deuda de nuestro pecado. Por eso Él dijo: “Yo vine a entregar el alma”, es decir mi vida, “por la redención de muchos”.


Vino como luz, a iluminar el intelecto y a mostrarnos el camino de la verdad. Por eso Él dijo: “Yo soy la luz, yo soy el camino”. Y a Pilato le dijo: “Yo vine al mundo para predicar la verdad”: vine como médico y como fuego a sanar y a inflamar el afecto. Por eso dijo: “Yo vine a poner fuego en la tierra, y quiero que se incendie”; como diciendo: Yo vine a poner el fuego del amor en el corazón del hombre que era terrenal”. Y para mostrar esto los dos discípulos, a quienes Cristo se les apareció como peregrino, dijeron cuando Cristo partió: “¿Acaso no nos ardía el corazón cuando este peregrino nos hablaba?”. Como diciendo: Sus palabras nos metían fuego en el corazón. Y para mostrar esto envió sobre los Apóstoles al Espíritu Santo en figura de fuego.


Y para poder hacer sin demora todas las cosas predichas, no quiso pagar la deuda del pecado sino por el camino de la Cruz y de la muerte, derramando su sangre. Y mostró por medio de sus obras el camino de la perfección, es decir, de la humildad, de la caridad y de la pobreza, la cual mostró viviendo y predicando, para que el hombre, viéndose tan amado, fuese atraído a amar con todo el corazón a tan grande benefactor. Por eso cuando dijo: “Yo vine a poner fuego, y quiero que se incendie”, agrega y dice: “Yo me vine a bautizar con un bautismo y tengo un gran deseo”. Dice Beda que Cristo habló del bautismo de sangre, que derramó, por el cual se encendió en nosotros el fuego del amor.


Y esto aparece en el evangelio de San Juan, cuando dijo: “Si yo fuera exaltado sobre la tierra, es decir crucificado, atraeré todas las cosas hacia mí”. Dice san Agustín que por todas las cosas se entiende el espíritu y el alma del hombre, el cual participa en todas las cosas. Como diciendo: mi exaltación, es decir, esta Cruz en la cual seré exaltado sobre la tierra, será algo muy eficaz, y de tanta virtud, que yo atraeré a mí el corazón del hombre con toda su potencia y con todos sus movimientos. Es decir atraeré el intelecto, para que tenga en qué pensar; atraeré el afecto, para que me ame puramente; y la memoria, para que jamás pueda olvidarme.


Y antes que nada, veamos cómo el afecto es atraído con todos sus movimientos por la virtud de la Cruz. Nuestro afecto tiene seis movimientos principales: amor, odio, dolor, gozo, temor y esperanza. Por lo tanto veamos primero cómo es atraído al amor por virtud de la Cruz.

Continuará...